“La noche amarilla. 33 + 1 voces de la poesía uruguaya actual” es un dossier que ha preparado Marisa Martínez Pérsico para los lectores de Círculo de Poesía. Su objetivo es visibilizar y difundir un repertorio de voces que se inscriben en distintas tradiciones líricas, es decir, mostrar una parte de lo que acontece en la poesía oriental a partir de cuatro criterios: diversidad discursiva y/o estética, integración equitativa de poetas mujeres y hombres, integración generacional (de por lo menos cuatro promociones etarias) e inclusión de poetas que escriben fuera del país (en Argentina, Brasil, México, España y Suecia). [Lee la introducción a esta muestra aquí].
Leemos una selección de «Carta a Borges» y otros poemas de Jorge Arbeleche (Montevideo, 1943). Es poeta, profesor de Literatura, ensayista y crítico literario, es miembro de número de la Academia Nacional de Letras de Uruguay y de las Reales Academias Española y Gallega. Autor de una abundante obra poética, ha sido traducido al portugués, italiano, francés, farsi, ruso, a la vez que integra varias antologías españolas e hispanoamericanas y recibido premios y distinciones diversas en Uruguay y el extranjero. Sus títulos más recientes son Canto y contracanto (Lima, 2012), Parecido a la noche (Madrid, 2013), Mito (Madrid, 2015), Peregrino (Madrid, 2016) y Carta a García Lorca y otros poemas (Guadalajara, 2017). En ensayo y crítica literaria, se destacan sus estudios sobre los poetas Antonio Machado, Vicente Aleixandre, García Lorca, Sara de Ibáñez y Juana de Ibarbourou. El repetido escándalo del gallo (Estuario, 2018) es una antología seleccionada por Martha Canfield y Hebert Benítez Pezzolano, que celebra medio siglo de creación poética, con ediciones simultáneas en España y en Uruguay.
CARTA A BORGES
Ya no seré feliz, tal vez no importe,
nos dice usted en admirable verso.
Lo admiro mucho, Borges, pero lo quiero poco.
Usted de mí no sabe nada, y poco importa.
Yo soy ese su poeta menor de antología
el que no diera nunca al sueño
la sublime sonata que soñara Darío.
Y yo a usted no le creo cuando
dice que tal vez ser feliz importe poco.
Porque a mí sí me importa y
a todos los hombres nos importa.
Hemos amado
y a veces también nos han amado
(cumplida fue la ley de oferta y de demanda).
Pero el amor se gasta, Borges,
y no lo rescatan cartas ni retratos. Triste, ¿verdad?
Inútil es dar vueltas al asunto.
También se vuelve a amar de nuevo, ¿es cierto?
Pero no alcanza, Borges, porque la felicidad
es más que un rostro una presencia un nombre
es todo eso
y el aire que los cubre
y el cielo que los mira
y el suelo donde pisan
presencia rostro y nombre.
Y es eso y otra cosa y no sabemos
y puede también tener otros colores
acaso el de la infancia, cuando la Nochebuena era
la noche de la magia.
EL OFICIANTE
Para Enrique Ruiz Corbo
Intenta arrancar las palabras del silencio
a golpe a veces del martillo o punta de punzón
bloque feroz o muro de clausura
otras de cincel estéril labranza de la piedra
extirpa alternada esquirlas de sonido
polvareda aislada de sílabas o letras
ofrendadas en altares no se sabe
a qué dioses en secreta oración
plegaria minuciosa desplegada
sobre un eco venido de no se sabe
donde lo desprendido sobrevuela
retorna entonces el reino original
se ve aquello que se escucha
se palpa se huele cada voz
se saborea ya no la piel
si la semilla se aprende a pelar
cada vocablo de su cáscara
como devotamente se pela cada fruta
se desprende la envoltura sedosa del durazno
hasta alcanzar toda la arruga del carozo
una a una regresan las palabras al silencio
cumplido fuera del oficio de los nombres
lo que no se nombró dormita en la antesala
de la ausencia aguarda el oficiante
la clausura del círculo del rito
la sinfonía frutal se calla reposa
resplandece.
EL BOSQUE DE LAS COSAS
A Leonardo Garet y a Selva Casal
Nunca están todas las cosas en su sitio.
Ni antes ni después de la tormenta. Siempre
hay un desborde una arruga un pliegue
fuera de lugar. Una vez sola –a veces–
se juntan la aguja del reloj que da la hora
con el eje del minutero y del segundo.
Pero una sola vez. Y no se advierte.
Porque aquel aire que fue primero brisa
luego ventisca o ráfaga o tornado
no vuelve más al aire. Y el ventarrón
arranca la careta feliz de la sonrisa y muestra
la mueca del dolor y el disimulo
la raja de la angustia electrizada
ka que se esconde la que no se nombra
la que se calla la que no se escribe
–pudor vergüenza miedo rebeldía–
la que aparece cuando el verso llega
sin llamarlo y pretende oficiar de bálsamo
o consuelo en tanto el escudero que lo blande
no lo quiere ni blando ni manso ni sereno
porque en combate singular será feroz
torrentoso en combatida antemural filoso
como punta de flecha como lanza venablo
daga sable puñal tijera espada
que destripe el torpe remiendo de la máscara
para mostrar al descubierto al descampado
a cara limpia sin afeites ni adorno
HELENA
Soy Helena.
La más odiada de todas las mujeres.
La más amada.
Por mi pasión se derrumbaron
murallas y guerreros. Torres erguidas
invencibles, mordieron el olvido. Yo,
sola, les salvé la memoria.
Con el polvo se confundieron
el trono la corona y el cetro.
Todo el orgullo cedió a la pasión bella.
Voló con el humo la ciudad poderosa
la más alta la que ostentaba
la indestructible almena.
Me culparon de todo. Me otorgaron de todo.
Me privaron de todo. De nada me arrepiento
de aquello que me acusan. Fui la única
que amó con desmesura. Soy la que más amó.
Y fui la más amada. Preferí
la gloria del tálamo a la ternura de mis hijos.
De nada me arrepiento. Soy la más puta,
y acaso la más santa. Ofrendé a mis dioses
mi gracia y mi desgracia.
Mi amante fue el más bello cobarde
que Troya me brindara. Plantó en medio
de mi lecho el árbol del jazmín. Y floreció.
Él es el más hermoso,
más aUn que la espuma del mar.
Igual a un dios en la batalla o en su sueño.
Mató al tiempo cuando duerme,
en el jardín de su vigilia lo detiene,
mientras yo tejo cuentos y canciones que luego
cantarán los niños y pastores
entre riscos y cabras montañeras.
El juicio de los siglos tal vez me absolverá.
Fui tan perdida así como ganada.
De nada me arrepiento.
Soy la que más amó.
Y fui la más amada.
PÁJARO APRETADO
Un pájaro.
Dos piedras. Un pájaro
apretado
entre dos piedras
aplastado bajo el aire todo
apretado por los ruidos todos
los ojos
las calles
las bocas como un filo.
Un pájaro apretado.
Un pájaro
y dos piedras.