El poeta colombiano Henry Alexander Gómez (Bogotá, 1982) mereció el Premio Internacional de Poesía “Miguel Hernández-Comunidad Valenciana” (2022) por el poemario La torre de los caballos azules, que será publicado por la editorial Devenir. Henry Alexander Gómez es Magister en Creación Literaria de la Universidad Central y Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Entre otros, recibió el Premio Casa de Poesía Silva, el Premio Nacional de Poesía Universidad Externado y el Premio Internacional de Poesía José Verón de España. Algunos de sus libros son Memorial del árbol (2013), Diabolus in música (2014), La noche apenas respiraba (2018), este último fue Mención Honorífica Certamen Internacional Sor Juana Inés de la Cruz. En el 2021 recibió el Premio Internacional de Cuento “Juan Ruiz de Torres” por el libro Cuentos para hundir un submarino. Es cofundador de la Revista La Raíz Invertida (www.laraizinvertida.com)
El ahogado del Sena
A Santiago Espinosa
El hombre asciende. Ha escrito con su dedo, en el fondo arenoso del río, un círculo para nombrar los campos innombrables: “quebradiza era mi madre, igual que mis versos”.
Renuncia al suave lecho de algas y sube dando botes con los brazos hasta ver las luces del Puente Mirabeau y más allá la noche y su fortuna.
El muerto es bello como su lengua, delgado como la lluvia. El agua le limpia la mirada, se mueve igual que la música.
Paul Celán es un pequeño niño que titila viendo las estrellas.
Casa giratoria
Paul Klee / Madrid, Museo Thyssen-Bornemisz
Le jalé una hebra a un pedazo de la noche y la cubrí con un poco de cera. Mis manos moldearon una vela que alumbró la habitación. Miré la llama por horas y logré entender el reflejo de su luz en la pupila de cada hombre o mujer que alguna vez ha encendido un fuego; supe también cómo la llama me observaba.
Esa flama, esa gota de estrella que me abraza con mi yo primitivo, es un ringlete que rueda por el tiempo, una veleta de fuego movida por el corazón de todos los hombres.
Autorretrato semidesnudo
Richard Gerstl / Viena, Museo Leopold
Cerca de la muerte todo es más claro aunque la belleza es más compleja. Comprendo que debo reinventar el origen de las cosas, la línea y su trazo, y devolverle a la vida el hombre que soy.
Le devuelvo a la tierra mi tacto, la ternura con la que contuve su peso por primera vez y el mugre que guardo debajo de las uñas. Le devuelvo al aire mi respiración, los aromas que envolvieron los cafés de la tarde y que rastreé como un niño enloquecido. Le devuelvo al sonido mi voz y sus silencios, las palabras que solté con miedo el día que asalté su ropa y dibujé un lápiz en su piel. Le devuelvo a los árboles y sus pájaros mi escucha, el ruido de mis pensamientos. Le devuelvo a las nubes mi mirada, la geometría de mi corazón que espera una breve respuesta.
Le devuelvo al mundo el amor y lo desmiento.
Sobre el diario personal de Oskar Kokoschka
Una noche me visitó Georg Trakl, su suave mirada me acompañó hasta la madrugada. Él tomó uno de mis pinceles y trazó una luna negra sobre uno de los vestidos de Alma. Me dijo que detrás las colinas, cuando las hojas del otoño se levantan y vuelven a las copas de los árboles, los poetas nos hacemos hermanos.
Tiempo después, me hice a una muñeca de tamaño natural. Su cuerpo estaba lleno de pájaros, aunque sus labios eran igual a una mariposa atravesada por un alfiler. A pesar de todo, sus palabras se grabaron inmutables en mi mente, incluso sin el hecho de haberlas dibujado sobre el lienzo. Nadie entiende por qué le hice el amor y la llevé con su mejor sombrero a la Ópera.
Esta mañana pensé otra vez en Georg Trakl y su mirada. Vi allí a su bella hermana tocando el piano y las notas ardiendo bajo un sol de polvo blanco, vi en sus ojos a Grete y en los ojos de Grete el grito del hijo prematuro y su salto voluntario al vacío. Y en el revés de mi mirada, atada a los ojos de Trakl, vi los labios de Alma y la muñeca guillotinada en medio de los árboles. Entendí la luna negra tatuada en mi pecho y algo más: los poetas siempre volvemos al útero.
Han dicho que tengo mirada de Rayos X. Nada más cerca de la realidad.
Algunas notas escritas por Grete Trakl en septiembre
3 de septiembre
Este piano saqueado por el fuego,
esta música
igual que los rieles
de una estación de tren abandonada.
Esta carta escrita por el silencio
y una avispa muerta
zumbando adentro del papel.
11 de septiembre
No me digas
que te han abandonado.
Tengo el pecho azul
y una enorme campana
me talla la noche
en medio de las piernas.
12 de septiembre
No importa
que la nieve
borre tus pisadas,
o que el ruido
de los obuses
anuncie la partida.
Enciende todas las luces
de Salzburgo
y escucha
con suave atención
el tartamudeo de los árboles.
20 de septiembre
Ahora
lo comprendo:
es privación
la soledad que no es baldía.
21 de septiembre
Es verdad que mi boca
le ha dado
una larga bienvenida a la vigilia,
pero aún toco el piano.
El hilo
de mi voz
que trepa hoy
hacia la madrugada
te acompañará siempre
como una antigua amante.