Presentamos un cuento del escritor Mustafa Taj Aldeen Almosa, escritor sirio que vive en refugiado en Turquía. Su obra ha sido traducida a varias lenguas como el inglés, alemán, francés, turco, portugués, japonés y hebreo. Sus cuentos, minificciones y obras de teatro han recibido diversos reconocimientos nacionales e internacionales. La traducción es de Amal Fares.
Cuán amables son
Tengo una verdadera lucha con mi cabello, un sufrimiento que tiene diez años.
Siempre lo dejo crecer… pocas veces lo corto un poco… es rizado, pero yo quiero que quede tan suave como la seda. Durante esos años, probé muchas cremas y aceites, pero se quedó arrugado, y cuando estoy en la calle, una pequeña bocanada de aire es suficiente para convertirme en un [gol] y los niños corren frente a mí como si mi cara fuera la cara de (Medusa) de las serpientes.
¡Ay mi pelo largo!, me cansaba tanto y no se convertía en lo que yo quería…
Ayer por la noche, fui arrestado. El jefe de la patrulla en frente de mi casa me recibió a su manera. Me asombró: en lugar de estrecharme la mano, me sacudió la cara cálidamente, de modo que se me saltó un diente y cayó en la calle.
Hay pueblos —según leí— que tienen costumbres extrañas y en lugar del apretón de manos se besan la nariz… Supuse en secreto que el jefe de la patrulla era uno de esos pueblos. Luego cariñosamente me pateó para meterme en el auto, y nos fuimos a la división de seguridad, me apené mucho por mi diente desaparecido e imaginaba como uno de los niños del callejón lo pisotearía y lo aplastaría mientras jugaba con la pelota.
En la subdivisión me tiraron cariñosamente a una celda estrecha, donde había decenas de jóvenes, y apenas podía sentarme en un rincón. Grandes gritos rompían las paredes de nuestra celda por todos lados, los internos de las celdas vecinas tienen suerte, tienen televisores y están viendo el partido Real Madrid-Barcelona y vitoreando a todo pulmón.
Pasó una hora y yo observando desde aquel hueco en el techo de la celda, la noche arrastrándose en el espacio, una leve luz de luna atravesando a través del ventanillo para dispersarse entre nuestros cuerpos. Por casualidad vislumbré en una pared a mi izquierda las palabras “Te amo, Lina.” La frase “Te amo” me hizo suspirar, abrí la boca y logré agarrar otro diente que estaba a punto de caerse, entonces tallé, con ese mismo diente, debajo de aquella frase, lo siguiente: “¡Este hombre te ama, Lina, maldita seas! Tienes que entender este hecho, y maldita seas tú también, Samira… porque yo te amo, pero te pareces a la Lina de ese hombre.” Luego dibujé un corazón de amor con una flecha, no puntiaguda, clavada en él… Terminé y puse el diente en el bolsillo de mi camisa. ¡Ah, las chicas!, ellas nunca creen en que “un hombre es la mitad de la sociedad”.
Casi me atraganto con el silencio de los muchachos, así que giré a mi derecha y jadeé mientras le decía a mi vecino:
—¡Alí Oqla Arsan! ¡¿estas aquí?! Bienvenido…
—Hola… Pero yo no soy Alí Oqla Arsan…
Por supuesto, este es un truco de mi creatividad, que siempre practicaba en el autobús “Rotonda Sur” para entablar una conversación con los que estaban sentados a mi lado.
Entonces se abrió la puerta de la celda y el oficial gritó mi nombre… Me sentí tan feliz que me levanté y murmuré:
—Es hora de cenar…
Caminé hacia la puerta y antes de irme les pregunté a los jóvenes:
—¿Me recomendarían algo?
La verdad… temí que me pidieran un kilo de naranjas, o un kilo de manzanas, o un kilo de Michel* porque el mercado estaba cerrado hace horas.
Nadie dijo ni una palabra, así que suspiré y salí… Entonces el oficial me pateó las piernas y me caí. Me levantó por una pierna, y su colega me levantó por la otra pierna, luego me arrastraron rápidamente por este largo y oscuro pasillo. ¡Qué sutiles eran los dos… no querían que caminara para no cansar las piernas, de verdad…!
¡Me avergüenzo de su amabilidad!
En la habitación del interrogador, un joven, flaco y desnudo, tendido en el suelo, cubierto de sangre, y desmayado… El interrogador lo estaba fotografiando con la cámara de su móvil, cuando acabó, uno de los sargentos lo sacó de la habitación.
El investigador me miró, yo le sonreí, y él me gritó:
— ¿Por qué tienes el pelo tan largo, bastardo?
¡Oh, Dios!, qué dulce es la palabra bastardo, suena como triste y conmovedora música de piano. Es la palabra favorita del esposo de mi tía, solía llamarme así mientras jugábamos a las cartas con amigos.
—Porque el barbero de nuestro barrio es opositor, y dejé de relacionarme con él desde el comienzo de la conspiración cósmica contra la patria…
—¿Opositor? ¡Dame su nombre y dirección!…
—Se llama Taj al-Din al-Musa, y vive en la cuarta tumba a la derecha del campo de olivo, en el cementerio del sur…
El interrogador dio la dirección a los soldados y les ordenó que trajeran a Taj de inmediato.
Fui enormemente feliz…
Tengo la certeza de que sólo los agentes de seguridad pueden llegar al otro mundo para traerme de vuelta a mi padre, que murió hace un año.
El interrogador sonrió con malicia mientras me ataba las manos a la espalda, luego agarró mi cabello largo y lo recogió en la palma de la mano, lo ató con una cuerda gruesa que pasó a través de un anillo de metal en el techo. Entonces él y el sargento tiraron de la cuerda y mi cuerpo se elevó, de modo que me quedé colgando del techo por el cabello. ¡Guau!… Me quedé asombrado con esa hermosa imagen, como si yo fuera un columpio. El interrogador comenzó a empujar mi cuerpo hacia el sargento, y el sargento empujaba mi cuerpo hacia el interrogador mientras se reían… Como dos niños pequeños. Me reí con ellos, es que, al igual que ellos, me gustaba el juego, me encantó, así que comencé a cantarles la canción Yara.
Sin embargo, después de unos minutos, el detective bostezó y salió con el sargento de la habitación para dormir un poco. Así que me quedé solo aquí, colgado del techo por el pelo y triste. ¿Por qué no se quedaron a jugar conmigo? ¿Qué pierden? El juego fue divertido para los tres, ¡qué amable es este detective!… Pero se le olvidó tomarme una foto con la cámara de su teléfono. Así no se me filtrará una grabación desde adentro de la división de seguridad, como está pasando últimamente con algunos presos, y así perdí una insólita oportunidad que no se repetirá de hacerme famoso, y que las miradas de los fans me persigan por donde voy.
Después de unas horas, la sangre comenzó a correr desde la parte superior de mi frente hacia la cara. Entonces unas cuantas moscas se me acercaron a la cara, bebiendo con avidez la sangre que manaba. Una de las moscas, después de beber, voló y se posó en mi nariz, sonrió y me dijo:
—Gracias… tu sangre es un vino delicioso…
—¡Bienvenida querida!, estoy al servicio de las bellas…
—¿Me permite una pregunta?
—Sí, adelante…
—¿Crees en la existencia de Dios?
—Hmmmm… francamente, colgando así, no puedo creer en nada…
—Quieres decir que eres ateo…
—Recuerdo ser creyente el martes pasado…
Nos quedamos en silencio por un momento, ella y yo. Suspiré y luego le dije:
—Francamente amiga… no me gusta la fe unilateral, me gustan la fe y la fe opuesta, y desde mi niñez siento que Dios no cree en mí…
—Mmmmmmm…
De repente el interrogador entró en la habitación, las moscas, aterrorizadas, volaron de mi cara, aquella mosca me susurró mientras se alejaba:
—Adiós, mi amor…
El interrogador le ordenó al subordinado que me bajara y me llevara de vuelta a la celda. Quería preguntarle sobre la cena pero el sargento me pateó las piernas y me caí, allí me recogió a toda prisa arrastrándome por ese pasillo largo y oscuro.
Desde la puerta de una de las celdas a ambos lados del corredor, escuché gritos parecidos a los de mi padre, entonces me puse muy feliz… Y lo llamé:
—¿Cómo estás, papá? No te preocupes, los chicos aquí son muy amables, puedes estar seguro. Más tarde, nos enviarán a Al-Dunya TV para contarle a las cámaras sobre nuestras importantes experiencias anecdóticas, luego nos sacaremos una foto de recuerdo con el locutor del segmento Desinformación mediática, y luego nos iremos a casa para beber juntos araq Al Rayyan… No te preocupes. ¿Tienes un cigarro? Sólo dos cigarrillos, por la misericordia de la Unión Soviética, es que me apetece mucho.
Aparentemente mi papá no me escuchó por los gritos de los hinchas del Real Madrid y del Barcelona. El sargento estaba abriendo la puerta de mi celda, mientras yo yacía en el suelo, pensando:
El proceso de devolución de mi padre del otro mundo a manos de los agentes de seguridad pondrá a los alfaquíes en una situación muy embarazosa frente a los creyentes… Espero que Dios les inspire la interpretación adecuada…
Entonces este romántico agente me tomó en sus brazos, como si yo fuera su amante… y suavemente me arrojó al calabozo.
Bajo la tenue luz de la luna que se filtraba desde ese nicho de arriba, busqué “Alí oqla Arsan”, pero uno de los jóvenes me tocó el hombro y me susurró:
—¿Tienes un buen conocimiento sobre cadáveres?
—Sí… la mayor parte de mi familia murieron en mis brazos…
—Por favor, trata de averiguar si este joven está muerto o no… mi vista es débil…
Miré hacia donde me señalaba y vi a ese joven delgado y desnudo. Me incliné hacia él y abracé su cabeza, levantándolo hacia la luz de la luna.
Acerqué mi rostro a su rostro hasta que mi nariz tocó su nariz, lo miré de cerca a los ojos, y luego vi mi rostro claramente reflejado en ellos, entonces grité de asombro…
Mi cabello, que antes estaba encrespado, ahora era suave y liso como la seda. No me lo podía creer, dejé caer la cabeza del joven y palpé mi cabello con las palmas de mis manos… Entonces me aseguré de que mi cabello se había vuelto tan suave como la seda. Perdí la cabeza de la alegría y me quedé parado en medio de la celda riendo como un loco, aplaudiendo y celebrando entusiasmado.
Los muchachos me aplaudieron, incluso Lina y Samira —desde aquel muro— aplaudieron mi primitivo baile, bailé largo rato junto al cadáver del joven flaco, bailaba con euforia como un payaso ebrio.
Mientras la luna, desde allí… a través de esa estrecha ventana, lloraba más luz por nosotros.
*Michel kilo: es un escritor y opositor muy conocido del régimen sirio.