Poesía de un continente: Asia

Leemos una breve reunión de poetas asiáticos nacidos entre 1933 y 1992. Son poetas de Irán, Iraq, Palestina, Siria, China, Mongolia, Japón, Corea del Sur, India, Rusia, Bangladesh, Myanmar, Pakistán y Afganistán. La poesía se piensa y se lee de modo distinto, de acuerdo a la comunidad lectora, al imaginario, a los hábitos retóricos, etc. Leemos aquí un muy variado mosaico de tonos y temas de poetas del continente asiático.

 

 

 

 

 

Ko Un
(Corea del Sur, 1933)

 

Dos ciegos

 
En Changmi-dong, Kunsan,
varias personas ciegas viven juntas,
varias personas ciegas que son buenas con los masajes,
felices juntas.
Si llega una llamada para que uno vaya a una posada,
un hombre mayor lleva a una joven
y juntos toman los bastones,
es una ruta familiar, incluso si no pueden ver,
porque la toman todo el tiempo.
Sus bastones apenas tocan el suelo.

Ese hombre ciego no es su padre, ella no es su hija,
pero las relaciones adoptivas entre ellos son firmes.
La que usa lentes oscuros y no
tiene miedo a la lluvia, es la hija.
El que tiene los ojos abiertos, sin ver una sola cosa,
guiando el camino, es el padre.

Cuando no hay nadie
hablan en tonos bajos
y ríen: cosa que de otro modo no hacen.
En medio de toda la perversidad del mundo
hay bondad también:
incluso la oscuridad puede ser una bendición.

 

(Versión de Andrea Rivas) 

 

 

 

 

Chilip Ditre
(India, 1938)

 

Padre regresando a casa

 

Mi padre viaja en el último tren de la tarde
De pie entre los silenciosos pasajeros en la amarilla luz

Los suburbios se deslizan bajo sus ojos que miran nada
Su camisa y pantalón están empapados y su impermeable negro
Manchado de barro y su bolsa llena de libros
Se está cayendo a pedazos. Sus ojos se oscurecieron con la edad
desvaneciéndose en su viaje a casa a través de la húmeda noche del monzón.
Ahora puedo verlo bajando del tren
Como una palabra cayendo de una oración larga.
Se apresura a lo largo de la grisacea plataforma,
Atraviesa las vías del tren, entra en el carril,
Sus sandalias se adhieren al barro, pero él no deja de avanzar hacia adelante.

De nuevo en casa, lo veo tomando diluído té,
Comiendo un chapati rancio, leyendo un libro.
Entra al baño a contemplar
El extrañamiento del hombre ante un mundo hecho por el hombre.
Al salir tiembla delante del lavabo,
El agua fría corre sobre sus manos color café,
Unas cuantas gotas se aferran a los vellos grises en sus muñecas.
Sus sombríos hijos a menudo han rehusado compartir
Bromas y secretos con él. Ahora él buscará conciliar el sueño
Escuchando la estática en la radio, soñando
Con sus ancestros ​​y nietos, pensando
En nómadas que entran en un subcontinente a través de un estrecho paso.

 

(Versión de Gustavo Osorio de Ita)

 

 

 

 

Shahid Kadri
(Bangladesh, 1942)

 

Insurrección

En el jardín de Manzul Elahi
Sentados, en la velada moteada,
Algunos conversamos de tantas cosas
Unos hablan sobre Bangabandhu,
Y de ese tema pasaron al asesinato de Allende.
Otros evocaron la historia del golpe de estado en Chile.
Otros comentaron los conflictos de Irán e Irak.
El futuro incierto de Cuba luego de la partida de Castro.
El dominio de mercaderes inescrupulosos.
Las angustias de la gente de Bengala.
El hambre de por vida, hablamos de todo eso
Mientras mascábamos anacardos y tomábamos café.
La noche descendía gradualmente
Como el silencio en los pasos de un gato negro.
Las luciérnagas titilaban entre mesas y sillas
Como si fuesen a persistir centelleando por siempre.
Pasamos al comedor.
Manzur Elahi repetía, el rifle es la fuente de todo poder.
La sociedad sin clases no se puede lograr sin derramamiento de sangre.
Nadie abandona sus intereses de clase.
Yo miré por la ventana.
Observé el jardín de Manzur Elahi capturado por las luciérnagas,
Sin una batalla, sin derramamiento de sangre.

 

(Versión de María barrera)

 

 

 

 

Fehmida Riaz
(Pakistán, 1945)

 

 

Iqleema

 

Iqleema,
nacida de la madre de Caín
y Abel. Su hermana.
Pero diferente.
Diferente por sus muslos
y sus pechos, diferente
por dentro, por el útero.
¿Y el valor de esas diferencias?
Un carnero sacrificial más gordo:
arde Iqleema en la montaña.
Es prisionera de su propio cuerpo.
El sol la quema hasta el tuétano.
Mira,
sobre sus muslos alargados y turgentes tetas,
sobre el laberinto del útero,
Iqleema también tiene una cabeza.
Allah le habla a Iqleema
y por primera vez

                                algo le pregunta.

 

(Versión de Alí Calderón)

 

 

 

 

Ghassan Zaqtan
(Palestina, 1954)

 

 

Obscuridad

La obscuridad tiene un hueco,
con suficiente espacio para una mano,
negra, con cinco dedos y un brazo
La oscuridad tiene una casa,
atormentada por los muertos,
donde vuelve a enterrar sus secretos en los ladrillos
La obscuridad mata a las voces
que vocalizan desde las rocas,
ahogándose en las ortigas en el fondo del pozo
Y un lamento,
un duro grito de protesta,
se alza desde el obscuro corazón de la madera

 

(Versión de Gustavo Osorio de Ita)

 

 

 

 

Priya Sarukkai Chabria
(India, 1956)

 

Salma, un perro paria de Bagdad, dice

que los americanos son amables.
Dejan sangre en las calles
para que la lamamos,
y bocados de carne humana

atrapados
entre la ropa carbonizada.

Nos hacen volver a nuestros ancestros:
los Lobos.

 

(Versión de Gustavo Osorio de Ita)

 

 

 

Jamal Jumá
(Iraq, 1956)

Apretón de manos en la oscuridad

 
Los camiones han partido hacia el sur
llevando los zapatos de los muertos
y sus sombreros.
En cuanto a los cadáveres,
ya han dicho adiós al sol
y han dejado que el aire revuelto
cubra de arena lo que de ellos queda,
despojos desperdigados por doquier,
antes de que vengan la noche…
y los lobos.

 

(Versión de Abdul Hadi Sadoun y Ahmed Yamani)  

 

 

 

Sujata Bhatt
(India, 1956)

 

Feminidad

 
He pensado mucho en la niña
que juntaba estiércol de vaca en un canasto
a lo largo del camino principal que lleva de nuestra casa
al templo Radhavallabh en Maninagar.
He pensado mucho en el movimiento de sus manos
Y su cintura, en el odor del estiércol, en el camino polvoso
y en la humedad de los lirios de canna.
He pensado en el hedor, en el aliento del mono, en la ropa recién lavada,
en el polvo de las alas de los cuervos que huelen a otra cosa,
pero de pronto, de nuevo, este olor a estiércol mientras la chica lo recoge.
Esos aromas me envuelven de modo separado pero
simultáneamente.  Y he pensado mucho,
porque me he sentido incapaz de usarla como una metáfora,
usarla como una buena imagen.  No puedo olvidarla, en realidad.
Soy incapaz de explicarle a alguien su grandeza
y el poder de la luz a través de sus pómulos
cada vez que descubre buen, un excelente
montoncito de mierda.

(Versión de Alí Calderón)

 

 

 

Talib Abdelaziz
(Iraq, 1959)

Esculpir

 

Ahora
o después
en los fines de semana
o en navidad
si una vez te falla el francotirador
o te falla un fragmento de obús,
pues, te vendrá la bala
que está hecha para ti
y tu nombre está grabado en ella,
y dentro de ti suena su eterno silencio.

 

(Versión de Abdul Hadi Sadoun y Ahmed Yamani)  

 

 

 

 

 

Wei Tianwu
(China, 1967)

 

La muerte de la que sabemos nada

Eternidad. Siempre interminable.
La cacería empieza. Uno adelante
uno atrás uno a la izquierda otro a la derecha.
La muerte no es un tabú. Es fotografiada.
Compartida. Descargada. Guardada. Y borrada.

Se requiere de un formulario. La muerte es una misión secreta.
Ejecutada. Completada. Reportada. Catalogada
y archivada. Como asientos en un anfiteatro.
Fila 1, número 23. Fila 2, número 7.
Fila 3, número 1. Número 3, N. 9.
Fila 4, número 4. Fila 29, número 18.

Mide la temperatura corporal que permanece
en las cenizas del fuego. Temperatura
de cuerpos mezclados que continúan ardiendo.
En el estanque de lotos a los pies de la montaña Biandan,
flotan en el viento hojas secas
revoloteando alrededor de sus tallos irregulares.

 

2020.4.6.
En el día 75 del aislamiento de Wuhan.

(Versión de Mijail Lamas)

 

 

 

 

Fadwa Souleimane
(Siria, 1972)

 

Exilio

la oscuridad me colocó un velo
este laberinto es sin claridad
el fuego que tomé puro de la luz
me cegó
perdida
su augurio apenas tocado
que me redujo a pedazos
yo recogí mis pedazos
y los confié a mi reflejo
pero en el reflejo no pude ver ningún reflejo
cogí mi voz con la esperanza de entender
y llamé
su imagen se me apareció
su imagen de antes
no aquella de hoy
la cual tomé con amor
y que me llevó en adelante
en busca de aquello que no es ya
al llegar a la acera de los refugiados
se evaporó
y caí
como las cenizas de aquellos que no tienen más ilusiones
miseria de caer allí
donde no se entierran los muertos
voy a llevarme de la mano
y regresaré no para regresar sino
para encontrar mi muerte tal como yo la entiendo

 

(Versión de Gustavo Osorio de Ita)

 

 

 

 

Alireza Roshan
(Irán, 1977)

 

 

No soy tu destino
Pues soy una ciudad pequeñita en tu camino
Ven y pasa por mí

 

(Versión de Delaram Rahimi)

 

 

 

 

Najwan Darwish
(Palestina, 1978)

 

 

Durmiendo en Gaza

Fado, dormiré como hace la gente
cuando caen las bombas,
cuando el cielo se abre como carne viva.
Soñaré, pues, como hace la gente
cuando caen las bombas:
soñaré con traiciones.

Despertaré a medio día y le preguntaré al radio
las preguntas que la gente pregunta
¿Ha terminado el bombardeo?
¿Cuántos fueron asesinados?

Pero mi tragedia, Fado,
es que haya dos tipos de personas:
aquellos que lanzan sufrimiento y pecado
a la calle para poder dormir
y aquellos que coleccionan el sufrimiento, los pecados de la gente.
Los tornan cruces, los presumen
por las calles de Babilonia y de Gaza y de Beirut
mientras lloran falsamente.
¿Van a venir más?
¿Van a venir más?

Al sur de Beirut, hace dos años,
camine por las calles de Dahieh
arrastrando una cruz
tan grande como los edificios destrozados.
Pero ¿quién levantaría una cruz
de la espalda de un hombre cansado hoy en Jerusalén?

La tierra es tres clavos
y por piedad un martillo.
Detente, Señor.
Detén los aviones.
¿Van a venir más?
¿Van a venir más?

(Versión de Alí Calderón)

 

 

 

Garous Abdolmalekian
(Irán, 1980)

 

Revuelve su té con el cañón de una pistola
Resuelve el rompecabezas con el cañón de una pistola
Rasca sus pensamientos con el cañón de una pistola

Y a veces
se sienta frente a sí mismo
y saca recuerdos de bala
fuera de su cerebro

Ha peleado en muchas guerras
pero no es rival para su propia desesperación

Estas pastillas blancas
lo han dejado tan incoloro
su sombra debe levantarse
a traerle agua

Deberíamos aceptar
que ningún soldado
ha regresado alguna vez
de la guerra
vivo

 

(Versión de Matías Antonio Castillo González)

 

 

 

K Za Win
(Myanmar, 1982-2020)

 

Carta desde una celda

 
Querido Padre,
el Río, cuyo estómago
fue abierto de un tajo,
le ha declarado la guerra a nuestra pequeña casa en la ribera, ¿no es así?
Justo en frente de la casa
estarás buscando a alguien
que te ayude
con los postes del terraplén
para enderezar el río,
para llenar sus huecos con
bultos de arena.
En el agua turbia,
que se alza como una lanza de bambú,
estarás contemplando
la plantación de ajonjolí –
cargada con frutas
lista para la cosecha.
Estarás pensando
en ese puñado de arroz en tu boca
que están a punto de arrebatarte.
Quizás encontrarás consuelo
en la religión, contemplando
nuestros cinco enemigos.
Quizás después
pensarás en el vacío
que las labores de un hijo puede llenar.
Un hijo, dos hijas y un hijo;
El mayor es un poeta en prisión,
la primera hija, una maestra de escuela,
la segunda, una graduada en la cocina,
el más joven, un estudiante.
Tu hijo poeta,
¿acaso será de alguna utilidad
como el dah que usas para limpiar el campo?
Padre, no perdones.
¡Nada!
“Pho Chan, hijo,
¿por qué escucho ruidos detrás de ti?”
Me preguntaste al teléfono.
“Estoy en la parada de autobús
de camino a entregar un texto a un periódico,” mentí.
De tu hijo mentiroso en el muelle
a matones que te endulzan el oído
con las puntas de sus lenguas,
“Para nuestros campesinos benefactores…”,
porque quieren colocarse a tus espaldas,
ódialos a todos, Padre.
Ódialos a todos.
Un ladrón
no está armado.
Un matón lo está
hasta los dientes.
Si los ladrones son ingobernables,
si los matones son ingobernables,
¿cuál es el punto de tener un gobierno?
Lo que sea que les ocurra a las junglas
lo que sea que les ocurra a las montañas
lo que sea que les ocurra a los ríos
a ellos nada les importa.
Aman el país
justo como aman rallar un coco,
desde adentro hacia afuera,
para drenarlo.
Pedestal tras pedestal, para hacer más alto su trono,
apuntarán sus armas hacia la urna
en la frente del Gran Buda.
Su clase es de esa calaña.
Hay que maldecir a esa clase
y si tu religión lo prohíbe
permíteme deshacerme de esta religión.
Volveré el aire azul
de tu parte.
Quizás aún no lo sabes.
Tu hijo fue
arrestado
por exigirle a la llamada policía
que no lastimara a la población civil.
Algún día
tu hijo, que no es un ladrón
ni un matón
se volverá útil,
bueno como tu dah que limpia los campos.
Por ahora, Padre,
mantén tu vista en la plantación
que has arado con tus hombros desnudos.
Sigue cantando
el himno
de La Unión Campesina.

 
Tuyo siempre,
K Za Win
Celda 1, Sección 10
Prisión de Thayawaddy.

ေကဇဝင္း

ေထာင္ထဲက စာ

 

(Versión de Gustavo Osorio de Ita)

 

 

 

Sayaka Osaki
(Japón, 1982)

 

La eternidad y un día

Te recuestas en el primer gran árbol que encuentras
Acabas de nacer pero ya estás exhausta

Un extraño está sentado a tu lado
Quizás alguna vez fue importante para ti
Así que decides bailar con él

El cielo es tan claro como los de Van Gogh
Los pájaros están dando vueltas
El bosque está creciendo
La gente se está reuniendo

Las personas están siendo contadas
El tráfico está atascado
La ambulancia se ha parado
Las industrias se han oscurecido

Tú decidirás alguna vez
Si te gustan estas cosas
Después cambiarás de opinión
¿Es mejor sentirse triste por lo que desconoces?
No lo sabes

(Piensas que vigilarás todo
Pero cuando continúas perdiendo detalles
Sólo suspiras con alivio)

El niño que robó la chaqueta amarilla
Se lanza al bosque
Esta sola
Escena
Es como envidiable
Como celebratorio
Como un juego en el que buscas qué no es lo mismo

Esperas la suave canción
De la lluvia
Que va creciendo

Aunque ligeramente es probable que superes la velocidad
En la cual ya no sientes ninguna tristeza
Aunque un círculo pueda no tener uno
Tú sí tienes un comienzo

 

(Versión de Adalberto Garcia López)

 

 

 

Ren Hang
(China, 1987)


Amor 1

 

A la medianoche
ya todos estamos ebrios
algunos lloran,
algunos están somnolientos y tirados en el suelo,
algunos vomitan en la basura

tú estás en el balcón secando ropa
medias y calzones
que lavaste en la mañana

pero yo te miro desde el sofá
como si viviéramos juntos
una vida larga
muy larga

(Versión de José Gabriel Dávila)

 

 

 

Oksana Vasyakina
(Siberia, Rusia, 1989)

 

Cuando vivíamos en Siberia

cuando nosotros vivíamos en siberia nosotros no teníamos dinero
nosotros no teníamos recuerdos y no teníamos amor
sólo había un día largo pesado y sofocante
en el que todos vivíamos juntos
dentro de un inmenso cuerpo
y éramos una sola mirada y éramos un solo dolor
y además comíamos sin parar
y comprábamos comida
y preparábamos comida
y hablábamos sobre comida
y nos asustaba que se terminara la comida
y temíamos que ella desapareciera
nosotros temíamos por la comida

 

 

1

cuando vivíamos en siberia no teníamos amor
todos teníamos sólo un cuerpo incomparablemente grande
angustiado y  murmurante
siempre hambriento y malicioso

ahora no vivimos en siberia

seguimos sin tener amor
porque el amor
es una cosa pequeña invisible casi como siberia o la memoria
algo así o
más sádico
nada parecido a las personas
y no le pertenece a la gente

 

 

 

Su Xiaoyan
(Mongolia, 1992)

 

Dos cestas de bambú

 

Como dos ancianos, las dos cestas de bambú se sientan
Lado a lado sobre un banco de madera junto a la puerta
Mirando en silencio los campos de maíz —
Un ave pasa, cantando.
Contemplan su lenta brisa preferida al atardecer,
la tranquilidad dispersa en el aire, los temerosos años.
Año tras año las dos envejecidas cestas de bambú
han cargado tantas cosas, plátanos-pera,
plátanos-manzana, y cacahuates parecidos a perlas.
Ahora están vacías, los trozos de bambú desconcertados,
sus cuerpos envueltos con cuerdas de cáñamo,
exhaustos y sin vida.
En el pasado se enamoraron profundamente del otoño
pero ahora han caído bajo la sombra de la estación
que ha cambiado repentinamente, de cálido a desolado,
recuerdos enmarcados en los árboles
Como si cosecharan año tras año y hubieran recogido
una vida entera, ahora se alejan

impulsados por una ráfaga de viento.
Un árbol lleno de frutas, y dos cestas de bambú:
que no saben cómo ser cargadas nuevamente.
Por primera vez enfrentan la cosecha
con una pérdida, pero con calma.

(Versión de Indira Díaz)

 

 

 

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