Continuamos con la serie Poema para leer un viernes por la tarde, este Viernes Santo nuestro editor Mario Bojórquez nos propone la lectura de “No me mueve mi dios” atribuido por algunos autores a Fray Miguel de Guevara, poeta y filólogo agustino mexicano.
Mucho se ha discutido, y con razón, la imposible autoría de este magnífico poema atribuida al agustino mexicano Fray Miguel de Guevara, quien incluyó en su Arte doctrinal y modo general para aprender la lengua matlalzinga de 1638 algunas composiciones en verso sin atribución explícita a sus correspondientes autores, mezcladas con otras anónimas y probablemente con algunas más de propia mano. La tradición acude a su nombre para identificar el soneto con el autor desde su descubrimiento en 1916 por el académico Alberto María Carreño y su difusión masiva en la Antología de poesía novohispana de don Alfonso Méndez Plancarte de 1942. En este esfuerzo de raigambre nacionalista por hacer aparecer el poema como mexicano o de autor mexicano, una suerte de justicia poética y divina lo ampara. El lector interesado podrá allegarse fácilmente una copiosa y bien sustentada bibliografía del caso. En este Viernes Santo su lectura nos llena el pecho de sentimientos religiosos de elevada entrega y recogimiento. Acompañamos su publicación con la versión modernizada del estudioso Gabriel María Verd Conradi y la transcripción de su manuscrito respetando la ortografía original.
Mario Bojórquez
No me muebe Mi Dios
No me muebe Mi Dios Para quererte
el cielo que me tienes Prometido.
ni me muebe el infierno tan temido
Para Dejar Por eso De Offenderte.
tume mueves Señor muebeme elverte
clauado en Vna crus yescarnesido
muebeme el Ver tu cuerpo tan herido
muebenme tus afrentas y tu Muerte
muebe <me> en fin tu amor en tal manera
q[ue] aunque no Vbiera cielo Yo te amara
y aunq[ue] no Vbiera infierno te temiera
no tienes que medar Porque te quiera
Porq[ue] aunque quanto espero no esperara
lo mesmo q[ue] te quiero te quisiera.
No me mueve mi Dios
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme en fin tu amor en tal manera
que aunque no hubiera cielo yo te amara
y aunque no hubiera infierno te temiera.
No tienes que me dar porque te quiera,
porque, aunque cuanto espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.