Breve suma, la poesía de Joaquín Pasos

Casasola Ediciones, en su colección de Clásicos Centroamericanos publica, editado por Roberto Carlos Pérez y con prólogos de Jorge Eduardo Arellano y Amelia Mondragón, Breve suma, del poeta nicaragüense Joaquín Pasos (1914-1947). Explica Roberto Carlos Pérez que “Joaquín Pasos comenzó a seleccionar los poemas de Breve suma asistido por su primo Pablo Antonio Cuadra, posiblemente dos años antes de su muerte. De los más de cien poemas que de él conocemos, Pasos eligió mayormente aquellos compuestos en la década de los cuarenta y muy pocos de su temprana juventud”. Proponemos la lectura del prefacio de esta reedición.

 

 

 

 

 

 

 

Prefacio

 

 

En un espíritu alerta como el de Joaquín Pasos, los temas de la poesía: el tiempo, el amor y la muerte palpitan hasta mover los cimientos. Por eso quienes en Nicaragua insisten en llamarlo el «poeta joven», epígono de Vicente Huidobro, o incluso el poeta que exalta al mestizo cuando fue el primero en Nicaragua en representar al indio, reducen, quiéranlo o no, las posibilidades interpretativas de su obra.

El genio de Joaquín Pasos no radica en haber compuesto precoces y buenos versos sino en elevar un intenso canto, a veces jubiloso y otras lastimero. A este tipo de poesía, brotada de los más profundos sentimientos de los seres humanos, los griegos llamaron lírica. Joaquín Pasos afinó la lira en una época y en un siglo que bien podrían llevar el nombre de un poemario de Rimbaud: Una temporada en el infierno.  

Decir eso, sin embargo, es expresar una obviedad. Pero decir que sus poemas muestran ya desde los catorce años a un hombre de gran anchura anímica es anunciar algo, por simple que parezca, que obligaría al joven lector a replantearse lo que de Joaquín Pasos hemos aprendido en Nicaragua. A esos jóvenes va dedicada esta edición de Breve suma.  

Joaquín Pasos comenzó a seleccionar los poemas de Breve suma asistido por su primo Pablo Antonio Cuadra, posiblemente dos años antes de su muerte. De los más de cien poemas que de él conocemos, Pasos eligió mayormente aquellos compuestos en la década de los cuarenta y muy pocos de su temprana juventud. Inexplicablemente dejó fuera algunos tan notables como «Ontología de la sombra», «Cuatro» y «Ferrotipo de una dama»; lo que parece decir que, para el final de su vida, se identificó más con esta selección en la que impera el patetismo y la melancolía.

En Joaquín Pasos la lengua relumbra para traspasar la agobiante realidad que relatan muchos de sus poemas: la guerra, el sufrimiento de los indios nicaragüenses en la primera mitad del siglo XX, la ruina, el deterioro, la chatura espiritual de una sociedad imbuida en la fiebre del progreso, etcétera. Pero también el gozo de un ardiente encuentro nupcial en una muy nicaragüense versión del Cantar de los cantares. Así «Las bodas del carpintero».

Por esa disposición emocional que lo impelió a percibir la desintegración de los seres humanos y de las cosas, Joaquín Pasos erigió una magnífica obra que ahora ustedes, los lectores, tienen en sus manos.

Para entregarles este trabajo hemos consultado al menos cinco ejemplares de la edición príncipe de Breve suma, publicada en 1947 por Editorial Nuevos Horizontes, ya que, por alguna razón que desconocemos, cada uno de estos cinco ejemplares contienen errores que los otros cuatro no contemplan. Dichos ejemplares fueron localizados tanto en Nicaragua como en diversas universidades de los Estados Unidos.

Las lamentables erratas que pueblan sus páginas van desde la incorrecta paginación y la inconsistencia en el orden de los poemas, seguramente por yerro de la imprenta, hasta palabras mal escritas y vacilaciones en la puntuación, perpetuadas posteriormente en diferentes antologías.

Para el tiempo en que las galeras de Breve suma se encontraban en marcha, Joaquín Pasos estaba próximo a morir, de modo que no pudo corregirse a sí mismo. Por eso hemos cotejado todos los poemas de esta su antología personal con las versiones aparecidas originalmente en revistas y periódicos de la época.

Dicho trabajo nos dio la pauta de cuándo enmendar lo que intuimos debía ser modificado -una preposición mal puesta o ausente, incongruencias en la puntuación algunas veces tachadas o negligentemente añadidas por subsiguientes editores, versos mal copiados, etcétera- a fin de dejar al poeta en la correcta luz y el brillo que le corresponde.

Los lectores podrán contrastar estas correcciones con Poemas de un joven, laantología editada por Ernesto Cardenal en 1962 que ha servido, pese a sus erratas, como faro para posteriores reimpresiones de la obra de Joaquín Pasos, entre ellas la de Editorial Nueva Nicaragua en 1983, la del Festival Internacional de Poesía de Granada en 2005, y la compilación editada por el crítico Oscar Hahn en 2010 bajo el título Poesía completa.

Sabido es que el prodigio de la poesía radica en mostrar el misterio de la libertad humana. Dicha libertad está en decir lo que nadie quiere escuchar, pues la voz del poeta parece baladí ante las potentes vibraciones de la historia. Esto suele conducir a un enigma todavía mayor: ese que emana de la manera cómo el crítico percibe lo que el poeta, ansioso por derribar los entrepaños que encierran los aciertos y desaciertos de su época en virtud de hacerlos ostensibles a sus huidizos lectores, dice entre líneas.

Si este prefacio y las notas aclaratorias, más los tres prólogos que anteceden a los poemas divergen entre sí, es porque la obra de Joaquín Pasos es una mina cuyo oro hay que cribar con diferentes harneros a fuerza de dejar al descubierto, en un íntegro empeño colectivo, lo que el poeta ha dicho.

Esta edición de la Breve suma que Joaquín Pasos le hurtó al tiempo, al suyo personal y al de las guerras, sale a la luz por primera vez desde su publicación original en la fecha anteriormente mencionada. Que sirva, pues, para escuchar la voz de un poeta que sigue cantando empecinadamente, aun en este siglo de calamidades y desventuras que, como el suyo, se deshace, sin que lo notemos, por la «fuga de carne, de miedo, días, cosas, almas, fuego».

                                                                                                          

                                                                                                                        Roberto Carlos Pérez

 

 

 

 

 

India caída en el mercado

 

Pobre india doblada por el ataque
todo su cuerpo flaco ha quedado quieto
todo su cuerpo sufrido está pequeño pequeño
todo su cuerpo tronchado es un pajarito muerto.
Su corazón —¡ah corazón despierto!— pájaro libre,
pájaro suelto,
Carlos, ha dormido un momento.
Ella se desmayó, la desmayaron.
Al lavarle el estómago los médicos
lo encontraron vacío, lleno de hambre,
de hambre y de misterio.
Muy doloroso cuadro, Carlos.
Muy doloroso y sumamente amado.
Han volteado su cara —¡ah oscura palidez!—. Con el
derrame
las yugulares están secas y la sangre
huyó secretamente, ¡ah,
la viera su madre!
Cerca, Carlos, cerca del occipucio
una moña chiquita se desgaja
y deja ver en la nuca una cruz blanca.
Tan cerca de la muerte y tan lejana,
su vida vale mucho, vale nada.
Los lustradores esperaban
obscenidades al levantar la falda
pero ella tiene una desnudez muy médica,
un lunar en la espalda,
y da la impresión de un ave herida
cuando cae su brazo como un ala.

Abran, abran
todas las gentes malas sus entrañas
y no encontrarán nada.
Ella tiene un ataque
que no lo sabe nadie.
Un ataque malo,
Carlos.

 

 

 

 

 

 

 

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