Girondo y Lange: el indisociable engarce poético

Omar Alejandro Ángel Cortés nos acerca a las relaciones entre las obras de Oliverio Girondo (1891-1967) y Norah Lange (1905-1972). Nos pone ante “una suerte de vasos comunicantes entre las obras poéticas de Oliverio Girondo y Norah Lange, la manera en la que, bajo el hilo conductor del amor, un poeta responde a otro y cómo ellos mismos, a manera de numen, son el disparador creativo en algunos casos.

 

 

 

 

 

 

 

Girondo y Lange: el indisociable engarce poético

 

 

Se dice, en síntesis, que la poesía debe ser de nuestro tiempo, una noticia que jamás deje de serlo y que cualquier situación es poetizable, cualquiera. Ante esa situación, que deviene en problemática para el creador dedicado por entero a su ministerium, surge el imperdonable cuestionamiento acerca sobre qué material, en palabras de Adorno, es el efectivo en la poesía, cuál es el contemporáneo e inagotable. Oliverio Girondo y Norah Lange, ese matrimonio además literario, dan quizás, consciente o inconscientemente, una de tantas respuestas posibles a ello. Así, en este caso será el amor el motor y móvil, además de canal y código para la creación poética. Utilizo algunos versos de José Carlos Becerra para explicarme: en la poesía de estos personajes, cada palabra resulta un sitio para mirarse, una boca para acercarse al otro, otro modo de tomarse por la cintura o por el mundo, cuando la mirada del amado o amada y el atardecer son la misma persona. Las líneas siguientes, entonces, darán un panorama de por qué la creación de estos dos argentinos resulta un puente amoroso y cómo, mediante algunos mecanismos, dicha poesía es totalmente perdurable, inmutable.

         Debo aclarar que el trabajo que aquí presento resulta el prólogo de una investigación un tanto más amplia y que, por el momento, sólo considero el trabajo poético y no el narrativo de estos autores, dentro de la clasificación general; me refiero, claro está, a Cuadernos de infancia e Interlunio, obras en las cuales el paratexto de las dedicatorias sugiere el engarce referido anteriormente. De soslayo, sirva lo siguiente para esclarecer tal afirmación: en Interlunio, Girondo señala: “A Norah Lange” (191) como receptora especialísima de su narración poética por más surrealista y, a manera de respuesta –pues ambas obras se publican en 1937–, su futura esposa dedica a través de “A Oliverio Girondo –cuyo elogio siempre resultaría mezquino– por su severa, generosa y paciente culpabilidad en este libro” (Lange 371). Por llamarlo de alguna manera, este clímax paratextual no resulta gratuito, sino que, como es natural de lo humano, evidencia la parte más álgida de una construcción poética y personal a lo largo del tiempo. Por dicha razón, resulta de mi interés el descubrir y demostrar cómo se entretejió tal relación. Sin el afán de aburrir al lector con datos históricos inservibles, sirvan los siguientes para establecer un marco cronológico en el engarce Lange / Girondo. Así, Enrique Molina, en las Obras completas de Girondo menciona que en 1926 “en un almuerzo organizado por el periódico Martín Fierro en honor de Ricardo Güiraldes, al cual asisten todos los martinfierristas, conoce a Norah Lange.” y, posteriormente, señala a 1943 como la fecha del matrimonio de estos dos poetas. Esta cronología me permite situar a las producciones previas a los esponsales como bases poéticas sobre las cuales se tejerá un engarce indisociable.

         En cuanto a Norah Lange, si bien la mayoría de los críticos “procuran domesticar su imagen, presentándola habitualmente en pareja con otro masculino: más musa que escritora” (Lange 11), su obra presenta procedimientos totalmente logrados y dignos de estudio, tales como los “diálogos desdibujados, el yo hablando en el vacío, las hilachas de voz donde los interlocutores se desperfilan, la fetichización de voces, manos, fragmentos de cuerpo” señalados por Sylvia Molloy (16). Es así como doy paso al primer poemario, La calle de la tarde (1925), en el cual se nos permite ver a una creadora quien, quizás por la juventud, localiza a su yo lírico enamorado del amor.

 

En nuestros labios quisieron enarbolarse

como ponientes los gritos.

Luego, los horizontes se romperán como

cuerdas y mi corazón vendrá a mí de nuevo.

Mi corazón ¡tantas veces ido!

(Lange 33)

 

Los versos anteriores dan prueba de aquél yo hablando en el vacío, anhelando la unión con el yo masculino pero que, con los pies en la Tierra, manifiesta su total consciencia sobre la ruptura, ese vaivén al que puede llamársele amor. Afortunadamente, la unión llega a consumarse y, gracias a ello, menciona que “Él acogió mi tristeza. En sus labios el amor / era el alba. Sus palabras me besaban. Y / por el caminito suave de sus miradas, llegué como una canción hasta su alma” (34). El tema, como se dará cuenta el hábil lector, no es nuevo; sin embargo, sí lo es el estilo, el quehacer poético embebido de la relación de la autora con el ultraísmo traído por Borges, “profuso en metáforas, en imágenes imborrables y autónomas que contrastan, por su acumulación, con la brevedad del poema” (Percas 80).

         El crecimiento de la ilusión respecto del amor del yo lírico resulta proporcional al avance del poemario. En “Siempre”, la temporalidad se agota y esfuma, manteniendo todo en lo etéreo y en lo inmanente:

 

Él y yo en lo infinito… siempre. Cuando

el paisaje vino, tú estabas allí de pie…

Luego el paisaje se fue… y tú quedaste para

reemplazar todo hasta lo infinito….

Éramos él y yo. Éramos siempre él y yo…

Éramos el amor, él y yo, el amor solo…

Nosotros desaparecimos tras la grandeza

de ese amor… Era el amor solo… Luego vino

él… y último de todos, yo… siempre yo, bus-

cándole a él…                       

(Lange 36).

 

La posible respuesta por parte de ese amado y amador humanizado años después en Oliverio Girondo se encuentra, a mi parecer, en el texto siete de Espantapájaros en donde el yo lírico se maravilla hasta el hastío del amor circundante:

 

¡Todo era amor… amor! No había nada más que amor. En todas partes se encontraba amor. No se podía hablar más que de amor.

Amor pasado por agua, a la vainilla, amor al portador, amor a plazos. Amor analizable, analizado. Amor ultramarino. Amor ecuestre.

Amor de cartón piedra, amor con leche… lleno de prevenciones, de preventivos; lleno de cortocircuitos, de cortapisas.

Amor con una gran M, con una M mayúscula, chorreado de merengue, cubierto de flores blancas…

Amor espermatozoico, esperantista. Amor desinfectado, amor untuoso…

Amor con sus accesorios, con sus repuestos; con sus faltas de puntualidad, de ortografía; con sus interrupciones cardíacas y telefónicas.

Amor que incendia el corazón de los orangutanes, de los bomberos. Amor que exalta el canto de las ranas bajo las ramas, que arranca los botones de los botines, que se alimenta de encelo y de ensalada.

Amor impostergable y amor impuesto. Amor, incandescente -y amor incauto. Amor indeformable. Amor desnudo. Amor-amor que es, simplemente, amor. Amor y amor… ¡y nada más que amor!

(Girondo 125)

 

Asimismo, el yo lírico de Oliverio Girondo, en ese mismo poemario, manifiesta en el texto doce, a través del giro que tomaron los narradores de vanguardia frente a los géneros consagrados, y como señala Alejandro Higashi, mediante la “narración sucinta que una pluralidad de voces va tejiendo sobre sucesos, hábitos, manías cotidianas que terminan por volverse absurdas: testimonios simples que no se detienen en convención alguna –ni lógica, ni literaria, ni moral, etc. – ni se sorprenden de sus propios extremos” (97), el testimonio del amor. Esto mediante la repetición de verbos en tercera persona plural con pronombre reflexivo, en donde el sujeto queda casi inasible a través de un vago “ellos”. Nuevamente en palabras de Higashi, esta prosa está escrita en “versos endecasílabos con tres braquistiquios cada uno” (103). Me permito la transcripción del poema para su posterior glosa:

 

Se miran, se presienten, se desean,

se acarician, se besan, se desnudan,

se respiran, se acuestan, se olfatean,

se penetran, se chupan, se demudan,

se adormecen, despiertan, se iluminan,

se codician, se palpan, se fascinan,

se mastican, se gustan, se babean,

se confunden, se acoplan, se disgregan,

se aletargan, fallecen, se reintegran,

se distienden, se enarcan, se menean,

se retuercen, se estiran, se caldean,

se estrangulan, se aprietan, se estremecen,

se tantean, se juntan, desfallecen,

se repelen, se enervan, se apetecen,

se acometen, se enlazan, se entrechocan,

se agazapan, se apresan, se dislocan,

se perforan, se incrustan, se acribillan,

se remachan, se injertan, se atornillan,

se desmayan, reviven, resplandecen,

se contemplan, se inflaman, se enloquecen,

se derriten, se sueldan, se calcinan,

se desgarran, se muerden, se asesinan,

resucitan, se buscan, se refriegan,

se rehúyen, se evaden y se entregan.

                                                                                       (Girondo 134)

 

Esta enumeración caótica, situada justo al medio del poemario, además de comunicarse probablemente con algunas de las composiciones de Norah Lange hasta ahora referidas, permite leer entre líneas la posibilidad de la creación a partir del caos: el acto erótico funciona aquí como una pausa, como una recuperación momentánea luego de la plena vivencia del amor. La destrucción y creación suceden incluso, más allá de la forma, en el fondo del texto poético. Así, por referir lo mínimo, somos partícipes de al menos tres actos a)la llegada de los amantes y su encuentro, b) el acto eróticamente sexual en el cual llegan masticarse, penetrarse, chuparse, etc., para luego revivir, reintegrarse y c) la resurrección para la entrega. Tales acciones, a mi parecer, evidencian, más allá de lo cíclico y bello del acto amoroso, el paralelismo con el poema y el acto creativo: en un principio podemos asumir que el poeta se encuentra con la página en blanco, el encuentro; posteriormente éstos llegan a convivir de la forma más animal: se mastican, se dislocan, se enlazan, se perforan, etc. para, finalmente, rehuirse, evadirse y entregarse. En síntesis, Oliverio Girondo emplea al amor como pretexto para crear una poética. De la misma manera en lo referido a Norah Lange, el material resulta de lo más común, más no la manera en la que este es moldeado.

         Retomando la creación de Lange, su segundo poemario, Los días y las noches (1926) manifiesta, a través del “querer que se dice muy despacio” (85), una madurez en cuanto al amor. Ahora la totalidad del funcionamiento del texto se encuentra quizás mediante el recuerdo como hilo conductor. Aun así, la temática amorosa y de entrega se encuentra en versos como los siguientes:

 

Ofrenda

 

Voy a ti, segura y tierna como enredadera

que conoce el camino que va al cielo.

Voy a ti, como la frescura

a la rosa recién abierta.

Como iría el querer a la dicha de verte.

Con el corazón presintiendo

una fiesta en tus labios

voy a ti, sufrida de dicha.

Hoy, estás tú en mí,

         sencillo

como está la luna en la noche callada.

                                                                                        (Lange 107).

 

Poema que podría leerse en paralelo del texto doce de Girondo por su sutil, pero existente, descripción del acto erótico. No quiero que se pierda de vista que, con lo hasta ahora referido, debe caerse en cuenta que, como señala Mario Campaña, “de un modo u otro, entre los años veinte y cuarenta, en una atmósfera intelectual de agitación, diversidad y riqueza, se introdujeron en la poesía latinoamericana nuevos temas, procedimientos y formas poéticas, que, en conjunto, consolidaron el género en un territorio de gran libertad temática y formal, lejos de los estertores epigonales que había dejado la gran poesía modernista” (123). La novedad referida, dando un salto cronológico en la producción poética en cuestión, encontrará la ascesis de la palabra en En la masmédula. No obstante, encontraremos también al vaso comunicante entre Norah y Oliverio mediante una volcadura “hacia una soterrada búsqueda del amor: del contenido obliterado mediante una trabazón silábica: la paulatina y exagerada mixture de enjambres tímbricos. Furor fónico” (Carrera 64). La novedad en y de la funcionalidad, la búsqueda y creencia del sentido, así como la invención del mismo mediante el eje amoroso se encuentran en versos como los de “Angelnorahcustodio”, poema no reunido en volumen y que corresponde a dicha temporalidad:

 

Ante el acorde vuelo epistolar que orquesta la Stradivarius Lila
el balbuciente arpegio tras la barbasordina
sobre las niñaslámparas
que tan celestemente alucinan tu sala
con su silencioaraña
sus sorbos de crepúsculo
y ese caballo muerto en el espejo
por tu arcángelrelámpago.

Noche tras noche y tardes
presencié el desdibujo prolijamente exacto de sus
nublados gestos musicales
y sus yacentes diálogos ante lacios retratos en 
siemprevela ardida
y parpadeantes copas de fiebre alcohol latido
y una vez más
sin máscara de exasperante grillo conyugal Aristarco quiero
darte las gracias por la capota en llanto
los guantes esponsales
y el diáfano misterio que estremece tus hojas
de angelcustodio mío.

                                                                                        (Girondo 304).

 

Con lo hasta ahora mencionado mi intención no ha sido más que la de proponer una suerte de vasos comunicantes entre las obras poéticas de Oliverio Girondo y Norah Lange, la manera en la que, bajo el hilo conductor del amor, un poeta responde a otro y cómo ellos mismos, a manera de numen, son el disparador creativo en algunos casos.

Como menciona Bajtín, amparado bajo el nombre de un alumno suyo, Pavel N. Medvedev, “cada género es capaz de abarcar tan sólo determinados aspectos de la realidad. Cada género posee determinados principios de selección, determinadas formas de visión y concepción de la realidad, determinados grados en la capacidad de abarcarla y en la profundidad de penetración en ella” (210). El motivo de recordar aquí una de las afirmaciones de este filósofo del lenguaje radica en que, si bien cada género tiene sus propias limitaciones, en el caso del amor como puente entre dos humanos y para la creación poética, estos lindes comienzan a desdibujarse mediante un trabajo atento y dedicado, en la entrega de, en palabras de Norah Lange, unos besos que se dan despacito.

 

 

 

 

Bibliografía general

 

Bajtín, Mijail. El método formal en los estudios literarios. Prólogo de Amalia

Rodríguez Monroy, versión española de Tatiana Bubnova. Madrid: Alianza, 1994.

 

Campaña, Mario. “Mujeres poetas en la renovación poética latinoamericana”.

Guaraguao,Año 3, No. 8 (Spring 1999), pp. 123-158.

 

Carrera, Arturo. “Las niñas que nacieron peinadas”. Cuadernos

hispanoamericanos, 529 / 30 (Julio-Agosto 1994), pp. 63-69.

 

Girondo, Oliverio. Obras completas. Buenos Aires: Losada, 1968.

 

Higashi, Alejandro. “Receta para arrancar las telarañas que el hábito y la

costumbre tejen de        continuo: Espantapájaros (al alcance de todos)”. La Palabra y el Hombre, octubre-diciembre 1997, no. 104, pp. 107-126

 

Lange, Norah. Obras completas. Tomo I.Rosario: Beatriz Viterbo, 2005.

 

Percas, Helena. “Norah Lange y su Poesía”. Hispania, Vol. 36, No. 1 (Feb.

1953), pp. 79-84.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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