Y son nombres de mujeres. Antología de escritoras zacatecanas III

Los textos que nos presentan las poetas Rita Vega y Karen Salazar son reseñas creativas y críticas; cartografías que visibilizan la literatura escrita por mujeres reunida en la antología de escritoras zacatecanas “Y son nombres de mujeres”, publicación realizada por la Secretaría de las Mujeres del Estado de Zacatecas, con la buena voluntad de la historiadora y defensora de los derechos de las mujeres, Adriana Rivero Garza y el colectivo Líneas Negras fundado Irene Ruvalcaba y Sonia Ibarra.

 

 

 

 

Sobre Y son nombres de mujeres. Antología de escritoras zacatecanas III

por Rita Vega Baeza

 

Escribir es siempre protestar, aunque sea de uno mismo. 

Ana María Matute

 

 

Y son nombres de mujeres. Antología de escritoras zacatecanas III es una extraordinaria compilación realizada por Irene Ruvalcaba Ledesma y Sonia Ibarra Valdez, fundadoras de Líneas negras, gracias a la participación de la Dra. Adriana Guadalupe Rivero Garza de la Secretaría de las Mujeres del Gobierno del Estado de Zacatecas, México; quienes originan esta integración de numerosos trabajos escritos por poetas, narradoras y ensayistas principalmente de Zacatecas, o provenientes de otra parte, pero afincadas en este estado. Genuino trabajo de integración, genealogía que visibiliza la literatura de escritoras en un territorio que se encuentra en desventaja, ya sea por el limitado interés de quienes podrían promover la literatura en general y la literatura escrita por mujeres en particular; o por las dificultades de la venta, distribución y promoción de sus textos, en virtud de que se enfrentan a la rentabilidad, la globalización y, ahora, a la pandemia por Covid-19. 

Otro de los puntos a destacar de esta obra, es su valor añadido: establece un apartado de fichas bio-bibliográficas de las diecisiete escritoras que la integran, en sus más de 50 páginas, lo que permite ver la trayectoria y vitalidad literaria de las escritoras de esta región. Incluye tanto a escritoras que dominan el oficio, como aquellas que inician con fuerza y vivacidad. Al leerlas encontraremos poemas, ensayos, narraciones, cuentos breves; historias de ficción que palpitan ligeras, mordaces, reflexivas y contundentes: emblemas de un temple solidario que las autoras han escrito entre la sencillez, el desenfado y el conocimiento. 

Hay en este libro una versatilidad temática y organizada. Las obras que lo integran implican situaciones, actitudes y aspiraciones que nos muestran en su expresión literaria el destierro; la socialización vinculada con la infancia; las formas complejas de establecer vínculos; la rebelión; la nostalgia; la sensualidad como resistencia y sororidad; esa red de apoyo recíproco tejido por las propias escritoras con sus lectoras y lectores.

En esta compilación de textos, se nos presenta la oportunidad de leer —quizá por primera vez— a escritoras zacatecanas que como bien lo indican en el prólogo (señalando los porqués), marcan una diferencia, una intermitencia y una dificultad adicional.

Las escritoras nos dejan ver la dificultad que implica obtener una identidad que tiene algo de nómada; alguna escritora pudo nacer en España, pero haber vivido en varios lugares, o nacer en Zacatecas y vivir en otros países o regiones. Las escritoras tienen también una formación polivalente, estudios formales principalmente en universidades y otras instituciones de nuestro país y, además, en el extranjero. Son escritoras y viajeras; escritoras y periodistas; escritoras y filósofas; escritoras y profesoras. Son escritoras bifrontes, jánicas. También, varias de ellas han sido galardonadas.

Aparte del placer literario, hemos de encontrar en esta antología una experiencia, un aprendizaje y una complicidad: sus trabajos están cuajados de ironía, reflexión y poesía. Vinculan la serenidad y el desconcierto; el regocijo y la decepción; la melancolía y la vitalidad; la experiencia y el estudio.

Así, recuperando un verso o una frase de los textos de cada una de ellas, en homenaje a su escritura y a su creativa colectividad, he elaborado lo que generalmente se llama cadáver exquisito:

Memorias intensas, parecidas a los sueños 

(Bonilla, P., p. 7)

cuando llegó al bar con media tropa, asumí que necesitaba refuerzos 

(Valdés, A., p. 9)

aunque lo quisiera ya no puedo volver la vista atrás, 

(Alba, P., p. 12)

la dicha florecía a través de las palabras 

(García, R., p. 15)

somos salmón, lluvia, río. Indistintamente 

(Acuña, A., p. 16)

No sé dónde estoy. El dolor se ha ido 

(Soriano, L., p. 18)

tía Aurora, pero por fin consiguió su libertad, quizá ahora escala montañas, conquista países lejanos” 

(Oliva, A., p. 20.)

soy una diosa, una mendicante y una mortal 

(Salazar, K., p. 22)

Me di cuenta de que el mundo se encontraba verdaderamente podrido si las personas eran capaces de seguir su vida sin inmutarse al encontrar un cadáver a sus pies

 (Piñeiro, A. p. 23)

sólo Verónica sabía lo que había pasado 

(Ramos, K., p. 27)

En mi copa añoro la cicuta 

(Rodríguez, M., p. 29)

No falta el día en que una máquina encienda la luz roja 

(Castro, B., p. 31)

quería que en mí se reflejaran las estrellas 

(Hernández, S., p. 35)

Por más dolorosa que sea la lucha, si logras sobrevivir te vienen fuerzas extras de no sé qué confín del mundo 

(Zamarrón, M., p. 38)

oferta psicotrópica con sus voladores de Papantla 

(Gárriz, I., p. 42)

Soy más que ayer / Te nazco con Aión de nuestro lado 

(Aguayo, C., p. 44)

es el discurso que da visibilidad 

(García, C., p. 49)

Esta antología reúne autoras con sus protagonistas literarias firmes, nostálgicas, inteligentes, festivas, decididas y perdurables como ellas mismas; cuyos fundamentos, tensores y vigorosos, son el exilio, los encuentros telúricos y la transmutación de los elementos. Esos nombres, esas palabras, esas ficciones que nos reconcilian con nuestra propia vida.

Nos muestran que de las heridas puede procrearse —con inteligencia lúcida— otra realidad: la de la ficción.  Sus poemas, narraciones y ensayos son formas de experimentar la vida. Podría afirmar que escribir es alejarse de los espacios privados que coaccionan a las mujeres a la docilidad y al agrado del otro; para, en cambio, mejor ocupar y participar en los espacios públicos (incluido el erotismo) para autoafirmarse.

Finalmente, la escritura de ellas —y desde ellas— quizá sea también una herencia para los ojos presentes y futuros; ya sin el sufrimiento lacrimoso, a veces todavía exigido a las escritoras que ya no encajan en esas categorías. Y son nombres de mujeres. Antología de escritoras zacatecanas nos reafirma que cuando nuestra realidad está en bancarrota, aún nos queda la ficción. 

 

 

 

 

 

Sobre Y son nombres de mujeres… III

por Karen Salazar Mar 

 

Escribir es una maldición que salva.
Es una maldición porque obliga y arrastra,
como un vicio penoso del cual es imposible librarse.
Y es una salvación porque salva el día que se vive
y que nunca se entiende a menos que se escriba.

Clarice Lispector

 

Nombra algo y aparecerá en el mundo, repítelo para que se revele, juega con las palabras, mueve las letras y deja que las Líneas Negras se conviertan en poesía. Tomemos un respiro, pensemos en el nombre de nuestra madre, nuestra abuela, nuestra hermana: yo, por ejemplo, podría decir Julieta, Petra, Sara y nombrarlas, y al hacerlo sentirme desdoblada en sus manos, ojos y cabello. Estoy hoy aquí para decirles que tomemos un respiro, que agarremos aire para que los nombres retumben más fuertes debajo de las bóvedas de la discreción. Como mujeres fuimos condenadas al murmullo del lenguaje, a escuchar tras las paredes y contar las historias con voz muy baja, queda, mediante la urdimbre de un bordado. Hilos, hilos… si pudiera contar los hilos de los que dependían los gritos silenciados. 

El mundo tiene una deuda histórica: primero silenciaron nuestras voces, luego se apropiaron de nuestro cuerpo, no nos quedaba nada, sólo cabellos entrelazados de una abuela. Sin embargo, las mujeres, no conformes, tomaron la pluma temblorosa y firmaron con nombres ajenos, yo soy éste, pero no lo soy porque no soy dueña de mi nombre ni de mis palabras. La lucha ha sido ardua; los nombres se escondieron debajo de un sombrero y un bigote, pero sonreían con la malicia de quien sabe que está haciendo las cosas de un modo distinto, que se mueve, se transforma. 

Luego otra piedra en el camino y otra, el desmerecimiento de un nombre femenino, las recalcadas supuestas debilidades de pensamiento nos aprisionó de nuevo en un comenzar de cero. Ahora los nombres de mujeres danzan en medio de las librerías y las bibliotecas, tercas a ponerse cerca de un lector atento, pero el mundo editorial, la publicidad y los prejuicios las colocan en una nueva inquisición y la marginación continúa. 

Por eso es importante decir Yo soy, y yo escribo y yo, hermana, te leo, por eso es necesario sentarnos en mesas (aunque virtuales por ahora) para nombrarnos entre nosotras, para saber que afuera hay más mujeres -como nosotras-, capaces de dejar la tinta en la piel deslavada y desvelada. Yo quise venir aquí a decir: nuestra voz es fuerte y unida retumbará adentro de las bóvedas históricas. 

Para mí es un honor compartir páginas con mujeres talentosas, es un orgullo llamarme mujer, llamarme escritora y llamarme zacatecana, pero que no se nos olvide que el camino es largo y, pasito a pasito, seguiremos danzando junto a los nombres de otras que fueron poniendo flores a las orillas. Es un honor ser parte de este proyecto que visibiliza y nombra y, a pico y pala, no baja la guardia, porque Y son nombres de mujeres…. y existen e importan.

Finalmente, quiero decir Sanjuanita, Mariel, Sofía, yo las nombro, porque al nombrarlas nombro a todas las que como ustedes se quedaron en el silencio. 

Noviembre 26 de 2020

 

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