Presentamos dos poems de Luis Mallarino (Colombia, 1986), ganador del Premio Internacional de Poesía Paralelo Cero 2020. Mallarino es poeta y narrador. Premio distrital libro de narrativa, ciudad de Barranquilla, 2017. Tercer lugar, concurso nacional de poesía Casa Silva, 2016. Tres veces ganador del concurso nacional de cuento infantil Comfamiliar Atlántico (2011, 2013 y 2014). Premio distrital libro de poesía, ciudad de Barranquilla, 2013. Segundo lugar, concurso nacional de poesía Andrés Barbosa Vivas, 2011. Mención de honor, concurso nacional de cuento de la Universidad Metropolitana, 2015. Mención en el concurso nacional de poesía “Isaías Gamboa”, 2005. Ha publicado, para adultos, Toda la lluvia era nuestra (2018), libro de relatos. Y, para público infantil: El abominable monstruo devorador de papel higiénico (2011); La venganza del salchichón cervecero (2013); y Tarzán contra Papá Noel (2014).
CASOS DE LA VIDA REAL
El mejor músico de mi generación
consiguió empleo en un call-center
—turno de noche—.
De sus diademas brota
el ruido de las hachas medievales,
la canción imaginaria de los australopitecos,
la tos de los enfermos de América Latina,
el último discurso de Salvador Allende
y un verso inexplicable de León de Greiff.
Del otro lado de la línea
un gringo furibundo se rasga las vestiduras
—discuten en La mayor
soledad—.
El más cercano a Cristo de mi generación
trabaja clandestino matando caimanes;
las pieles son enviadas a Tailandia por barco
y también por barco llegan los salarios,
por eso tardan tanto, dicen los jefes.
El mejor poeta de mi generación
fue internado en un hospital psiquiátrico.
Enfermeras armadas con jeringas y ungüentos
lo atormentan.
Cada vez que tiene un verso entre labios
lo hacen tragar su medicina
y el verso.
El mejor matemático, flaco y desgarbado,
—el número pi está errado, me dijo un día—
se hizo instructor de gimnasio
no se sabe cómo.
El mejor narrador que conocí
dicta clases de ética en Tubará,
sin ética alguna,
con una profunda debilidad
hacia las niñas que se escarban
los muslos bajo la falda.
El mejor preparador de jugos de naranja,
catorce años después,
sigue preparando jugos de naranja
en una choza fúnebre.
El sueño de convertirse en multinacional
quedó en el saco de las frutas podridas.
La mejor humorista que conocí
murió en la absoluta miseria
(el cuerpo lleno de catástrofes,
la dentadura triste,
el rostro hecho de pánico y soledad).
La muerte sonrió.
UN POCO DE SOMBRA Y UN BESO
Ayer descubrí que mi vecino
es vendedor de aguacates.
Lo vi salir al amanecer
con su disfraz de árbol encantado
y no pude ocultar el asombro:
la palangana enorme
sobre la cabeza florecida,
el tronco firme,
las sandalias vueltas raíces.
Nunca antes había visto
a un vendedor de aguacates
salir de una casa
—de su propia casa—.
He vivido,
no sé cuántos meses, a su lado.
De tanto verlos calle arriba
creí que vivían, plantación adentro,
junto al árbol que los vio nacer,
y que dormían entre los frutos caídos
como otro fruto caído.
Ahora sé que están entre nosotros
ocultos, como agentes secretos
de un estado fallido.
Antes de partir
deja caer sobre su pequeña
un poco de sombra y un beso;
ella agita su mano hasta que él
es solo un ramaje difuso
al borde del camino.
Una corriente de aire
lo estremece a lo lejos,
lo tambalea, y
yo me pregunto,
cuántos aguacates habrá que vender
para tener derecho al paraíso.
En ese momento
ella me descubre y sonríe
—le calculo un año y medio o dos
sobre el mundo—.
Su padre se ha ido,
y ella ríe.
Quizá piensa en lo ridículo que me veo
sin palangana y sin raíces.