Poesía de Georgia: Maia Sarishvili

Leemos poesía de Georgia. Leemos a la poeta Maia Sarishvili (Tbilisi, 1968). En 2008 ganó el premio de poesía SABA, el galardón de literatura más importante en Georgia, por su poemario, Microscope (Microscopio). Así mismo es la autora de otro poemario titulado Covering Reality (Cubriendo la realidad) (2001) y de tres obras de radio. Maya reside en Tiflis (Tbilisi), Georgia, donde trabaja como docente para alumnos de tercer grado y vive como madre de cuatro niños de entre 6 y 13 años. Su trabajo estará disponible o ha aparecido en las revistas Guernica, Versal, Nashville Review, Los Angeles Review, Bitter Oleander, entre otras. El poeta coterráneo suyo, Zviad Ratiani, explica la poesía de Maya de mejor manera: “Sus poemas son como las Elegías de Duino de Rilke: de un modo son autosuficientes, de alguna manera algo siempre está sucediendo dentro de ellos. Cada vez que los toco, cuando los leo una y otra vez, al mismo tiempo algo más está pasando dentro de mí. Sus poemas están desnudos, contienen un extraordinario sentimiento de claridad y sentido, pero también, son muy ingeniosos”. La traducción es de Alexis López Hernández.

 

 

 

 

A mi Padre

Sé lo que te hace gritar en sueños:
Surgen áspides de los candelabros
Iluminan la habitación con sus voces.
Sé cuán aterrador es ese lóbrego siseo
emponzoñado con una pérfida luz.
Sé cómo noche tras noche te frotas el corazón
en el cuerpo.
Cómo ansías lavar las manchas
con la espuma del corazón.
Quizá por eso
madre se levanta de entre los muertos al caer la noche
y planta rosas en tus zapatillas,
allí donde pisarás en el nuevo día.
Por favor, encuentra el eco de mi infancia en nuestro hogar.
Probablemente esté en algún sitio cerca de la caja de dulces.
Y si el pequeño perro ladra,
o cualquier cosa por el estilo,
habrá terminado la maldición entonces.

 

 

 

 

Al vecino

 

Mira, el frío templa las tuberías
mana desde tu techo hasta nuestro piso
y desciende nuevamente.
Nuestros apartamentos están soldados en esos huesos,
donde sólo hay muerte y poco más.
Ellos nos han fundido,
piso a piso, en su metálico cadáver
para que no escapemos
de esta desesperación compartida.
Me contaste que mi madre fallecía,
que gritó: “Sálvame, te lo ruego”.
Esa frase
desde entonces
se ha vuelto mi consigna.
Me recuerda dónde estoy,
dónde terminé.

 

 

 

 

Que convincente es la paz…

 
Qué convincente es la paz
cuando se está protegido en casa.
Los sueños, tan cerca del suelo,
no pueden sobreponerse a los módulos ni a la Televisión.
Me encierro, precipitada, en
la monótona vida,
nadie puede ver
que los segundos se vuelven en bofetadas:
mejilla izquierda, mejilla derecha,
veloces.
Salen las palabras de mi boca
vuelan de un lugar a otro
se quiebran, pierden sus plumas…

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