La noche amarilla. 33 + 1 voces de la poesía uruguaya actual” es un dossier que ha preparado Marisa Martínez Pérsico para los lectores de Círculo de Poesía. Su objetivo es visibilizar y difundir un repertorio de voces que se inscriben en distintas tradiciones líricas, es decir, mostrar una parte de lo que acontece en la poesía oriental a partir de cuatro criterios: diversidad discursiva y/o estética, integración equitativa de poetas mujeres y hombres, integración generacional (de por lo menos cuatro promociones etarias) e inclusión de poetas que escriben fuera del país (en Argentina, Brasil, México, España y Suecia). [Lee la introducción a esta muestra aquí] .
Leemos una selección de «(reflexiones sobre los espejos)» y otros poemas de Pablo Thiago Rocca (Montevideo, 1965). Escritor, investigador y crítico de arte. Vive en Salinas, en la costa del Río de la Plata, departamento de Canelones. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de la República. Colabora en la prensa escrita desde 1993 a la fecha. Profesor asistente en Ciencia, Tecnología y Sociedad (1999-2009). Director del Museo Figari (Uruguay) desde su creación en 2009 hasta la fecha. Premio nacional de ensayo de arte (Ministerio de Educación y Cultura, 2004) y Premio Municipal de Poesía (Montevideo, 2008). Terna Bartolomé Hidalgo en poesía en los años 2009 y 2015. Sus libros de poesía: Poemas y otras mentiras (Fundación de Cultura Universitaria, 1989), el cuerpo y su sombra (Ediciones de la luna, 1997), los suburbios de dios (Ediciones de la crítica, 2000), Túneles para viajar por la carne (Artefacto ediciones, 2004), Nada (Editorial Estuario, 2009), La bicicleta etrusca (Pozodeagua ediciones, 2014) y el disco compacto Piedra Plana (Ediciones de la luna, 2002) con el músico Fernando Pareja. Con Nada (Premio 2008 de la Intendencia de Montevideo) inicia la trilogía heraclitana Las vicisitudes del fuego, que continúa con La bicicleta etrusca. Sus últimos libros de ensayo y monografías de arte: Otro arte en Uruguay (Premio Investigación Fondos Concursables, Linardi Risso, 2009), Octavio Podestá (Linardi Risso 2010), Marcelo Legrand (Galería Sur, 2012), Wifredo Díaz Valdéz (Galería Sur, 2013), Arte naïf en Uruguay (Fundación Unión, 2015), Figari: mito y creación (Museo Nacional de Bellas Artes, Argentina, 2019).
EDAD DEL CUERPO
llueve sobre el mar
como una redundancia
estamos descalzos en el aguacero
hambrientos para la tarde
que es agua
fuimos hechos para cosas así
supongo
la arena se disuelve en la arena
el tiempo no guarda palabras
(REFLEXIONES SOBRE LOS ESPEJOS)
bautismo la imagen
quieta de sal
al fin el aire sin voz
todo ojo el espejo
agua que se nombra absoluta
jamás desborda
aunque atrape hasta el silencio
SUBURBANA
vivimos al margen de una ciudad / en retirada
una ciudad que se ha ido hacia vagones
tardecinos / en ferrocarriles que ya no pasan
nunca
vivimos en esta incandescente primavera / de los
muertos / consternados por el merecimiento
de los vivos y el anuncio / de su brevedad
y vamos sin casa y sin objeto / deambulando por la
ruta ajena / malgastando las monedas de la dicha
en 3 o 4 palabras inútiles / como por túneles
sangrientos / como por bocas despiadadas
que preguntan y preguntan y preguntan / por qué
vivimos así / desalmados / en los suburbios de dios
como si nunca antes / como si tal cosa
FAROS
siempre fuman
todos fuman en las fotografías
esos detenidos poetas surrealistas
– ahora sostengo en mis manos
una de breton dalí y eluard –
fumar parecería ser su principal actividad
no escriben nunca no existen imágenes
de cuando apuntalan sueños
fuman: sellan un pacto con el silencio
–seguro componen apenas duermo
abandonados los vicios en la lectura pródiga
en el humo blanco de sus versos–
ellos
los incandescentes
se apagaron como estrellas de plástico
sólo las colillas de sus cigarros refulgen
pequeños faros girando
en la inconstante eternidad de los sueños
CODO A CODO
Escribe en su diario: “Parto a las cinco menos cuarto, con cielo cubierto, amarillo por encima de las aguas amarillas”. Una hora más tarde lo reciben funcionarios de la embajada. Duerme, come, fuma. No sabe qué hacer Albert Camus en Montevideo. Esa ciudad simple le hace soñar con una felicidad fácil. Conoce a Susana Soca, conversa con Bergamín, soporta a las mujeres del “gran mundo” que después del tercer whisky se le ofrecen con descaro. Pronto se escabulle entre las palomas de la Plaza Constitución. Es la noche del 20 de agosto de 1949: mi padre tiene 18 años y sale del cine luego de ver Ladrón de bicicletas. A la altura de la calle Ejido los que no se conocen caminan codo a codo. Un amigo espera a mi padre para conducirlo al burdel de la calle Miguelete –una vieja casona aún en pie-, donde debutará con “la francesa”. Camus marcha al hotel paseándose con un periódico bajo el brazo. Mi madre no existe. Camus fuma. Ambos fuman después de una noche amarga. A las ocho de la mañana parte el avión para Río de Janeiro. La playa está desierta. Duerme el padre con lo que queda de su primer sueldo en el bolsillo. El río es una pizarra rota bajo un cielo de escarcha.