“La noche amarilla. 33 + 1 voces de la poesía uruguaya actual” es un dossier que ha preparado Marisa Martínez Pérsico para los lectores de Círculo de Poesía. Su objetivo es visibilizar y difundir un repertorio de voces que se inscriben en distintas tradiciones líricas, es decir, mostrar una parte de lo que acontece en la poesía oriental a partir de cuatro criterios: diversidad discursiva y/o estética, integración equitativa de poetas mujeres y hombres, integración generacional (de por lo menos cuatro promociones etarias) e inclusión de poetas que escriben fuera del país (en Argentina, Brasil, México, España y Suecia). [Lee la introducción a esta muestra aquí] .
Iniciamos este recorrido con “Radioterapia y otros poemas” de Alfredo Fressia (Montevideo, 1948). Es poeta y traductor. Enseñó letras francesas durante 44 años. Profesor de Literatura, fue destituido de la enseñanza por la dictadura uruguaya. Se instala entonces en São Paulo, Brasil, donde reside desde 1976. Ha ejercido la crítica literaria en medios de Uruguay, Brasil y México. Su obra poética ha sido traducida al portugués, inglés, francés, rumano, italiano, griego, turco, árabe y macedonio. Su primer poemario fue publicado en 1973. Recibió varias distinciones (Premio Nacional de Poesía, Premio Bartolomé Hidalgo, Premio Morosoli a la trayectoria, entre otros) y fue jurado del Premio internacional Pablo Neruda junto a Ernesto Cardenal. En 2018 fue declarado “Ciudadano ilustre” de su ciudad natal por la Alcaldía montevideana. Dictó clases en Marshal University, WV, Ohio State University de Columbus, Fundación para las Letras Mexicanas, entre otras instituciones. Ha presentado su obra en países como Uruguay, Brasil, Chile, Argentina, Colombia, Nicaragua, República Dominicana, México, EEUU, Francia, Turquía, Ecuador, Marruecos. Sus poemarios más recientes son La mar en medio (2017, Ed. Lisboa, Buenos Aires, y Ed. Civiles Iletrados, Montevideo) y las antologías Clandestin (Harmattan, París, 2013, bilingüe), Susurro Sur (Valparaíso México, México, 2016) y Radici del Paradiso (Fili d’Aquilone, Roma, 2018, bilingüe). Su último libro, de crónica/ensayo, es Sobre roca resbaladiza. Recuerdos y reflexiones de un poeta (Editorial Lisboa, Buenos Aires, 2019).
HORA DE SAL
Esta es la hora amarilla de los lobos.
Esta es la hora de los huesos incendiados
como columnas huecas al pie de su derrumbe.
(Hay dos mil pistas de sabuesos
hasta las uñas profanadas de todas las estatuas)
Esta es la hora compuesta en que el actor sudado
grita su penúltimo monólogo
y en la playa la roca no resiste su horrible desnudez,
la arena silba su delirio
en la boca esquelética del pez muerto y reseco.
El grito del actor cava un túnel de miedo
porque esta es la hora de los lobos,
porque esta es la hora de la sal amenazando
la espalda agotada de las cruces.
Esta es la hora en que vuelven el lomo los relojes.
Esta es la hora en que el hueso no resiste su desvarío de siglos.
Aquí ya no soporta el polvo sus columnas.
Se derrumban las torres en sal y dinamita
para quebrar el último grito de la estatua.
Aquí la boca rota de las piedras.
RADIOTERAPIA
Piense en un velero, él se desliza
sobre el mar casi rosado del atardecer.
No se ve el joven marinero, sin embargo
piense en un pescador,
labra lento el paciente epitelio del mar.
Piense ahora en un tumor, casi inmóvil,
en la incierta galladura rosada
hundida a medias en la glándula
y repita que no, que no navega.
DESPUÉS
Ahora tras el canto, después de la sirena,
cuando vuelve el silencio a remediar el mundo,
cuando la mano acerca su flor hacia la tierra
y puntea un poema profundo porque es mudo.
Y después de los siete pecados capitales
y de tantas virtudes a las que renunciamos
y de tantos errores, de los imperdonables,
y tan pocos aciertos a los ojos humanos.
(A los ojos de un Dios hemos de ser muñecos
sin voluntad ni fuerza, de la nada a la nada
no viajamos, el viaje nos lleva a pesar nuestro
y somos del destino los caballos de carga).
Y los que cometieron el pecado mortal
de no haber cometido pecado alguno, o casi,
porque el solo estar vivo es condena fatal
de un pecado anterior que hizo esta vida frágil.
Justos o pecadores, que poco importa al polvo,
grabamos nuestra muerte, la historiamos de olvido
para hacer de los huesos brillo ardiente en el lodo
y morder en la noche raíz de paraíso.
PENITENCIA
Paso la noche ordenando los juegos imprudentes del insomnio, hago madejas
con los hilos de seda sueltos en mi sambenito. Digo piedad.
Tejí entre las costillas las dos alas de San Andrés, punto cruz
de un viejo talismán contra el remordimiento.
Llovió. Oigo la gotera en la cocina mientras rezo
para que surjan otra vez brillantes, madre mía, las murallas de Ur
húmedas sobre la arena, la sábana tibia de mis hecatombes,
gansos que degollé en el Capitolio. Quiero volver al vientre
y velo inmóvil sobre la tela de arañas venenosas. Las cuento
una por una, hasta que sucumban hambrientas como pensamientos.
Rezo. La gotera no cede en la cocina. Acostado
soy blanco y gigante como el arrepentimiento. Vivo para pedir.
Perdón por la memoria porosa de la arena, perdón
si hundo mi oído en la almohada de plumas
y me oigo flotar tras la muralla, Amén.
PARÉNTESIS
Cuando nací el sexo fue un destino. No se puede elegir ser poeta.
De las mujeres nunca amé a ninguna sin duda porque las amé en bloque. Fue un amor largo y sin alegría. Ellas también me amaron sin deseo y sin gozo.
Las miré con la nostalgia de una vida más bella. Cuando quise ser mejor quise ser mujer.
Después me olvidé. Devoré la costilla de Adán en la travesía del desierto. Fui hombre, poeta, amé a otros hombres. Tuve hambre.
Llegué a la playa de este mar eterno, al sur del Brasil. Mi olor es de sal virgen y de yodo azul. Sé que una mujer devolverá al mar el pez con una moneda en la boca.
Ella escribe mi poema. Yo aguardo.