Juan Pablo Abraham (Noetinger, Córdoba, 1980). Es licenciado en Lengua y Literatura por la Universidad Nacional de Villa María (UNVM). Durante 8 años trabajó en el Centro de Filología Clásica y Moderna de la UNVM, dónde se realizaron diversas publicaciones en torno a la poesía griega y latina. En el 2013 obtuvo una beca del DAAD para perfeccionar sus estudios de lengua alemana en la Universität von Siegen de Alemania. Sus poemas y traducciones fueron publicados en diferentes blog. Actualmente reside en Villa María y trabaja como Editor en la Editorial Universitaria EDUVIM de la UNVM. Los siguientes poemas pertenece al libro La soledad del pan(en prensa por Borde Perdido Editora)
MUERTE DEL LUTHIER
Si vieras el terciado barato del ataúd,
te irías a morir a otra parte.
Vos que amabas
la sonora madera del ciprés
y que le dabas con tus manos
la medida justa de tu temple
si te vieras, si te vieras…
Pero ahora qué importa,
seguí así, no te gastes.
De todos modos,
ya se apartaron tus manos
del acorde final y de la nada
del abismo que tensó tus cuerdas
las más vitales,
en esos días en que nada suena.
Seguí así, no te mires
en el terciado barato de los que mueren.
MIRÉ DEL PASADO…
Miré del pasado formas estancas de la memoria,
señales fijas y universales, carteles en mi cabeza.
Miré del pasado formas muertas, tan otras a esta ciudad
que juega a matar hormigas con palitos de cemento.
Y solo hacía falta traer las manos curtidas de mi padre,
tan curtidas de esta tierra y estas soledades,
la cadena chirriar en el aljibe y los labios abrirse al agua
luego de haber comido la fruta recién cortada de la planta.
Nuestra tarea, si es que hay alguna que valga la pena,
es hacer lo imposible sobre la piel sensible del presente
VIDA
Nos detiene en la esquina
una larga fila de autos,
el último adiós al hombre.
Pero igual abrimos paso
hasta llegar a casa,
y al encender la luz
hay otro motivo para vivir.
ESTÉTICA
A la hora de la siesta
con una rama pelada
cazábamos mariposas.
Si alguna caía sin herida
esparcíamos por el aire
el polvo amarillento
de las manos. Y esa era
nuestra forma elemental
de unirnos con la belleza.