Presentamos un poema de Julieta Berriel (Argentina, 1998). Estudia y trabaja en la Universidad Nacional del Comahue en el Profesorado y Licenciatura en Letras. Forma parte de la Colectiva de Escritoras Patagónicas y del grupo La mano en la sed. Creó la editorial Ediciones Migrantes en 2019 mediante la cual publicó su poemario Arenales (Neuquén, 2020) y obras breves en formato fanzine. También participó en convocatorias colectivas como Invertidas y Te lo digo en colectivo y realizó videopoemas. En edicionesmigrantes (Instagram) se puede encontrar su poesía.
Esta colaboración fue seleccionada en la Convocatoria 2020.
1.
reconocernos en el no saber amar
no saber si somos nosotros
si hay algo en no amarme a mí
que me impide amarte en esa parte en la que me reconozco
y en esa otra parte de ti
que intimida
¿qué pasa si miro al abismo?
si miro las sombras
que me dicen que somos débiles
para amar
sombras que no quiero que veas
por si llegas a creerles
o te das cuenta
de que tienen razón
si un día emergen incontenibles,
¿puedo protegerte de mi
oscuridad?
o nos hundiremos por no podes abrigar al otro
hace tiempo no llevo campera en la mochila
me quedó llena de piedras
desde ese intento por llevarme el río
que murió a espaldas mías
y me dejó gris y pesada
como cuando intento llevarte conmigo
2.
Anna es el silencio
el viento sur hizo hueco bajo su camisa,
ya gastada,
la acompañó
en la pérdida
con su ausencia
detenida
mirando el mundo
intentó agarrarse de un gesto
durante soledades
que pudiera llamar propio
aunque viniera de lo ajeno
en nuestro lugar y tiempo
usa su voz
para atraer su presencia
y a su niña
que la mira inalcanzable
Anna busca una escritura
que la traiga al mundo
3.
ahora con pena
despierta oscura
se sumerge en el antes
Poeta
a veces diluvio
Posee
Viento sur
y silencio
4.
harta de quemarme con la luz
quiero morder la sombra
en la punta de le lengua
donde tengo la escritura
una lengua móvil multiforme
no basta aquello a lo que accedo
la transparencia
intrigada en un bucle
indago con las palabras
desgarros que se resisten a la etiqueta
los lleno de saliva como a las heridas
quiero masticar el abismo allí
en el umbral de la lengua
donde no entra ni el silencio
solo la nopalabra
5.
A Josefina la conocí cuando éramos bien pibas.
La conocí dentro de la casita donde
ella era arquitecta y yo chef
Con Josefina nos pintábamos los labios
y jugábamos al fútbol
Nos tomábamos la mano en la merienda
y yo me ponía nerviosa al verla llegar
con el pelo vainilla en trencitas
esas que yo no me sabía hacer.
Me sentía bien con Josefina.
Pero el kinder se pasó rápido
y me mandaron a otros colegios
donde Ellas me molestaban por jugar al fútbol
y Ellos no me dejaban jugar por vestir rosa.
Como Ellos ocupaban la cancha
me sentaba con ellas,
mis amigas,
y mis piernas perdieron fuerza.
En el poco espacio que nos dejaban
mis amigas me hacían trencitas
y yo les pintaba los labios.
Recuerdo que nos enorgullecíamos
porque era nuestro propio lugar
como si fuera algún tipo de victoria
tener 5 m2 de cemento.
Descubrí mis injusticias, las nuestras
empecé a marchar por ellas
y descubrí que nos dejaban el mismo espacio de cemento,
que Ellos tenían los micrófonos
y las banderas
porque tenían fuerza,
habían podido jugar en los recreos.
Descubrí que nos robaban las palabras
las voces
y que teníamos que estar agradecidas
porque era algún tipo de victoria.
Hace un tiempo, unos chongos
me empujaron en una marcha
y una piba de pelo como el sol
me agarró.
El pañuelo verde le recogía el pelo trenzado
y tenía los labios violeta.
Me tomó la mano como en el kinder,
porque de la mano se toman los patios,
y me ofreció brillo
Con el valor que me dio
me hice un enredo.
Esos besos con purpurina
eran la única victoria que me valía la pena.
Sentí nuestras luchas y nuestras palmas
trenzadas
Josefina todavía sabía al sudor del fútbol
y a labial de juguete
ahora también sabe a mujer,
a rebeldía,
a furia y justicia.
De la mano como en la merienda tomaremos toda la cancha.
Ahora que estamos juntas.
Ahora que sí nos ven.