33 + 1 voces de la poesía uruguaya actual: Carlos Liscano

“La noche amarilla. 33 + 1 voces de la poesía uruguaya actual” es un dossier que ha preparado Marisa Martínez Pérsico para los lectores de Círculo de Poesía. Su objetivo es visibilizar y difundir un repertorio de voces que se inscriben en distintas tradiciones líricas, es decir, mostrar una parte de lo que acontece en la poesía oriental a partir de cuatro criterios: diversidad discursiva y/o estética, integración equitativa de poetas mujeres y hombres, integración generacional (de por lo menos cuatro promociones etarias) e inclusión de poetas que escriben fuera del país (en Argentina, Brasil, México, España y Suecia). [Lee la introducción a esta muestra aquí] . 

Leemos una selección de «Relato para una hija sobre su padre» y otros poemas en prosa de Carlos Liscano (Montevideo, 1949). Ha escrito narrativa, teatro y poesía. Es traductor del sueco. Fue director de la Biblioteca Nacional de Uruguay de 2010 a 2015. Estuvo en la cárcel por motivos políticos entre 1972 y 1985. Obras de teatro suyas han sido puestas en escena en Uruguay, Francia, Canadá, Estados Unidos, México, Costa Rica, Colombia, Argentina, Bélgica, Brasil, España y Suecia. Sus obras han sido traducidas al inglés, alemán, catalán, sueco, italiano, árabe y francés. Trabajos sobre su narrativa han sido publicados en Uruguay, Argentina, Francia, Brasil, Alemania, Italia, Estados Unidos, Chile, incluyendo tesis de doctorado y de maestría.

 

 

 

 

 

MOTIVO BANAL PARA NO CAMBIAR DE SITIO

 

1

 

Uno deja un sitio por otro buscando un alivio. Se va a otra ciudad, otro país. Donde nadie lo conoce la vida puede llegar a ser fácil y, con suerte, quizá también bella.

Pasan semanas, meses. Un día, caminando por una calle de nombre extraño, en una ciudad de nombre impronunciable, donde se habla un idioma inaprendible, ocurre la sorpresa. Uno ve venir a un individuo de cara conocida, que carga viejas cosas conocidas todavía por hacer, viejas preguntas conocidas todavía por responder, antiguos errores conocidos todavía sin explicar.

Es él, el que abandonamos, que no se ha olvidado de uno. Se acerca, y ni siquiera necesita decir que viene porque la vida no sólo continúa, sino que sigue siendo lo que era.

 

 

 

 

2

 

Camino ciudades, pueblos que no conozco, y de los que nunca recordaré el nombre porque no sé ni me interesa aprender cómo se llaman.

Lejos, allá muy lejos, hay una ciudad donde yo sé todo, una ciudad donde vivo de memoria, donde nunca nadie, excepto yo mismo, me pregunta qué hago en ese sitio.

Aquí, en estos pueblos, me muevo lento, y tengo la desventaja de estar casi siempre desorientado por no saber. Pero también la liviandad de sentir que puedo dejarme ir, porque aquí no soy.

Es una tentación: en un lugar desconocido se puede ser ligeramente irresponsable, desentenderse, mirar el mundo como si fuera ajeno.

Pero al tiempo, meses o años después, el individuo inventado para poder vivir aquí también habrá inventado nuevas preguntas. Entonces los problemas se duplican. Porque las antiguas, las del otro, también siguen esperando su respuesta.

Ese es el motivo por el que uno regresa y no quiere moverse nunca más del sitio: para no ser dos.

 

 

 

 

PASAJERA DUDA DE UN PROFESIONAL

 

El Hombre Convencido es, nada más, un profesional que trabaja para una causa digna e intenta hacerlo lo mejor que puede.

Ahora el Hombre Convencido ha hecho una pausa en la noche.

Tiene una hija a la que ama, recuerda el cariño con que lo quiso su madre. Su padre, que todavía vive en la casa en que él fue niño, es un buen vecino.

Esta noche, como le pasa a todo el mundo, el Hombre se hace preguntas, lo agobia su trabajo, bebe demasiado.

Enseguida la duda pasa. El Hombre Convencido vuelve renovado de la cena y dice: “Bien, ¿dónde habíamos quedado?” al prisionero que cuelga del techo.

 

 

 

 

 

RELATO PARA UNA HIJA SOBRE SU PADRE

 

Una noche viniste de mujer a mi casa y me preguntaste cómo era tu padre.

Yo ya tenía casi cincuenta años y me había preparado un cuarto de siglo para contestarte.

“Tu padre, recuerdo que empecé, para mí todavía tiene veintitrés y sigue siendo mi amigo.

Era un muchacho que fumaba mucho. Andaba por la ciudad como un campesino entre terrones y a veces le dolían las muelas.

Le gustaban los niños y tenía la pura pasión de la dignidad.

Recuerdo exactamente cómo y dónde lo mataron: vos tenías seis días.”

 

A las cinco de la mañana, después de hablarte toda la noche, me di cuenta de que no te había dicho lo más importante.

Porque las ideas por las que un día estuvimos dispuestos a morir, aquellas por las que algunos de los nuestros murieron, dejaron de ser las ideas por las que hoy estaríamos dispuestos a morir.

Aunque debí, no pude decírtelo.

 

 

 

 

 

LA FILA INTERMINABLE

 

En algunos momentos soy el imbécil que siempre se deja mandar por mediocres.

En otros momentos soy el mediocre que siempre encuentra imbéciles que van pidiendo a gritos que se los mande.

Mis imbéciles a su vez son mediocres que tienen imbéciles propios.

En un tiempo esta reflexión estuvo a punto de perderme.

Sentía que de ese modo la Humanidad no iba por buen camino.

Llegué a pensar que tal vez si yo me salía de la fila dejaría de ser imbécil y mediocre.

Convertido en un ser diferente y divino, los salvaría a todos.

Un día dejé mis dos papeles y me largué a campo traviesa.

Enseguida vino un mediocre y me mandó volver a la fila. Obedecí y regresé a mi puesto.

Mis mediocres me esperaban en su sitio. Y también mis imbéciles, que echaban de menos a su mediocre, que se les había perdido de vista.

Nunca más intenté fugarme.

Desde entonces marcho, no feliz, pero sin preguntas: pim pam, pim pam, pim pam. Como debe ser, con mis hermanos, por el sendero circular.

 

 

 

 

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