Poesía china: La historia de Xie Ye y Gu Cheng

Nos acercamos a la poesía china de finales del siglo XX. Proponemos, a propósito de la violencia de género y el feminicidio, dos poemas que recuerdan una historia trágica, la del matrimonio de Xie Ye (Shanghái, 1956) y Gu Cheng (Beijing, 1956). Ambos militaron estéticamente en el bando de los poetas brumosos y se casaron en 1983. Xie Ye fue poeta y se destacó también por sus trabajos de prosa. Gu Cheng fue uno de los escritores más importantes de su generación, autor de culto en China tras su muerte. En 1988 se exiliaron en Nueva Zelanda. Gu Cheng enseñaba chino en la Universidad de Auckland y tuvieron un hijo al que dieron en adopción. Gu Cheng se enamoró de una de sus estudiantes, Li Ying, a la que Xie Ye invitó a vivir con ellos en una extraña relación abierta. Padeció este trío la pobreza extrema pero aun así emprendió un viaje a Alemania. Fue entonces que la estudiante huyó con un profesor de artes marciales. Gu Cheng enloqueció e intentó estrangular a su esposa. Fue el primer aviso. El 8 de octubre de 1993, en medio de una historia de celos y desequilibrio mental, Gu Cheng atacó a Xie Ye con un cuchillo y posteriormente se ahorcó.

El poema de Xie Ye es traducido por Diana Sofía Calderón y Alí Calderón. Aparece en el volumen Una soledad de cien años. Nueva poesía china 1916-2016 (Valparaíso México / Círculo de Poesía, 2016). El poema de Gu Cheng es traducido por Javier Martín Ríos del volumen Poemas oscuros. Antología de Gu Cheng (China International Press, 2015).

 

 

 

 

 

 

GU CHENG

 

Nota biográfica

 

Yo soy un triste niño
que nunca llegó a crecer

 
Desde las extensas praderas del norte
partí, bordeando
un camino de pelo blanco, cruzando
ciudades tachonadas por ruedas dentadas
cruzando estrechas calles, angostos callejones
cobertizos de madera. Cada corazón

 
en la borrosa niebla
continua contando una verde historia

 
Yo confío en mi oyente
-cielo, aún
salpican gotas de agua sobre el mar
ellas me cubren por completo
cubren a ese incapaz de ir en búsqueda
de la tumba. Yo sé
que en aquel tiempo, todas las hierbas y flores pequeñas
podían agolparse
en un instante en torno a la opaca luz de la lámpara
para besar suavemente su tristeza

 

 

 

 

 

 

XIE YE

 

 

Al fin doy la espalda

 

 

Por fin doy la espalda.
A lo lejos se oyen risas.
Los ojos de las arañas
aún se arrastran en el callejón.
En el camino seco nadie ríe.
El viento deja sus huellas.
Florecen remolinos de dorado polvo.
La primavera entrecierra los párpados.
Detesto el viento,
tampoco le temo.
Voy a olvidarlos a mi modo
y caminaré siguiendo el llamado de la costa.

Hay barcos viejos,
jarrones y conchas despostilladas.
El agua es azul y brillante
y cubre la paz eterna.
Seré del mar, voy a pertenecerle.
La vida verdadera. La espuma de las olas.
Consagraré las flores y amaré el coral
sacrificándose a sí mismo.

 

 

 

 

 

 

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