“La noche amarilla. 33 + 1 voces de la poesía uruguaya actual” es un dossier que ha preparado Marisa Martínez Pérsico para los lectores de Círculo de Poesía. Su objetivo es visibilizar y difundir un repertorio de voces que se inscriben en distintas tradiciones líricas, es decir, mostrar una parte de lo que acontece en la poesía oriental a partir de cuatro criterios: diversidad discursiva y/o estética, integración equitativa de poetas mujeres y hombres, integración generacional (de por lo menos cuatro promociones etarias) e inclusión de poetas que escriben fuera del país (en Argentina, Brasil, México, España y Suecia). [Lee la introducción a esta muestra aquí].
Leemos una selección de «Signos del árbol sideral» y otros poemas de Luis Bravo (Montevideo, 1957). Poeta, ensayista, investigador y profesor universitario. Publica poesía en libros y plaquettes, casetes, CDrom, CD, Dvd, ciber-poemas y discos on line, en virtud de la intermedialidad de su arte poético. Entre sus obras y otras publicaciones recientes (videos, cds, exposiciones) señalamos: Árbol veloz (1998; 2009) libro + cdrom con participación de 20 músicos, artistas plásticos, videístas, fotógrafos, animadores y traductores (inglés y portugués) accesible en Museo Virtual de Poesía (Nueva York); Algo pasa por la voz (2008); Tamudando (2010); Areñal: ene topos bilingües & other sounds (2013) CD junto al poeta John Bennett; Liquen/Lichen (2015) libro bilingüe con traducción al inglés de W. Blair y Pablo Rodríguez Balbontín; Paso de los Trovos / 100 DaDá (2016), CD junto a Juan A. Italiano para el centenario del movimiento Dadá; La tinta de la yunta (2016); FonoZoo Ferreiro (2017), CD junto a Juan A. Italiano, en base a los dos libros (1927; 1930) del poeta vanguardista uruguayo Alfredo Mario Ferreiro; El Roce de las Voces (2019), CD junto a los chilenos Orquesta de Poetas y J.A. Italiano. Poemas suyos han sido traducidos al francés, portugués, alemán, sueco, estonio, farsi, inglés. Ha participado en festivales Internacionales y lecturas universitarias en Estados Unidos, Latinoamérica, Europa y Oriente. Co-organizó dos Festivales Internacionales de Poesía en Uruguay (1993; 2006). Fue curador del ciclo de Poesía Multimedia Esto pasa por la voz, Sala Zavala Muniz, 2009, escritor residente del International Writing Program de la Universidad de Iowa (2012). Es Doctor (Ph.D) en Literatura Latinoamericana en Notre Dame University (2018) y recibió en 2019 el Premio Shaheen de Humanidades otorgado a la excelencia académica por esta misma universidad.
SIGNOS DEL ÁRBOL SIDERAL
Hay una luna de papel en este poema,
seguimos sus instrucciones al pie de la letra:
la vamos a inscribir hasta saciar la sed
de sus pozos secos.
La sombra del árbol sideral es lumínica alegoría
y siempre llueven astros cuando estoy por parir
tales o cuales cuervos.
Las últimas cartas carecen de entusiasmo.
No mueve montañas la fe, ni porta perlas
incandescentes al brillo de antaño.
¿Bebías la otra noche las flores del jardín
del cielo y caían estrellas marchitas a tu alrededor?
Los cimientos del cielo son nubes negras
armadas por un rayo que te parte el ojo
a ambos lados de la línea fronteriza.
Cuando la sangre del río corra como serpiente
te llevaré chocolates y guardaré tus cenizas
en los sueños.
Ahora que la humedad roe fotos y relojes
estás aquí en medio de la ruta, a la espera
de un viento que te lleve en carroza por
la vía láctea, tú, niño enamorado del misterio.
Tenía que elegir entre dos muertes y me entretuve
jugando a los naipes en silencio.
SE MUEVEN EN SU SITIO II
como se van moviendo las hojas en su sitio
L. Ortiz
Y como se están moviendo
las hojas en las hojas del libro de Juanele
los limbos del árbol de la muerte
“y todas las agujas todas”
del viejo reloj de Marina, poeta rusa
que en carta a su Rilke ensueña parajes
“sólo tuyos contigo”
y cómo guerrea el zar del azar
el oro de los naipes
el ejército de signos
sobre la mesa de la historia
y cómo el cielo del espíritu
—los dioses de montaña
el eje de la Tierra—
en su sitio danzan
covalentes los átomos
del sonoro corazón
y hasta el núcleo
del presente de los tiempos
y lo que dice el mapa
de las líneas de la mano
ah, cómo se están moviendo estas palabras
que en su sitio escrividas
de izquierda a derecha o al revés
igualmente de iglú igualitas
allí donde las dices
allí donde las oyes
allí donde las ves
cómo de tan quietas
no cesan de moverse
cada vez que las lees
una y otra vez.
arte de ir
entre las capas de lo uno y de lo otro
escrito el animal de cabo a rabo
donde un cierto espesor de raíz
mueve el pie de la letra
¿podrá un número de metáforas
demográficamente creciente
de lo que vale al vuelo hablar?
(suficiente, hay que elegir lo suficiente)
¿y yo qué haré, y tú que harás, qué haremos
los pésimos para los negocios?
¿y el corazón de aquello a lo que el arte
da forma, a brillar vendrá?
¡ah, es tan bello ser parte del ciego azar!
Dije “vendrá” mas “ir” decir debiera
en infinitivo y con movimiento: arte de ir
saliéndome de aquí, allá y acullá.
ORACIÓN DEL BARDO
Y si al caer el día sientes la arena del reloj
en vano discurrir durante incontables siglos
y nadie responde a tu presagio alrededor
no creas que la verdad hoy te ha vencido
ni dejes el ánima penar en sombras.
Con pasión te diste, mas ¡ea! está próxima la batalla:
honra a los tuyos y mira cierto; reúne las huestes
del amor cultivado y no olvides regar, una vez más,
esos tallos que se anuncian floridos.
Así como quien de tal o cual ciudad supo ser digno,
sé valiente, acércate al difícil espejo, espejismo;
es sólo un sueño lo que dejas, y es pobre
la vida que nada ha soñado ni perdido.
¿oyes el son de los pájaros esta mañana?
¿te hace feliz la polifonía de sus dones?
A la vera del alma enciende la hoguera del tiempo
abraza el milagro de los que siempre has querido.
Al regreso, no olvides seguir el verso que ayer
—hace innumerables años— trazaste apenas: destello
de larvas junto al río, canoíta, lápiz rojo, dedos niños.
Verás que nada es distinto, aunque ya todo es olvido.
Aun así, el dulce vino del corazón derrama sonidos
cuando las aladas voces hablan secretos al oído.
Y si al caer la noche aún discurres en la arena del reloj
no creas que la verdad hoy te ha vencido ni olvides
regar, una vez más, esos tallos que se anuncian floridos.
NOTAS DEL PEREGRINO (ADENDA)
En la esquina del otoño
el árbol de hojas marchitas, marrones, amarillas
tapiza el corazón.
En la penumbra
en el mediodía asombrado
en la flor que al atardecer perfuma
algo en vislumbre se abrió.
Larguísimo el camino recorrido
la pulpa roja de su fruto esmeraldino
me alimentó
—Hoy es siempre todavía— dijo el poeta peregrino.
—Fruto de amor en otoño— asentí.
Caminé el bosque, la tundra, el desierto febril
cerca y lejos anduve hasta este cruce de caminos.
Aquí la noche del pantano congela los sueños de gris.
Lluvia por los cuatro costados
granate como el ceibo el paraguas quebró sus tallos.
Hasta los huesos puse a secar.
Renace la alegría de la flor silvestre.
El oro imposible de los patos
se alinea en aguda victoriosa V,
graznidos del encordado celeste.
Jamás el trillo de las estaciones es cíclico
la espiral abierta sorprende siempre,
y sólo hay final si te detienes.