Poesía contemporánea en español: David Cruz

Leemos poesía costarricense. Leemos algunos poemas de David Cruz (San José, 1982), pertenecientes a Lazarus, libro ganador del Premio Internacional Manuel Acuña en 2021. Es considerado una de las figuras jóvenes más prometedoras de la poesía centroamericana contemporánea. Ha publicado tres libros de poesía. En 2020 fue finalista del Montreal International Poetry Prize y en 2011 del Premio Luis Cardoza y Aragón. Su obra ha sido sido traducida  parcialmente al inglés, francés japonés, italiano, portugués y al francés. Actualmente cursa un doctorado en Hispanic Studies en la University of Washington Seattle y tiene un máster Bilingüe en Creative Writing en la University of Texas en El Paso, donde fue editor de la revista Rio Grande Review.

 

 

 

 

El cuerpo del delito

 
Nelly Sachs se come mis ojos.
Voy por la ciudad,
intento descifrar las esquinas.
Sé que sus manos son las puertas,
el laberinto,
la camisa de fuerza
que no logro desatar.

 

 

 

 

Tratado del idealista

 
El tiempo
es un
grito sordo.
No
despierta
a los peces.
Van río arriba:
sueñan
que los arrastra
la corriente.

 

 

 

 

La última tarde de la infancia

 

Para Charles Simic

 
Mi madre me llama.
No quiero ir.

 
Estoy sucio.
Esta tarde llovieron bombas
y acabaron con el vecindario.

 
Mi madre insiste.

 
No quiero contestarle.
Manché la camisa nueva
y no me creerá,
si le aseguro,
que no la arruiné
jugando fútbol.

 

 

 

 

Lazarus X

 

Para David Bowie

Salgo sin rumbo.
Me disfrazo de anónimo,
de un hombre que escucha voces en el viento.
Las poseo, las domestico
y se marchan hasta el último lugar
donde hay alguien aceptándose.

 
En cada paseo miro a mis fantasmas
vestidos de gala.
Algunos sonríen, otros cultivan su arrogancia,
otros, más ingenuos aún, sienten que por sus venas
no corre el tiempo.
No los culpo, ignoran las filas del metro,
helicópteros que recorren los rascacielos como abejas enfermas,
en un acto de polinización posmoderno.

 
Los semáforos nos piden que paremos,
nos imploran que de una vez por todas
recordemos nuestros nombres,
olvidemos la prisa y empecemos a memorizar
que alguna vez fuimos animales.

 
Somos tantos millones de personas,
envolturas genéticas que cargan milenios,
agua sostenida por los huesos.
Borrachos, drogadictos, pirómanos,
seres que se marchitan frente al espejo.

 

Es triste vivir en la era del Reality Show.

 
Los muertos no cotizamos en la bolsa.
Los muertos no gritamos: ¡estamos muertos!
ni amanecemos con resaca.
Busco patrones entre los transeúntes,
parece que ninguno quiere aceptar esta fiesta.
Brindemos por la vanidad,
porque al amigo de un amigo
lo han nombrado caballero.
Brindemos por el hombre más rico de la tierra,
por el dictador que acaba de caer en un país que no existe,
porque un niño oriental toca la guitarra mejor
que nosotros.
Voy, por última vez, a tomar un café,
recorro la ciudad.
Llego a un bar,
dos borrachos corean una canción de 1969.
Tal vez, hoy sí tenga suerte
y al salir habré olvidado el camino de regreso.

 

New York, 10 de enero de 2016

 

 

 

 

 

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