Águila que cae. La prisión de Cuauhtémoc desde la poesía

Henri Meschonnic piensa que la poesía es el “shifter permanente”, un tipo de texto que nos ancla al aquí y ahora, a la circunstancia. Se trata de lo que podríamos llamar “intención lírica”, que anima la poesía y otras escrituras del yo. Desde este lugar pensamos el acontecimiento fundacional de la cultura mexicana, la caída de Tenochtitlan, la caída de Tlatelolco, el último reducto. Desde múltiples lugares de enunciación pensamos este momento. Leemos testimonios in eventu, textos de Hernán Cortés, Fray Francisco Aguilar y Bernal Díaz del Castillo así como poemas épicos y testimoniales, textos violentísimos de origen tlaxcalteca y huejotzinca, en la versión de Ángel María Garibay.  

 

 

 

 

 

 

Hernán Cortés

Y los bergantines entraron de golpe por aquel lago y rompieron por medio de la flota de canoas, y la gente de guerra que en ellas estaba ya no osaban pelear. Y plugo a Dios que un capitán de un bergantín, que se dice Garci Holguin, llegó en pos de una canoa en la cual le pareció que iba gente de manera; y como llevaba dos o tres ballesteros en la proa del bergantín e iban encarando en los de la canoa, hiciéronle señal que estaba allí el señor, que no tirasen, y saltaron de presto, y prendiéronle a él y a aquel Guatimucín y a aquel señor de Tacuba, y a otros principales que con él estaban; y luego, el dicho capitán Garci Holguin me trajo allí a la azotea donde estaba, que era junto al lago, al señor de la ciudad y a los otros principales presos, el 1 cual, como le hice sentar no mostrándole riguridad ninguna, llegóse a mi y díjome en su lengua que ya él había hecho todo lo que de su parte era obligado para defenderse a sí y a los suyos hasta venir a aquel estado, que ahora hiciese de él lo que yo quisiese; y puso la mano en un puñal que yo tenía, diciéndome que le diese de puñaladas y le matáse. Y yo le animé y le dije que no tuviese temor alguno; y así, preso este señor, luego en este punto cesó la guerra, a la cual plugo a Dios Nuestro Señor dar conclusión en martes, día de San Hipólito, que fue 13 de agosto de 1521.

 

 

 

 

 

Fray Francisco de Aguilar

Otro día de mañana después de lo dicho, comenzaron otra vez de nuevo a pelear, y fue requerido el dicho principal, y tampoco se quiso dar; pero este día que le fue hecho el requerimiento, y otros dos días antes, las mujeres y niños se venían a entregar y dar a los españoles viéndose ya perdidos. Guatemusa se metió en una canoa chiquita con un solo remero, y acaeció que, como era de noche, fue a topar con un bergantín del cual era capitán García Holguín, el cual lo prendió y se lo presentó al capitán Hernando, que fue causa de que se reconciliase con él, porque no le tenía buena voluntad. Esto hecho, se tomó y sujetó la casa donde el Guatemusa se había hecho fuerte, donde se hallaron mucha cantidad de oro y joyas y otros muchos despojos; de aquí sucedió que los taxcaltecas que nos ayudaban en la guerra y los que salieron de su ciudad, como sabían las entradas y salidas, se fueron ricos con los despojos que tomaron a sus casas; y esta casa se ganó y tomó día de San Hipólitoe; y así cesó la guerra de la ciudad, y nos salimos y aposentamos en los aposentos reales. Fue requerido el capitán que poblase en Tlacuba o en Cuyoacán o en Tescuco y nunca quiso.

 

 

 

 

Bernal Díaz del Castillo

…y en aquella sazón el Gonzalo de Sandoval se puso a una parte para ver los bergantines, y mandó que todos se recogiesen a él, y luego supo que Garci-Holguín había prendido al Guatemuz, y que llevaba a Cortés; y como el Sandoval lo supo, mandó a los remeros que llevaba en su bergantín que remasen a la mayor priesa que pudiesen, y cuando alcanzó a Holguín le dijo que le diese el prisionero, y el Holguín no se lo quiso dar, porque dijo que él lo había prendido, y no el Sandoval; y el Sandoval dijo que así era verdad, y que él era general de los bergantines, y que el Holguín venía debajo de su dominio e mando, y que por ser su amigo se lo había mandado, y también porque era su bergantín muy ligero, más que los otros; e mandó que le siguiese y le prendiesen: y que al Sandoval, como a su general, le había de dar el prisionero; y el Holguín todavía porfiaba que no quería. Y en aquel instante fue otro bergantín a gran priesa a Cortés a demandarle albricias, que, como dicho tengo, estaba muy cerca, en el Tatelulco, mirando desde el cu mayor cómo entraba el Sandoval; y entonces le contaron la diferencia que traía Sandoval con el Holguín sobre tomarle el prisionero; y cuando Cortés lo supo, luego despachó al capitán Luis Martín y a Francisco de Lugo para que luego hiciesen venir al Gonzalo de Sandoval y al Holguín, sin mas debatir, e que trajese al Guatemuz y a la mujer y familia con mucho acato, porque él determinaría cúyo era el prisionero y a quién se había de dar la honra dello; y entre tanto que le fueron a llamar, hizo aderezar Cortés un estrado lo mejor que pudo con petates y mantas y otros asientos, y mucha comida de lo que Cortés tenía para sí, y luego vino el Sandoval y Holguín con el Guatemuz, y le llevaron ante Cortés; y cuando se vio delante de él le hizo mucho acato, y Cortés con alegría le abrazó y le mostró mucho amor a él y a sus capitanes; y entonces el Guatemuz dijo a Cortés: “Señor Malinche, ya yo he hecho lo que estaba obligado en defensa de mi ciudad y vasallos, y no puedo más; y pues vengo por fuerza y preso ante tu persona y poder, toma luego ese puñal que traes en la cintura y mátame luego con él.” Y esto cuando se lo decía lloraba muchas lágrimas con sollozos, y también lloraban otros grandes señores que consigo traía; y Cortés le respondió con doña Marina y Aguilar, nuestras lenguas, y dijo muy amorosamente que por haber sido tan valiente y haber vuelto por su ciudad se lo tenía en mucho y tenía en más a su persona, y que no es digno de culpa, e que antes se lo ha de tener a bien que a mal; e que lo que Cortés quisiera, fue que, cuando iban de vencida, que porque no hubiera más destrucción ni muerte en sus mexicanos, que vinieran de paz y de su voluntad; e que pues ya es pasado lo uno y lo otro, y no hay remedio ni enmienda en ello, que descanse su corazón y de sus capitanes, e que mandará a México y a sus provincias como de antes lo solían hacer; y Guatemuz y sus capitanes dijeron que se lo tenían en merced; y Cortés preguntó por la mujer y por otras grandes señoras mujeres de otros capitanes, que le habían dicho que venían con Guatemuz; y el mismo Guatemuz respondió y dijo que había rogado a Gonzalo de Sandoval y a Garci-Holguín que les dejase estar en las canoas en que estaban, hasta ver lo que el Malinche ordenaba; y luego Cortés envió por ellas, y les mandó dar de comer de lo que había lo mejor que pudo en aquella sazón; y luego, porque era tarde y quería llover, mandó Cortés a Gonzalo de Sandoval que se fuese a Cuyoacan, y llevase consigo a Guatemuz y a su mujer y familia y a los principales que con él estaban; y luego mandó a Pedro de Alvarado y a Cristóbal de Olí que cada uno se fuese a sus estancias y reales, y luego nosotros nos fuimos a Tacuba, y Sandoval dejó a Guatemuz en poder de Cortés en Cuyoacan, y se volvió a Tepeaquilla, que era su puesto y real. Prendióse Guatemuz y sus capitanes en 13 de agosto, a hora de vísperas, día de señor San Hipólito, año de 1521, gracias a nuestro señor Jesucristo y a nuestra señora la virgen santa María, su bendita madre, amén. Llovió y tronó y relampagueó aquella noche, y hasta media noche mucho más que otras veces.

 

 

 

 

 

 

Canto Tlaxcalteca acerca de la conquista

 

Hemos logrado al fin llegar a Tenochtitlan:
esforzaos, tlaxcaltecas y huexotzincas.
¿Cómo lo oirá el príncipe Xicoténcatl, el ahorcado? ¡Ea, esforzaos !

Va dando alaridos el capitán Cuauhtencoztli,
sólo le dicen el Capitán y nuestra madre Malintzin:
Hemos logrado llegar a Xacaltecoz y Acachinanco. ¡ Ea, esforzaos!

 

Esperamos las naves del Capitán: no bien hayan llegado
sus banderas a la cordillera de Aztahuacan,
a su sola presencia demudarán su rostro los siervos mexicanos.
¡Ea, esforzaos!


Ayudad a nuestros señores, los vestidos de hierro,

que ponen cerco a la ciudad, que ponen cerco a la nación mexicana.
¡Ea, esforzaos!


Tañe tu tamboril, ríe a carcajadas, oh Ixtlilxóchitl,

ponte a bailar en Cuauhquiahuac, el de México,
haz que al girar brille tu escudo de rosadas plumas
aquí en Temalacatidan. ¡Ea, esforzaos!


Tú que te regocijas en la guerra, tú que te atavías de luz,

oh empenachado Ixtlilxóchitl, ponte a bailar en Cuauhquiahuac el de México,
haz que al girar brille tu escudo de rosadas plumas
aquí en Temalacatitlan. ¡ Ea, esforzaos!


En ondulante desfile nuestros parientes marchan:

el empenachado Anahuácatl, el príncipe otomí Tehuizquitihuc.
¡Ea, esforzaos !


Por un breve instante, por un día duran las flores del combate,

tu mando, oh Cuauhtémoc, tus flores de la nariz hechas de oro;
envuelta en luz de aurora está tu Flor-de-Algodón,
rodeada de plumas de quetzal,
oh tú que llenaste de adm1ración al Cerro del Colibrí. ¡Ea, esforzaos !


¿Cómo era posible que por tu medio se consolidara,

que durara en pie nuestra ciudad, aun cuando ardieras de ira ?
¡Sólo quedaran unas cuantas ajorcas d e oro a tu Flor-de- Algodón!
oh tú que llenaste de admiración al Cerro del Colibrí ! ¡Ea, esforzaos !


Ved cómo bailan ellos con escudos:

les hemos abatido Tehuizquitihue y Tecoatzin.
¿Qué será de vosotros ? Empero; empiece el baile: cantad amigos míos.


Todos unidos en el camino mostrad esfuerzo:

tú, Coailhuitl, y tú, Itzpotonqui.
¿Qué será de vosotros? etc.


Ah, en verdad han perecido: oye mi canto, oh ciudad,

oh México Tenochtitlan: muy de veras lo digo y elevo:
ya intentamos llegar aquí a Tlaltelolco, oh Anahuácatl:
lentamente se hizo, sin pensarlo, oh tlaxcaltecas: cantad amigos míos.


No he hecho más que verlo y quedar admirado,

yo el príncipe Anahuácatl: con escudos y espadas
quieren ir los tlaxcaltecas en pos de los hombres de Castilla.
Vinieron a acosarlos entre el agua y les dieron alcance:
lentamente se hizo, sin pensarlo, oh tlaxcaltecas: cantad amigos míos.


Ponte a bailar, oh tú que reinas, príncipe Oquiztli,

tañe tu tamboril de oro incrustado de turquesas
que en herencia te dejaron los príncipes y los reyes:
deleita con él a los de varias naciones
que están al lado nuestro, los tlaxcaltecas y huexotzincas.


Porque en verdad estará aquí en México

el príncipe Cuitlachichihuitl y el rey Tepixohuatzin;
como que todos se han aferrado a los escudos, los de varias naciones
que están a nuestro lado, los : tlaxcaltecas y huexotzincas.


Se puso a bailar aquí el príncipe Apopoca con su escudo

y con él cuantos tienen escudos engalanados de plumas de garza,
los príncipes que se aprietan en filas
frente a vosotros, tlaxcaltecas y huexotzincas.


También yo por cierto he logrado llegar hasta acá

y me he apoderado de una lanza de los españoles,
frente a los que están con esc;:udos ante vosotros, tlaxcaltecas y huexotzincas.


Ya deponían el escudo Motelchiuhtzin y Tecuilhuitl,

porque llegaron por fin acá aquellos conquistadores que lanzan fuego.
Dice Atich : Comience el baile, oh tlaxcaltecas y huexotzincas.


Y a se derrumba · la muralla de los Aguilas,

ya se derrumba la muralla de los Tigres de Tecuilhuitl,
porque llegaron por fin acá aquellos conquistadores que lanzan fuego.
Dice Atoch: Comience d baile, oh tlaxcaltecas y huexotzincas.


Esfuérzate mucho, alístate al combate, tú Tlacateccatl Temilotzin:

ya se presentaron las naves de los Castellanos:
los que moran en chinampas son rodeados por la guerra,
son rodeados por la guerra el Tenochca y el Tlaltelolca.


Ya es bien vendida Tenochtitlan, ya palidecen de terror sus. hijos,

ya no resta sino Dios y el Capitán Guzmán en México:
los que moran en chinampas son rodeados por la guerra,
son rodeados por la guerra el T enochca y el Tlaltelolca.


Mientras retumban las negras nubes y se tiende la niebla

aprisionaron a Cuauhtemoctzin y a un puñado de mexicanos,
de príncipes de guerra que aún resistían:
los que moran en chinampas son rodeados por la guerra,
son rodeados por la guerra el Tenochca y el Tlatelolca.


Recordad, oh compatriotas tlaxcaltecas,

cómo lo hicimos en Coyonacazco.
Fueron mancillados de lodo los mexicanos,
fueron escogidas las mujeres por los dominadores.


Nunca se sacia el corazón de Aiximachoctzin,

nunca se sacia el corazón de Chimalpaquinitzin:
¡Ah, cómo lo hicimos en Coyonacazco!
Fueron mancillados de lodo los mexicanos,
fueron escogidas las mujeres por los conquistadores.


Ya quedó encerrado en Acachinanco Tehuexolotzin:

con prisa le acosan Tlamemeltzin, Xicoténcatl y Castañeda.
¡Ea, vamos, vamos!


Ve de prisa, tú que lo dejaste, tú el ahorcado…

le acosan presurosos Tlamemeltzin, Xicoténcatl y Castañeda
¡Ea, vamos, vamos!


A los nueve días son llevados a Coyoacan

Cuauhtemoctzin, Coanacoch y Tetlepanquetzatzin:
Ya sois entregados, oh vosotros príncipes.


Los confortaba Tlacotzin y les decía:

“Oh, hermanos míos, esforzaos:
han atado el oro con cadenas de hierro:
ya sois entregados, oh vosotros príncipes”.


Le responde el rey Cuauhtemoctzin:

”Oh hermano mío, hemos sido presos, hemos sido engrillados.
¿Quién eres tú la que estás sentada junto al Capitán General?
Ah, eres tú ciertamente, oh Isabelitta, oh sobrinita mía:
en verdad son entregados los príncipes,


Por cierto serás esclava en lugar cerrado,

Se harán joyeles, se tejerán plumas en Coyoacan.
Oh hermano mío, hemos sido presos, hemos sido engrillados.
¿Quién eres tú la que estás sentada junto al Capitán General?
Ah, eres t ú ciertamente, oh Isabelita, oh sobrinita mía:
en verdad son entregados los príncipes,
en verdad son entregados los príncipes”.

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(Versión de Ángel María Garibay)

 

 

 

 

 

 

Canto de Huejotzinco acerca de la conquista

 

Sólo tristes flores y tristes cantares
restan aquí en México Tlatelolco:
y sin embargo, es allí donde el valor se demuestra.

Bien sabido tenemos que hemos de perecer
nosotros los hombres: tú dador de la vida nos lo aseguras.

Hemos errado y sufrimos nosotros los hombres:
como que hemos visto bien dolor que arde
allí donde el valor se demuestra.

Ahuyentamos e invadimos las tierras a tus siervos:
dolor ardiente se extiende en Tlatelolco,
dolor ardiente se extiende done se da a conocer el valor:
es que te has cansado, es que estás hastiado,
oh tú por quien todos viven.

El llanto se extiende, las lágrimas llueven
en Tlatelolco: por agua han huido los mexicanos;
se asemejan a mujeres a la verdad porque huyen.
¿Dónde iremos a parar oh amigos?

En verdad hemos dejado yerma la ciudad de México:
se alzó el humo, se difundió la niebla:
tú lo hiciste, oh por quien todos viven.

Oh mexicanos, tenedlo presente:
él por nuestro medio procura su placer y gloria,
oh vosotros, los que aún estáis en Coyonacazco.

Allí los saluda entre llantos Motelchiuh,
el guardián del templo de Huiznahuatl;
a todos vosotros, el magistrado Tlacotzin
y el rey Oquitzin van unidos:
con esto quedó yerma Tenochtitlan.

¡Oh, amigos míos, llorad!
Sabed que dejamos yerma la nación mexicana.
Ay, aun el agua está amarga, aún el alimento está amargo:
¡esto hizo en Tlatelolco aquel por quien todos viven!

Con diligencia fueron llevados lentamente
Motelchiuhtzin y Tlacotzin:
cantaban cantos para animarse en Acachinanco
y cuando afrontaron el fuego en Coyoacan.

 

 

 

 

 

 

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