Poesía española: Julio César Galán

Presentamos tres poemas de Julio César Galán (Cáceres, 1978). Fue lector de español en la Universidad de Argel y profesor asociado en la Universidad de las Islas Baleares. Actualmente es profesor contratado doctor en la Universidad de Extremadura. Es autor de los siguientes poemarios: El ocaso de la aurora (2004), Tres veces luz (2007), Márgenes (Premio de poesía “Villa de Cox”, 2012), Inclinación al envés (2014), El primer día (2016) y Testigos de la utopía (2017). Además, ha publicado como heterónimo los siguientes libros de poemas: Gajo de sol (2009), La llanura (Premio de poesía “Vicente García de la Huerta”, 2016) y Para comenzar todo de nuevo (2017) de Luis Yarza; ¿Baile de cerezas o polen germinando? (2010) y ¿Una extraña orquídea o un superviento estelar? (2021) de Pablo Gaudet; e Introducción a la locura de las mariposas (2015) de Jimena Alba. 

 

 

Sobre el nivel del mar

Ansío toda luz porque un día fijé el mundo
con mi dedo índice,
                                         y amo
el correr de los ríos porque de algunos peces
                                                        aprendí hondura.
Fueron mis ojos quienes miraron
               por primera vez
que en la caída de los astros se escondían
               un niño y una rueda.
Siempre me hice invisible cuando los hombres
pusieron sus manos
                                      sobre mi fingida presencia,
y cuando tuve un brazo que parecía un ala,
las flores que brotaban
            en los tejados me otorgaron
                                       las dádivas de un vientre,
ésta es la única verdad que he conocido.

A dos mil pies sobre el nivel del mar
la marcha de los pasos deja de orbitar,
           el frío aumenta toda lucidez,
y la respiración es lenta
           como la vida en las montañas
y en las ermitas, el corazón renuncia
a cualquier renuncia,
y la única doctrina es la fecundidad.

Nuestro propósito es crecer cuando creamos
            y amar a cuanto no desgarre,
nutrirnos de nosotros mismos y no golpearnos             
                          en soledad
y que cada vez que el mundo sea la primavera
nos despojemos de cuanto fuimos
                   y seremos, formando
la columna que une nubes, espacios y semillas.

El truco no es difícil ni complejo,
tan sólo se necesitan
algunas dosis de serenidad,
concentración y sencillez.                                                                                                   

A seis mil pies sobre el nivel del mar
-y subiendo-
los ojos van perdiendo su nostalgia
y para no cegarnos tengo que demostrar
mi destreza en las diferentes artes
            de la distancia
y para que no se dilaten las venas
el oxígeno tiene que ser lo más escaso posible.

Se aligeran,
se aligeran las manos, los pies, el pecho,
los lastres se reducen:
las personas que un día me nombraron
hacen el mismo ruido que las hormigas.

Sigo el rastro de los cometas,
de las galaxias que comienzan
cuando un huevo se rompe,
de esa gracia tan tuya de armonizar
            mis extremos.

Sólo me he dado opción a mudarme en un hoy,
en un hoy que renace, confirma y desprecia.
Poco importa la muerte ahora.
Poco importan las palabras ahora.
Poco importa que el mar
haya expulsado a quien movía su repetición.

Los restos de la fiesta quedan aún en mi boca,
aún me ofrecen mucho juego,
aún relucen como miel secreta.

A diez mil pies sobre el nivel del mar
            sólo quedan los labios,
el nacimiento de unas risas entre las sábanas
y las luces que como gotas de rocío resbalan
            sobre este mármol.

(Del libro, Tres veces luz, 2007)

 

 

Oropéndola breve[1]

Este es el día. El día medular, abierto, justo. El primer día de su patria. Lo descubre durante el sueño de pupilas sin datos. El sueño se ha filtrado azul y oceánico, la bondad del olvido se resguardó en el bosque. Se desata de las muñecas, se alarga en su parábola.

Este es el día. El día amante-júbilo-susurro. El primer día de su patria. Traza su baile sobre su arenal, asciendes por los frutos, llego hasta su recogimiento. El día inicio-círculo-árbol.

El día que no dejará su origen, sus luces aman siempre un: el rostro es una huida de abejas metafísicas. Nada deja su miedo:
 nada resulta ausencia:
       nada supone nada 

Este es el día. Los hombres dan oídos a la lejanía: devoran sus usuras, beben sus horizontes. Cuando puso los pies en las nubes notó que no miraba con curiosidad como si fuera sombra de minutos, como si no se hubiese recortado de su cuerpo al abrirse la luz: oropéndola breve que le enuncias.

Y al llegar al espejo su imagen es realmente suya y los objetos se despojan de ese brillo absorbente y trágico.

Este es el día. El pasillo perdió su condición de abismo, de sendero para llegar a un silencio de pétalos astrales, a las aguas que arrastran dudas//

Este es el día en que escucha parir a las madres, en que los niños nacen en el poema (canciones y horizontes)[2], el día en que se siente la salida de todos los enfermos y de todos los presos,
en que se bautizan de nuevo las cosas y los seres:
desaprender no fue tan fácil.

 Desaprender la rosa y los rayos durante noches, preguntarse de nuevo qué es esto, qué es aquello, quién es quién.

Empezar…
empezar… Éste es el día.
No es un día más en la tierra,                                                                                              
las manos difuminan tanto su forma
que borran sus perfiles:
la claridad es siempre una presencia,
ha dejado de ser una abstracción,
ya puedo acariciarla.

Qué gozo no sentirse mentido
ni engañado cuando sabe
que todo es mentira y engaño;
cuando la dicha se reduce
tan sólo al intercambio
de unas cuantas palabras consigo mismo.

 

[1] En este poema, el lector puede encontrarse con los siguientes símbolos:   espacio dejado en blanco por el autor; † palabra ilegible; // pasaje dudoso; y ᛝ lectura conjeturada. A partir de esta simbología, me gustaría que imaginase el poema a su manera. 

[2]  En este punto prosigue la versión CR con un texto denominado “contrapoema”: “/lugares sin forma del recuerdo/relojes con la marea en su tictac/el antes y el después que no pueden /reflejarse en el (F)R-Í-O:/hdhdywywwjksksa//. De nuestra juventud sólo quedaron las canciones.”.

 

(Del libro, Inclinación al envés, 2014)

 

 

 

 

 

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