Presentamos un poema del poeta boliviano Omar Alarcón (Sucre, 1986). Es poeta y cineasta. Publicó el poemario El corazón entrega sus muertos (2006). Sus poemas fueron seleccionados en la antología de poetas jóvenes bolivianos Cambio climático (2009) y en Memoria sin espejo 15 Poetas Bolivianos Contemporáneos (2019). Ha participado en Festivales locales e internacionales de poesía y ha publicado sus poemas en diversos revistas y periódicos del país. Con su primer película largometraje Mar Negro (2018) ha ganado el premio a Mejor Director en el Premio Nacional de Cine de Bolivia “Eduardo Abaroa 2018”.
A LA MUJER QUE CONOCÍ EN EL PSIQUIÁTRICO
A Pauline Boyer
Cuando te conocí un huracán abría las puertas de la locura
y de tu pelo volaban pájaros en dirección al sol.
Éramos felices desnudos bajo la lluvia
y nos besábamos en los consultorios cuando salían las enfermeras.
Yo creía en ti y tú creías en las mariposas blancas
que nacen del corazón de los epilépticos.
En los huertos recogíamos frutos junto a los pacientes
y jugábamos a liberar pájaros que volaban y cantaban en nuestras manos.
Y no podíamos parar de reír y reír frente a la muerte,
cada vez que en un rostro enfermo admirábamos salir el sol.
Entonces fueron los internos en silla de ruedas
que nos enseñaron a amar las flores amarillas.
Y yo veía cada vez más en tus ojos
el reflejo que dejan los pájaros al volar en el cielo.
Bajo la lluvia el delirio cantaba y florecía en los jardines del psiquiátrico
y nosotros hacíamos el amor sin importar las lágrimas que golpeaban las ventanas.
Desde entonces el estar juntos fue tener los brazos abiertos al subir y bajar de la
marea
y en nuestro corazón un niño paraba de llorar, y de pedir que lo besáramos,
que amáramos la vida, y los espejos rotos en nuestras manos dejaron de partirse sin
razón y el río negro que llevaba nuestras penas se secó en las rocas polvorosas del
olvido.
Ahora el amor nos sorprende en las veredas
como una sonrisa que sopla flores de verano.
Y una tormenta de luciérnagas nos llena el pecho al abrir las puertas de nuestra casa.
Porque la belleza se parece cada vez más al café con leche por las mañanas, y
encontramos una verdad al cortar las naranjas, o al saludar al panadero de la esquina.
Y los geranios por fin empiezan a florecer en las ventanas y en tus vestidos rojos.
Mientras los ciruelos envejecen y el río lleva las lágrimas que a veces derramamos en
los brazos del viento.
Y pagamos las facturas del gas y alimentamos nuestro gato sin pensar mucho en el
mañana.
Y aprendemos que la alegría nos espera al cruzar el jardín o al saborear una manzana,
que es así de simple.
Y si alguna vez pensamos que el estar el uno frente al otro es algo imaginario, que al
final estamos solos, nos quedamos callados y dejamos soplar el viento.
Porque las gaviotas del presente vuelan a nuestro alrededor cuando nos abrazamos.
Y el aire es más claro entre tus manos.
Y los duraznos son más dulces.