Poesía mexicana: Manuel Parra Aguilar

Leemos al poeta Manuel Parra Aguilar (Hermosillo, Sonora, 1982). Es Licenciado en Literaturas Hispánicas por la Universidad de Sonora y Maestro en Estudios de Arte y Literatura por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Es autor de los libros de poemas Permanencias, Breves, Portuaria, Pertenencias, además del libro de cuentos Contrataciones. Entre otros, ha merecido los Juegos Florales Iberoamericanos Ciudad del Carmen; el XV Premio Nacional de Poesía Amado Nervo; el XII Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal; el Premio Internacional de Poesía Oliverio Girondo, organizado por la Sociedad Argentina de Escritores, SADE. Los siguientes textos perteneces a Pertenencias

 

 

 

 

 

FIGURACIÓN Y NORMA

 

Debes estar desnudo cuando siembres, desnudo cuando labres, desnudo cuando coseches, si quieres llevar a cabo los trabajos de Demeter en el momento propicio, si quieres que cada cosa crezca en su estación, y si no quieres, careciendo de todo, ir a mendigar en moradas extrañas, sin recibir nada.

Hesíodo

 

 

…El andar inmóvil de las cosas

Ricardo Solís

 

 

 

A PRINCIPIO DE AÑO viví en Alamos City, célebre por su festival musical y su Casa Museo María Félix. Una tarde se acercó a la Plaza de Armas una mujer con piel de lechuga. En su mano llevaba un altavoz de papel periódico. –Es una loquilla –me dijo una muchachita algo decepcionada de la fingida sorpresa bajo mi sombra–. Ya verá cómo en su hablar cambia la descripción por metáforas. Y usted sabe, profesor, lo que hacen las metáforas.

ASÍ COMENZÓ ESTE POEMA: Visitamos «Terracota´s coffe». Tengo este recuerdo: Una mujer de ojos extraviados llegó a nuestra mesa. Ella nos dijo que esa noche sería de espantos, que era inútil rehuir de los temas literarios. Mi acompañante le agradeció puntualmente su vaticinio con la esperanza de acumular años juntos. Eso está archivado en mi recuerdo. La mujer tomó mi mano y con un acento inglés sureño me preguntó si yo estaba listo para las prisas. –¿Cuáles? –pregunté acumulando un poco de confianza lunar. –Para el postre les darán la rosada pulpa de un melón –me dijo al retirarme la carta del café, casi sin darse cuenta. Hoy que estoy a tiempo de olvidar, hoy que confesiones de melón tengo sobre mis labios, sospecho que así inició el poema.

DURANTE ALGÚN TIEMPO ejerció el oficio de Criadora de melones. En las horas de mayor aplomo asegura que aquel fue un empleo poco remunerado, pero realmente sencillo, pues a cada instante los pequeños frutos suelen aparecer cuando menos se les espera. Lo importante es estar alerta, siempre fijo al menor detalle. Sobre todo cuando pasas junto a una pared, una construcción o sencillamente en el mismo suelo. Ahí están. –Tímidos –indica– los frutos no se resisten a ser vistos un solo momento, permanecen alertas a la menor provocación de la mano que intenta señalarlos. Ante mi asombro, la voz de la Criadora de melones conserva un ligero sonido, como el violín de Samuel Barber o como el chillido de una puerta sin aceitar. –En mi habitación, bajo la luz de la lámpara de queroseno que se refleja en el cuchillo –termina con entusiasmo– guardo un poco de melón rosado.

DURANTE DÍAS IMAGINÉ a la Criadora de Melones como salida de una historia de Luis de Baviera: apareciendo poco a poco antes del amanecer, esclava de la tierra, amiga de soles apagados. En mi error reconozco un aroma vegetal, la ilusión de ver a una mujer inclinada sobre un almácigo o una sombra apenas perceptible asomarse por sobre mi hombro cuando esto escribo. Ignorante del otoño, espero el verano y sus frutos que solo maduran para mí.

LA HORTALIZA NO ES UN PASATIEMPO sino un trabajo de tiempo completo. ¿Esto significa ser esclavo del suelo, sin condición de vida, encanecido por la muerte, ansioso por los placeres de la tierra? La ilusión de que algo o alguien opuesto a los aromas diurnos hable o sonría a la germinación de la semilla es solo provisoria. ¿Esto es una mentira, una pululación de abejas que anuncian el polen de generaciones de flores, hojas y frutos? Para la rugosa piel del melón existe el cuidado y la tierra fértil. ¿Una conjunción de ambos, de todo aquello que el ojo no comprende? Así se puede hablar de la esperanza y peores consecuencias. También de la paciencia, algo semejante al amor.

YO SOY QUIEN PASA LA TARDE ordenando estos papeles, estos granos de tierra acumulados bajo las uñas. Doy vuelta a cada uno de ellos y en el íntimo pensamiento se me queda clavada una raíz que no logro sacar de cuajo. Los elementos impostores se acumulan más allá de mi vista, donde no puedo adivinar ese fruto, esa pulpa solar germinada en naturaleza muerta que me abandona apenas llegan mis pensamientos. Yo visité Alamos City, yo vi sus calles empedradas inundarse de gente entre el bullicio de la musicultura, yo vi perderse el gran teatro del mundo. Yo soy quien pasa la tarde ordenando sus papeles. Yo soy quien siente latir su corazón. Yo soy quien escribe este poema.

 

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