El poeta Audomaro Hidalgo ha recuperado un poema de espiritualidad ancestral, en otra suerte de homenaje a los indios americanos. Nos explica que “Los indios abenaki se consideraban hijos del Gran Espíritu, a quien veneraban. Su nombre viene de las palabras waban (luz) y a´ki (Tierra), y significa “los que viven cara al sol”. Habitaban en el territorio que conocemos como Nueva Inglaterra, pero su asentamiento más importante fue en lo que hoy es Quebec”. El poema fue leído en una revista católica francesa de tiraje pequeñísimo.
¡Oh, Gran Espíritu!
Cuya voz escuchamos en el viento
Que con un soplo animas el universo
Escúchame
Soy tu hijo pequeño y débil
Necesito tu ayuda
Y tu sabiduría
Que estén atentos a tu voz mis oídos
Que mis ojos contemplen para siempre
El oro del crepúsculo
Que mis manos veneren tu creación
Hazme sabio para que aprenda
Lo que has enseñado a mi pueblo
La lección escondida en cada hoja
Bajo las piedras
Te pido fortaleza
No de ser superior a mis hermanos
Sino de combatir a mi enemigo:
Yo mismo
Haz que siempre esté dispuesto a ir hacia ti
Sin mácula en las manos, límpida la mirada
Cuando mi vida se apague como el crepúsculo
Que mi alma vaya hacia ti con confianza
O grand Esprit !
Dont la voix se fait entendre dans le vent
Et qui, d´un souffle, anime tout l´univers
Ecoute-moi
Je suis un de tes enfants, petit et faible
J´ai besoin de ton aide et de ta sagesse
Que mes oreilles soient attentives à ta voix
Que mes yeux contemplent à jamais
La splendeur d´un soleil couchant
Que mes mains respectent ta création
Rends-moi sage afin que j´apprenne
Ce que tu as enseigné à mon peuple
La lecon cachée en chaque feuille
Sous chaque rocher
Je demande la force
Non d´etre supérieur à mes frères
Mais de combattre mon plus grand ennemi
Moi-même
Fais que je sois toujours prêt à venir à toi
Les mains sans tache, le regard limpide
Quand ma vie s´éteindra comme un soleil couchant
Je veux que mon âme puisse aller vers toi avec confiance