Un recuerdo de Gustavo Sainz

David Magaña Figueroa nos trae a la memoria una imagen del narrador mexicano Gustavo Sainz (1940-2015). Fue un encuentro de hace treinta años. Sus conceptos siguen siendo vigentes. Gustavo Sainz escribió novelas como Gazapo (1965), Obsesivos días circulares (1969), La princesa del palacio de Hierro (1974) o Compadre Lobo (1978).

 

 

 

 

Todo escritor quiere ser Dios

                                                                                                 

Mientras espero el inicio de la presentación de Sainz, recuerdo el momento en la prepa cuando Aristeo Manrique Dimas, abogado habilitado como profesor de Sociales, al final del curso hizo dos preguntas para él fundamentales y que serían termómetro de su curso: 1. ¿Qué situación vive actualmente nuestro país? 2. ¿A qué lo atribuye? Retomé a Gustavo Sainz y respondí: 1. Vivimos Obsesivos días circulares. 2. De generación en generación, las generaciones se degeneran con mayor degeneración.

Manrique tomaba al azar las hojitas, agarró la mía y leyó, primero en voz alta la primera respuesta y entre dientes la segunda. “Debí imaginar que iba a responder con una barrabasada, joven Robles. No esperaba menos de usted, con esto confirmo mi apreciación inicial acerca de su persona: Usted es un genio… un genio del mal”.     

“…nor para nuestra escuela iniciar el ciclo de conferencias con la presencia de Gustavo Sainz, sin duda uno de los escritores mexicanos más propositivos y experimentales de nuestras letras. Autor que con cada nuevo libro enriquece el universo literario mexicano. Nos enteramos que Gustavo vendría unos días a nuestro país y establecimos el contacto para que se llevara a cambio un intercambio de ideas que sin duda dejará amplios beneficios a nuestros alumnos. Para moderar el encuentro contamos con la colaboración de José Antonio Almaraz, amigo y compañero de generación del autor de novelas tan notables como Gazapo, La princesa del Palacio de Hierro, Compadre Lobo por nombrar una terna de su brillante obra. Ya conocen la dinámica”…

Solemne, amistoso, Rincón presenta a Gustavo Sainz, quien cabizbajo y tímido y como ausente, escucha. El Gordo toma el micrófono para conducir la sesión… Dos horas en las que cinco personas nos alternamos las preguntas. Resumo lo que me interesó:  

 

La inspiración y el escritor.

“Miren, durante muchos años he descreído de la inspiración, confiando por lo tanto en la disciplina. Incluso creyendo que los escritores que han hablado sobre este asunto han sido muy acertados. William Faulkner decía que para escribir se necesitan un noventa y nueve por ciento nalgas y uno por ciento talento… ¡Nalgas para estar sentado! Es decir, disciplina.

Disciplina del escritor.

         “Un escritor debe ser permanentemente curioso y al mismo tiempo obsesivo y desesperado porque debe de comprender todos los idiomas, leer todos los libros, saberlo todo, imaginarlo todo, mirarlo todo, penetrarlo todo. ¡Violarlo todo! Entonces usamos muchas analogías para no decir este tipo de palabras referidas al conocimiento. En realidad, conocer es violar, desgarrar, vencer, guerrear”.

Problemas que afronta un escritor joven.

“El principal problema es él mismo. Él como persona es su peor enemigo. Porque se emborracha, duerme, sufre indecisiones, carece de la cultura suficiente. Todo se opone a su trabajo literario y al mismo tiempo es el único que puede vencer todo eso. Otros problemas serían: Encontrar las posibilidades de desarrollo. La literatura siempre se mueve en un ambiente clandestino, tú haces una novela y no obstante vivir en el siglo XXI, nadie sabe. Haces una novela y, algunas excepciones, no te pagan porque la estás haciendo. El trabajo literario no es considerado trabajo; lo que hay que vencer es cómo mantenerte mientras escribes, dado que esto no te da para comer. Y aparte tus amigos, piensan que es mejor ir a la fiesta o a jugar futbol. ¡Cómo te vas a quedar encerrado escribiendo una novela!

         “Hay otros enemigos muy importantes, los editores mismos, son muy cerrados. Si una editorial como Joaquín Mortiz rechaza tu novela, automáticamente está rechazada en Planeta, Era, Siglo XXI y en el Fondo de Cultura Económica. Luego, suponiendo que la publicas, tienes que vencer el silencio de la prensa, la cual no está ansiosa por saber, de ver qué novelas salen para hablar de ellas. Posteriormente las librerías, en donde hay mesas para exhibiciones en donde naturalmente preferirán poner los libros que estén de moda y no el tuyo.

         “En realidad, el problema del escritor es que apenas empieza a escribir y ya está condenado a hacerlo para siempre. Porque cada libro que acaba tiene un final ficticio y debe empezar otro y otro y otro.

“¿Qué sigue? Que no sabe el joven escritor si lo que escribe es bueno. Pero todavía es peor que eso, nadie sabe si es bueno. El mejor crítico de los alrededores se puede equivocar, ya que la historia del arte está llena de equivocaciones. Concretizando: nadie sabe si eres bueno, tú no sabes si eres bueno y sin embargo sientes la tentación de seguir escribiendo”. 

Autocrítica racional.

“Yo he escrito novelas en algún sentido audaces, pero no busco ser audaz deliberadamente para asustar a nadie. Trato de escribir la cotidianidad, lo que veo. Por ejemplo, cuando hace años escribí Compadre Lobo, hice un tratamiento muy minucioso de las relaciones sexuales. En ese sentido, más que autocensura, quiero vencer mis prejuicios y mis trabas. Quiero desmontar todas las piezas de nuestra moral”.

El escritor como catedrático.

El escritor realmente vive una pérdida de identidad y de contacto con el mundo cuando escribe. La escritura es un renunciamiento: renuncias a tu vida social, a las actividades de las mayorías. Te quedas a escribir, te peleas con la novia, con la esposa, en fin, te retiras del mundo. La cátedra por el contrario es el enfrentamiento con una audiencia real; el confrontamiento de tus ideas; el tratar de tender un puente entre tu verdad y la de ellos. Considero la docencia como una parte de mi labor social directa”.

Escritores y vedetismo.

“El psicoanálisis te da la receta para ser escritor, con un sinnúmero de ingredientes, entre los que se cuenta el narcisismo. Algo que yo diría oblativo, o sea, que el artista quiere darse a los demás. Busca el cariño, la comprensión, el amor de los otros. Entonces, los escritores padecen complejos atroces. Esto los hace diferentes y por eso es que escriben, para nivelarse con la realidad. Ellos quieren ser más hombres en un mundo de hombres, quieren escapar de la realidad humana y escapan justamente escribiendo, pensando, testimoniando lo invisible, fantaseando mucho más de lo que hace el hombre común. Pienso que es una enfermedad quimérica y la justificación intelectual no es más que la voluntad de potencias, es la voluntad de deidad. Digamos que todo artista, todo escritor en el fondo quiere ser Dios”.

 

 

 

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