Poesía mexicana: Nahomi Tari

Presentamos un muestra de Nahomi Tari. Estudia el último semestre de la carrera de Lingüística y Literatura Hispánica en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, actualmente se encuentra laborando como profesora de bachillerato y al mismo tiempo es parte del equipo editorial de la revista literaria electrónica Collhibrí. En anterioridad ha traducido poemas del inglés al español con una temática feminista para Círculo de Poesía.

Esta colaboración fue seleccionada en la Convocatoria 2020.

 

 

 

Obituario

Mi mamá se está muriendo y no puedo hacer nada al respecto.
Mi mamá se está muriendo y cada día lo veo.
Mi mamá diario se pasa los dedos entre sus cabellos
intentando peinar las canas que por tanto estrés le han matizado de tristeza su oscuro pelo.
Mi mamá se está muriendo y lo ha estado haciendo desde hace mucho tiempo,
un cuarto de siglo cuando conoció a mi papá, para ser exactos.

Mi mamá se está muriendo y no hay remedio.
A menudo le conozco una arruga nueva,
mientras que tratando de simpatizar con ella
encuentro las lágrimas que la han mojado cuando está oscuro
y ya nadie está despierto para contemplar su tormento.

Mi mamá se está muriendo y yo también, pero más lento.
Mi mamá no sabe cómo alejar el sufrimiento
y si ella no sabe ¡yo menos!
Día a día me mira con una sonrisa a sabiendas de que está muriendo.

Mientras el reloj avanza nosotras seguimos aquí,
a merced de lo que él quiera y pueda darnos cada que su moral se lo recuerda.
Porque no hay justicia para las que tenemos menos,
porque si estamos así es porque así lo queremos,
o al menos de eso se llenan la boca los parlamentos.

Mi mamá se está muriendo y no tengo a quién pedirle medicina
porque su dolencia, aunque se ha manifestado en su cuerpo,
ésta viene desde dentro; porque su corazón está roto
y probablemente ya sólo palpita por compromiso,
para no romperme a mí el mío,
para que yo no siga muriendo.

Ella se está muriendo,
y yo no puedo hacer nada más que intentar
llenar los bolsillos rotos de la familia con salarios
que apenas alcanzan para maquillar las deudas de infinitos préstamos,
para evitar que siga creciendo el interés mensual que pagamos por vivir.

Mi mamá se está muriendo porque confió en el amor verdadero.
Mi mamá se está muriendo de amor
por aquél que se escapó del sufrimiento y nos dejó aquí,
solitas, sin nada más que las manos para trabajar
aunque nos estemos muriendo.

 

 

Cosmovisión 

Si tomamos nuestro bolígrafo
y escribimos algunos versos
es poesía de mujeres.

Si hablamos de nuestro cuerpo,
que por tantos años hemos odiado,
maltratado y modificado para su consumo,
es poesía de mujeres.

Si escribimos sobre la guerra
en la que nacimos,
sólo por no tener un pene,
es poesía de mujeres.

Pero si ustedes escriben
sobre sus autos, amantes,
guerra y rock and roll
es poesía,
poesía solemne.

Si nos levantamos con palos
y pedimos un castigo justo
para el que nos ha mancillado,
somos nazis,
pero si ustedes lo hacen,
se proclaman revolucionarios.

Si hablan de su cuerpo,
su existencia y de su guerra,
lo glorifican “humanismo”
si lo hacemos nosotras,
lo escupen como “feminismo”.

 

 

Llover

Dijiste que afuera llovía,
que nos quedáramos adentro,
y yo sólo quería llover,
yo verte un rato.

Lloverte a gota de besos,
caricias y algunos arrumacos.
Yo ver si querías llover conmigo,
y si llovíamos juntos…
¡hacer que lloviera a cántaros!

Mojarnos el cuerpo entero
con la tormenta del otro,
mientras recreamos con nuestras voces
el eco de los truenos,
y con nuestras manos sobre el otro,
el destello de los relámpagos.

Hasta que cansados quedáramos,
cual rocío sobre el pasto,
como única evidencia
de que llovimos,
llovimos un rato.

 

 

Tiempo de zafra

Nos miramos entre cañas,
soñándonos despiertos,
queriendo con nuestros pasos
recorrer los húmedos campos,
y con las manos
empaparnos los cuerpos.

Altas alas de algodón,
unidas a la tierra
con la excusa de sólo ser
dulces tallos al viento
meciéndose al vaivén
de los labios susurrando un anhelo.

Aún los campos son verdes,
y murmuran las voces de su gente,
cuando llegue la zafra
quememos nuestros deseos,
para que pruebes mi piel,
morena como el azúcar de caña.

 

Librería

También puedes leer