Continuando con la sección de Poema para leer un viernes por la tarde, nuestro editor Mario Bojórquez, nos comparte un poema de Charles Baudelaire, hoy que se cumplen 200 años de su nacimiento. Círculo de Poesía Ediciones y Visor Libros México han publicado Spleen de París. Pequeños poemas en prosa que puede encontrarse en nuestra tienda en línea aquí.
La colección Visor Libros México y Círculo de Poesía Ediciones ponen en las librerías de México su edición de Spleen de París. Pequeños poemas en prosa de Charles Baudelaire con la traducción de Joaquín Negrón. Este es un libro fundamental para la tradición de la poesía ya que inaugura el concepto de modernidad durante la segunda mitad del siglo XIX. Esta obra comienza a aparecer de modo fragmentario en diversas revistas y periódicos desde 1855 y hasta 1869 en que es recogida póstumamente en sus obras completas.
En la dedicatoria-prefacio dirigida al novelista Arsène Houssaye, director del periódico La Presse, donde se publican algunos de los poemas, el autor explica las características de esta obra tan novedosa para la época en que se da a conocer: “Le envío una obrita de la que no podría decirse, sin faltar a la justicia, que no tiene ni pies ni cabeza, puesto que todo en ella es a la vez, alternativa y recíprocamente, cabeza y pies (…) Extírpele una vértebra, y los dos pedazos de esta tortuosa fantasía volverán a unirse sin dificultad. Divídala en numerosos fragmentos, y verá que cada uno de ellos puede subsistir por separado.”
Este libro, largamente acariciado, sufrió también transformaciones en cuanto al título, se llamó Poèmes nocturnes, Rêvasseries, La Luer et la Fumée, Le Promeneur solitaire, Le Rôdeur parisien, entre otros, hasta alcanzar el de Petits Poèmes en prose en 1862 pero también algunos poemas del libro fueron conocidos como Le Spleen de Paris, es costumbre que lleve los dos nombres, el uno explica el género literario que inaugura, el otro el tema que también reconoceremos en su libro de poemas Les Fleurs du mal de 1857.
El procedimiento de escritura es la recuperación de una de sus lecturas favoritas: “Me hallaba hojeando cuando menos por vigésima vez el famoso Gaspar de la Nuit de Aloysius Bertrand (…) cuando se me ocurrió aventurarme a hacer algo análogo, aplicando a la descripción de la vida moderna, o mejor dicho de una vida moderna, el procedimiento que aplicó él para plasmar la vida de antaño”.
Así de esta obra narrativa, transformada por Baudelaire en poesía lírica, nace lo que conoceremos como prosa poética alterando para siempre las reglas de la prosodia clásica del verso: “¿Quién de nosotros no ha soñado alguna vez en sus días de ambición con el milagro de una prosa poética, musical aun sin ritmo ni rima, lo bastante dúctil y entrecortada como para amoldarse a los líricos vaivenes del alma, a las oscilaciones del ensueño, a los sobresaltos de la conciencia?”
En el caso de la poesía mexicana, el spleen es recuperado por Juan de Dios Peza en su “Reír Llorando” y el “pequeño poema en prosa” es un recurso magnífico de toda una generación de prosistas impecables: Ramón López Velarde, Julio Torri, Carlos Díaz Dufoo Jr., José Vasconcelos, Alfonso Reyes y Gilberto Owen, por decir algunos.
Charles Baudelaire invita al hombre moderno a embriagarse de vida, de vida plena, a transitar por las ciudades oscuras con sus resquicios donde la miseria de las prostitutas y los mendigos se asoma como parte del paisaje decadente del siglo XIX. Con poetas como Charles Baudelaire y otros como Walt Whitman, Edgar Allan Poe, Paul Verlaine y Arthur Rimbaud comienza la verdadera literatura moderna. Hay que embriagarse de vino de poesía de virtud.
Mario Bojórquez
EMBRIAGAOS
Hay que estar siempre ebrio. Todo se reduce a eso; es la única cuestión. Para no sentir el horrible peso del Tiempo, que os destroza los hombros doblegándoos hacia el suelo, debéis embriagaros sin cesar.
Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como os plazca. Pero embriagaos.
Y si alguna vez os despertáis en la escalinata de un palacio, tumbados sobre la verde hierba de una cuneta o en la lóbrega soledad de vuestro cuarto, menguada o disipada ya la embriaguez, preguntadle al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, canta o habla, preguntad qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj os contestarán: “¡Es hora de embriagarse!” Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo, embriagaos; ¡embriagaos sin cesar! De vino, de poesía o de virtud, como os plazca.