Baudelaire: detalles para un retrato

En la tradición del retrato a lo Sainte-Beuve y al modo de Benjamin, proponemos aquí un montaje. Es un encadenamiento de detalles, biografemas, diría Roland Barthes, que aspiran a ofrecer alguna imagen de Charles Baudelaire. Sainte-Beuve escribió: “Puedo disfrutar de una obra, pero me es difícil juzgarla independientemente del conocimiento del hombre mismo”. Esta acumulación de noticias, anécdotas, recuerdos y datos singulares alterna peripecia y opinión para construir la imagen de un poeta mítico para la poesía contemporánea. El montaje es de Alí Calderón.

 

 

 

 

Mediados de 1843. Hotel Pimodan.

Charles Baudelaire era todavía un talento inédito preparándose en la sombra para la luz (…) Su aspecto nos golpeaba: tenía el cabello cortado muy al ras, del negro más hermoso; sus cabellos hacían de los puntos regulares sobre la frente, de una deslumbrante blancura, un cardado al modo de casco sarraceno; los ojos, color de tabaco de España, tenían una mirada espiritual y eran de una una penetración quizá demasiado insistente.

Su vestimenta consistía en un paletó de tela negra lustrada y brillante, un pantalón avellana, todo meticulosamente propio y correcto, y con un sello intencionado de sobriedad inglesa y como con con la decisión de apartarse del tipo del artista, un sombrero de fieltro suave, chaquetas de terciopelo, rompevientos rojos (…) Tal es la impresión física que nos ha dejado, en esa primera entrevista, el futuro autor de Las flores del mal. (Théophile Gautier)

 

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En el Hotel Pimodan, Baudelaire escribía con una pluma de ganzo roja. (Walter Benjamin. Baudelaire)

 

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Nadar describe la vestimenta de Baudelaire a quien encuentra cerca de donde vive, el Hotel Pimodan: “un pantalón negro bien estirado sobre la bota de charol, un blusón –blusón azul muy tieso con sus pliegues nuevos–, por todo sobrero sus largos cabellos negros, de natural rizados, la camisa de tela resplandeciente y con nada de almidón, algunos pelos de barba naciente bajo la nariz y en el mentón, y guantes rosa muy nuevos… Así vestido y sin sombrero, Baudelaire recorría su barrio y la ciudad con paso irregular, nervioso y apagado a la vez, como el de un gato, y eligiendo cada adoquín como si hubiera tenido que evitar pisar un huevo”. (En Walter Benjamin, El libro de los pasajes)

 

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1844

Encuentra un pequeño departamento en la rue de la Femme-sans-tête e instala allí a Jeanne. Le compra una vajilla, unos muebles, algunas baratijas y tapices… A pesar de que ella es entretenida por Baudelaire, no deja de ver a otros hombres y de venderles sus encantos (…) Ella no muestra escrúpulo alguno para dejarse entretener por el primero que se presenta. Tampoco deja de recibir a sus clientes de la calle en la rue de la Femme-sans-tête. Una tarde, Baudelaire la sorprende con su peluquero. Está furioso pero está tan enganchado a ella, tan encadenado sexualmente a eso que le ofrece que no puede culparla sino dos o tres días. (Jean-Baptiste Baronian)

 

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30 de junio, 1845

Cuando la señorita Jeanne Lemer le entregue esta carta, estaré muerto. Ella lo ignora. Usted conoce mi testamento. Salvo la parte reservada a mi madre, la señorita Lemer debe heredar todo lo que deje, una vez pagadas a usted las deudas (…) Me mato porque ya no puedo vivir, porque la fatiga de dormirme y la fatiga de despertarme me son insoprtables. Me mato porque soy inútil para los otros y peligroso para mí mismo. Me mato porque me creo inmortal, y espero. Al momento en que escribo estas líneas, estoy tal vez dotado de lucidez (…) No tengo sino a Jeanne Lemer. No he encontrado reposo sino en ella y no quiero, no puedo, sufrir la idea de desposeerla de eso que le doy con el pretexto de que mi razón no está sana (…) Jeanne Lemer es la única mujer que haya yo amado. Ella no tiene nada (…) Guíela, aconséjela; osaré decirle: ámela, por mí, al menos. Muéstrele mi pésimo ejemplo, y cómo el desorden de espíritu y de vida conduce a una oscura desesperación o al apocamiento absoluto. (Baudeaire. “Carta a Narcisse Ancelle”. Correspondance.)

 

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Con 27 años Baudelaire tenía las sienes encanecidas. (En Walter Benjamin, El libro de los pasajes)

 

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El 24 [de febrero de 1848] Baudelaire está en el Carrousel de Buci con Armand Berthet, un escritor bisontino que había conocido en el café de la Rotonde. Se encuentran detrás de una barricada y cada uno lleva sobre sí un fusil de caza y una cartuchera, adquiridas después de robar la tienda de un armero. Pero Baudelaire está más sobresaltado que su camarada Barthet. Grita que acaba de abrir fuego. Camina de izquierda a derecha. Grita cada vez más fuerte. Grita sin cesar el mismo estribillo: “¡Hay que ir a fusilar al General Aupick!”. (Jean-Baptiste Baronian)

 

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No era tan lúgubre como cuando quería parecer jovial puesto que su habla era perturbadora y su lado cómico daba escalofríos. (Cladel en Walter Benjamin. Baudelaire)

 

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El modo de recitar de Baudelaire: reunía a sus amigos Antonio Watripon, Daniel Dantrague, Malassis, Delvau: “en algún modesto café de la calle Dauphine… El poeta comenzaba pidiendo un ponche; después, cuando nos veía dispuestos a la benevolencia…, nos recitaba con una voz preciosa, dulce, aflautada, untuosa, y sin embargo mordaz, cualquier disparate, “El vino del asesino” o “La carroña”. El contraste entre la violencia de las imágenes y la placidez afectada de la elocución con su acentuación suave y aguda era realmente sorprendente”. Jules Levallois. (En Walter Benjamin, El libro de los pasajes)

 

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Lunes 8 de mayo, 1854.

Para terminar, para explicarle mis silencios, y mis ardores, ardores casi religiosos, yo le diré que cuando mi ser es arrollado por la negrura de su comercio y sus tonterías sobenaturales, sueña profundamente en usted. De esa ensoñación excitante y purificadora nace generalmente un accidente feliz. Usted es para mí no solamente la más atractiva de las mujeres (de todas las mujeres, pero aún la más querida y preciosa de las supersticiones). Soy un egoista, la estoy usando. (Baudelaire. “Carta a Madame Sabatier”. Correspondance.)

 

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Sobre la impotencia. De la circunstancia de no poder satisfacer las necesidades sexuales de la mujer, Baudelaire ha hecho una virtud, la de sabotear las necesidades espirituales de sus contemporáneos. (Walter Benjamin. Baudelaire)

 

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El 20 de septiembre de 1855, Baudelaire sopesa la idea de pedir una subvención: “Mi nombre no aparecerá nunca en los innobles papeles de un gobierno”. (En Walter Benjamin, El libro de los pasajes)

 

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1857

Charles Baudelaire no pertenece a una escuela. No se debe más que a sí mismo. Su principio, o su teoría, es el de pintarlo todo, el de ponerlo todo al desnudo. Hurga en los más íntimos repliegues de la naturaleza humana; la reproduce con tonos vigorosos y conmovedores, la exagera sobre todo en sus aspectos más horrorosos; la amplía desmedidamente, a fin de impresionar, de causar sensación (…) Señores, reaccionen, mediante su Dictamen, contra esa fiebre malsana que lleva a pintarlo todo, a describirlo todo, a decirlo todo… (“Acusación del señor abogado imperial Ernest Pinard”. Traducción de Luciana Bata)

 

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Octubre de 1857

Baudelaire cena hoy junto a nosotros. Está sin corbata, el cuello desnudo, la cabeza rasurada, con la pinta exacta de un guillotinado. Fundamentalmente, una observación deseada: las pequeñas manos lavadas, límpidas como las manos de una mujer, y con esa cabeza de maniático, con esa voz entrecortada, esa voz como de acero, y una elocución tendiente a la precisión, y pegajoza y adornada a lo Saint-Just. (Hermanos Goncourt)

 

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30 de diciembre de 1857

Lo que siento es un desánimo inmenso, una sensación de aislamiento insoportable, el miedo vago y perpetuo a una desgracia, una completa desconfianza en mis fuerzas, una ausencia total de deseos, la imposibilidad de encontrar algún divertimento. (Baudelaire, Correspondance. “Carta a Madame Aupick”)

 

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… el contraste ofensivo y repugnante de mi honorabilidad espiritual con esta vida precaria y miserable, y en fin, para ser sincero, de una singular asfixia y de problemas de intestino y de estómago que vienen desde hace un mes. Todo lo que como me ahoga o me da cólico. (Baudelaire, Correspondance. “Carta a Madame Aupick”)

 

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Contrario a las un poco desaliñadas costumbres de los artistas, Baudelaire procuraba guardar las más rectas conveniencias y su cortesía era excesiva hasta parecer amanerada. (Théophile Gautier)

 

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Amaba también los baños de elegancia excéntrica, de una riqueza caprichosa, de una fantasía insolente (…) pero ese gusto excesivo, barroco, antinatural, casi siempre contrario a lo bello clásico, era para él un signo de la voluntad humana para corregir, en alguna medida, las formas y los colores determinados por la materia. (Théophile Gautier)

 

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14 de mayo de 1859

Mi buen Nadar, estoy como alma en pena. He hecho la tontería de dejar partir a madre a un pequeño viaje sin pedirle dinero, y estoy aquí solo, no me falta ni carne ni pan, etc., pero estoy absolutamente sin dinero y expuesto a una multitud de  inconvenientes resultantes de este flagelo. He pensado que, si no te molestara en absoluto, me harías la caridad de enviarme (¡inmediatamente, pobre de mí!) un giro postal de veinte francos, que yo te entregaría el primero de mes, si estás de acuerdo en no reírte mucho de esta promesa… (Baudelaire. “Carta a Nadar”. Correspondance)

 

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11 de abril de 1863

Después hablamos de esta escuela que ha sucedido a los licántropos de 1830, los provocapasmos cínicos, de Baudelaire y de su frase principal, un día que llegó tarde a una reunión: “Perdón, se me hizo tarde, vengo de chupársela a mi madre”. (Hermanos Goncourt. Traducción de Armando Pinto)

 

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Apenas sesenta personas siguieron el coche fúnebre bajo un calor sofocante; Banville y Asselineau pronunciaron, entre una amenaza de tormenta, bellos discursos que nadie oyó. La prensa, salvo Veuillot en el Univers, fue cruel. Todo se ensañaba con su cadáver; una tromba de agua dispersaba a sus amigos, sus enemigos… lo trataban de loco. U.V. Chatelain. (En Walter Benjamin, El libro de los pasajes)

 

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15 de diciembre de 1868

Me inclino a creer que la locura no ataca a la grandes voluntades, a los grandes talentos. No alcanza y no coge por aquí o por allá sino a un Baudelaire, es decir, a un Proudhomme exasperado, un burgués que se ha atormentado toda su vida para darse la elegancia de parecer loco. Tanto se aplicó en lograrlo que murió idiota. (Hermanos Goncourt)

 

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24 de mayo de 1877

Baudelaire es un gran muy gran poeta pero no es, y yo lo respeto, un prosista original, siempre traduce a Poe incluso cuando no lo esta traduciendo y cuando aspira a ser Baudelaire. (Edmond de Goncourt)

 

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Que los poetas inspirados no tuvieran la conciencia y la dirección de su obra le causaba una suerte de aversión. (Théophile Gautier)

 

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En su conversación, siempre metafísica, Baudelaire hablaba mucho de sus ideas, muy poco de sus sentimientos y jamás de sus acciones. (Théophile Gautier)

 

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Daba la idea de ser un hombre de iglesia (…) desplegaba sus propuestas con una unción cuasi evangélica, promulgaba sus delitos como un maestro venerado y con la voz litúrgica de un obispo que enuncia un mandamiento. (Lemmonier en Walter Benjamin. Baudelaire)

 

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Afirmo que la inspiración tiene alguna relación con la congestión, y que todo pensamiento sublime va acompañado de una sacudida nerviosa, más o menos fuerte, que resuena hasta el cerebelo. (“El pintor de la vida moderna”, Baudelaire. Traducción de Luciana Bata)

 

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Jueves 30 de abril de 1891

Esta tarde Daudet sostenía eso mismo que Bourget y los otros han escrito sobre Baudelaire. Mentiras absolutas. Afirmaba que Baudelaire era una copia de Musset, pero con versos mal hechos y que no tenía el oficio del poeta. Agregó que en prosa era difícil, laborioso, sin amplitud, sin pliegues, que no tenía la menor cosa de autor impecable. Pero que eso que él poseía, lo Baudelaire en el más alto grado, y eso que lo hacía digno del sitio que ocupaba, era la riqueza de sus ideas. (Edmond Goncourt)

 

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Puesto que vamos a contar los gustos particulares y las pequeñas manías del poeta, decimos que amaba a los gatos como amaba los perfumes y el aroma que la valeriana lanza en una suerte de epilepsia extática. Amaba esas bestias encantadoras y tranquilas, misteriosas y dulces… (Théophile Gautier)

 

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En una carta a su madre, Baudelaire escribe que, a un costado del café, el gabinete de lectura es su refugio para trabajar. (Walter Benjamin. Baudelaire)

 

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La falta de piedad no está en la naturaleza de Baudelaire, que cree en una matemática superior establecida por Dios desde el principio de la eternidad y en donde la menor infracción es punida por los mas duros castigos, no sólo en este mundo, sino incluso en el otro (…) la falta en Baudelaire es seguida siempre por remordimientos, angustias, asco, desesperanza, y se castiga a sí misma. Es la pira y el suplicio. (Théophile Gautier)

 

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Los primeros síntomas del mal se manifestaron por una cierta lentitud del habla y una duda cada vez más marcada en la elección de las palabras. (Théophile Gautier)

 

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No lees atentamente mis cartas, tú crees que miento o al menos que exagero cuando hablo de mi desesperación, de mi salud, de mi horror por la vida. Te digo que te quiero ver pero que no puedo correr a Honfleur. Tus cartas contienen numerosos errores e ideas falsas que la conversación podría rectificar y que volúmenes de escritura no serían suficientes para destruir. (Baudelaire. “Carta a Madame Aupick”. Correspondance)

 

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Creo que hay pocos ejemplos de una vida tan mal dilapidada como la mía (…) Hace falta tomar partido y hacer justamente lo contrario de todo lo que he hecho: no amar sino la gloria, trabajar sin cesar (y sin esperanza de salario), suprimir todo el placer y aspirar a eso que llaman un gran tipo de grandeza. En fin, tratar de hacer una pequeña fortuna. Desprecio a la gente que ama el dinero pero tengo un horrible pavor a la servidumbre y a la miseria en la vejez (…) No creerías hasta qué punto la raza parisina se ha degradado. Ya no es el mundo encantador y amable que conocimos antes: los artistas no saben nada, los literatos no saben nada, ni ortografía. Todo el mundo se volvió abyecto, y quizás inferiores a la gente del mundo. Soy un vejete, una momia, se me estima porque soy menos ignorante que el resto de los hombres. ¡Qué decadencia! Salvo por D’Aurevilly, Flaubert, Sainte-Beuve, no puedo entenderme con nadie. Th. Gautier sólo entiende cuando se habla de pintura. Tengo pavor de la vida, lo repito. (Baudelaire. “Carta a Madame Aupick”. Correspondance)

 

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Baudelaire era un ignorante. Lo que sabía, lo sabía bien, pero sabía poco. (Maxime Du Camp)

 

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“Se han contado sus ganancias: por toda su vida, el total no alcanza los dieciséis mil francos. Catulle Mendès ha calculado que el autor… había debido cobrar alrededor de un franco con setenta céntimos por día por su labor literaria”. Alphonse Seché. (En Walter Benjamin, El libro de los pasajes)

 

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Lunes 3 de junio de 1895

Esta tarde, Madame Sichel me habló de sus relaciones en Honfleur con Mme Aupick, la madre de Baudelaire. Me describió a esa mujer pequeña, delicada, bonita, un poquitín jorobada, con grandes manos nudosas y torpes, en las que podían caber seis fichas de dominó, y, encima, tan ciega que se veía obligada a coser pegando la nariz. Luego me describió su casa, al pie de la costa de Grasse, elegida por el general, antaño embajador en Constantinopla, en un sitio que le recordaba el Cuerno de Oro, una casa con la habitación del general tapizada de lona y parecida a una tienda, y con una caballeriza en que se guardaban dos carrozas de gala, cuyos caballos la dueña se vio obligada a vender cuando quedó reducida a vivir de su pensión de viuda: carrozas que las criadas sacaban y paseaban, una hora, todos los sábados, por el empedrado del patio. A la joven que era Madame Sichel le parecía que la anciana mujer se hacía una gran idea de la inteligencia de su hijo, pero que no se atrevía a manifestarlo, debido a la autoridad que ejercía sobre su espíritu un viejo amigo que consideraba a su hijo un bribón que siempre hablaba de ir a ver a su madre, no iba nunca y sólo le escribía para pedirle dinero. Una revelación curiosa de esta charla fue que la madre de Baudelaire, que moriría después que su hijo, murió de la misma enfermedad, murió afásica. Así cae la leyenda que atribuye a la vida de desorden de Baudelaire esa enfermedad, que no fue, en él, sino un resultado del atavismo. (Edmond Goncourt. Traducción de Carlos Cámara y Miguel ángel Frontán)

 

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¡Por un increíble error, notable, Théophile Gautier, que tan bien lo conoció, fue conducido, al anunciar su muerte en el Moniteur Officiel del 9 de septiembre de 1867, a escribir que Baudelaire había nacido en las Indias! (Le petit Journal)

 

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Nació en la India y conocía a fondo la lengua inglesa. Debuta con sus traducciones de Edgar Poe. (Théophile Gautier)

 

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El domingo 10 de abril de 1921, a las diez de la mañana, la municipalidad de París ha inaugurado una placa conmemorativa sobre el inmueble 15 rue Hautefeuille, en el lugar donde nació Charles Baudelaire el 9 de abril de 1821. (Bulletin Municipal Officiel. París)

 

 

 

 

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