Poesía boliviana: Viviana Gonzales

Presentamos una muestra de la obra de la poeta Viviana Gonzales (La Paz, Bolivia, 1985). Es poeta y dramaturga boliviano-mexicana. Es Licenciada en Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid; Máster en Arte por la Universidad Complutense de Madrid y Especialista en Seguridad Internacional por la UNED y el Instituto Gutiérrez Mellado. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en Poesía (Santa Cruz, Bolivia. 2019) por su poemario Hay un árbol de piedra en mi memoria. Actualmente se dedica a impartir talleres, continúa escribiendo poesía y está próxima a publicar un libro infantil en verso.

 

 

 

 

UNA PANZA REDONDA COMO EL MUNDO

 

Para Juan

 

¿Y conseguiste lo que querías en esta vida?
Raymond Carver

 

Establecida mi relación con el pájaro de la noche
anuncio el hallazgo del ojo que mira.
Juntos erigimos el mundo como una montaña para orar
con las voces del viento.
El traspatio no se alumbra con la sombra del ave.

Sobre el candil
relampaguean las horas con ninfas y tulipanes.
Amor, pon tu mano en mis senos
y alimentemos la yerba de mi sexo

abierta de pies y manos o
atada a tu miembro erecto
escondo el bulto/hogar con ventanas y portones.
Has de saber lo que se llama felicidad:

¡Navega en mis aguas,
sumérgete como en una feria de pueblo,
dale al océano tu rastro,
luego pasaré
a tu habitación juvenil
para abrir cajones de plumas y cristales
donde guardas imágenes inundadas de espuma
rostros endemoniados que danzan junto a ti.
Recuerda que como hoy no me volverás a ver jamás.
Voy a lamer esta noche tu tintero,
encender la lámpara antes del trabajo.
Desvélate para narrar la historia.
He aquí tu creación:

un hijo.

Anuncio un nacimiento
y con él vislumbro
el miedo del agreste lobo adentrándose
en la espesura de un bosque en Ávila.
La hembra me mira exhausta.
Delato y condeno al demonio
devorador de ovejas en Tlalayote.

Con este nacimiento reafirmo la rotación de la tierra
y al sol como estrella resplandeciente.

Confirmo tu paso por el mundo:
sentí a un hombre entrar como un náufrago
por entre mis piernas
y lo vi salir hacia mis brazos.

 

 

 

QUE ALGUIEN ME DIGA CÓMO ALCANZAR A LOS DIOSES

 

Oh Dios de la mañana
de la tarde y de la noche
persigo tu olor a selva alta…
Mikeas Sánchez

Hay dioses que respiran madrugadas
ávidos de alzar en sus hombros mercancías humanas
elevar a los seglares

hijos del trueno
y curarlos de espanto.

Hay dioses sempiternos
que alcanzan menguantes por las noches
las jacarandas de lluvia
en sus mantos.

Dioses como hojarascas que hablan como nosotros
que cosen lunares y mejillas,
estrellas condescendientes
se esconden en mandiles y huapangos.

Dioses danzantes saltimbanquis,
reptiles y cucarachas
acaso también piedras lunares
ataviados de luciérnagas

y esquites

comalitos diminutos
hongos de niño santo.
Hay hombres como yo
que persiguen la escalinata divina
para alcanzar a esos dioses que a veces
solo a veces
se hacen muy lejanos.

 

 

 

EL CÍRCULO

Para Imanol

La mano que sostiene el horizonte
simula un contorno no natural generado
por la sujeción de un cuerpo.
Definida la forma,
la pelota de un perro o una banca
son rigurosas medidas en este universo.

El círculo es una figura geométrica
delimitada por una circunferencia.

La rueda atraviesa una bajada
y es cuestión de vida o muerte
hablar del nacimiento de un hijo.

La mujer percibe un mundo circular
desde el profundo sótano de su vientre.
Hay un espacio completo para algo nuevo.

Circulares los pechos. El monte de venus.
Las nalgas. Los ojos siempre abiertos.

Señalarlo magnánimo mientras rebota un juguete
y sonríe

esta tarde.

Las manos de un hijo que se convierte en hombre
deshacen estambres de lana
para calmar el apetito circular del tiempo
y es inevitable verle desdibujarse
del lenguaje privado,
del dialecto cuasi secreto
con el que jugaban con el sol, por ejemplo.

 

 

 

PUERTA DE SALIDA

Tenía que elegir entre dos muertes y me entretuve
jugando a los naipes en silencio.
Luis Bravo

Ofrendar a la semilla que es bosque
una niña como un capullo
sostenida por el viento de la tarde,
surcar el espacio de los años para encontrarla hoy
huérfana de visiones.

¿Cómo voy a habitar el alba mañana cuando ya no esté?

La niña muerta en la palma de mi mano
arrastra el azul grisáceo de los días,
se convierte en un bramar de bestias que convulsionan
desde el espacio de sus cuerpos.
Es la imagen de órganos en ruinas,
una voz susurrando la última petición de afecto.

Yo decido desenterrarla diariamente a la misma hora,
su cuerpo tiene la latitud de mis horas,
abre sus ojos que no ven
y como un impulso
que nace desde el espanto
enciendo el amanecer
para toda ella, para mi.

Antes de la presencia inevitable de la tormenta,
el hombre de arriba deletreará
mi apellido paterno. La niña muerta
desde mi mano                             (¡Levántate y anda, Lázaro!)
recogerá un abrigo marrón         allá
sobre el ángulo donde reposa la silla.

Vestiré de otoño una tarde.

Al alba
no volveré.

 

 

 

VISIÓN DE TRISTEZA

Por las tardes me siento en las afueras del miedo
y espero el tren doscientos ochenta y cinco.
En ocasiones el fango no me deja
levantar los pies o subir
en la espesura del tiempo y resguardarme
en el vagón primero.

Las ventanas de mi rostro
esperan su limpieza con los dedos.
Hay un charco de lluvia a las cuatro,
un pez multicolor se desliza río abajo.
Abro la boca,
el pez se adentra salado en mi lengua
¡pecesito solitario!

Las paredes del miedo miden llantos de alto,
odios de ancho,
el hombre se cae
desde el piso doce de la calle Dorant,
tiene el pecho atravesado de cuchillos,
un suicido colectivo de morsas
desde la bruma celeste de mi memoria,
creo que poco más puedo decir

mientras trago peces como serpientes

como dagas punzantes

como cuchillos

alfileres plateados.

Un día también pude ver un tigre a los ojos,
el aleteo de cisnes.
Suave pronunciamiento
del nombre de las hojas.

Hay formas de no escalar paredes
[si no quieres

de preferir la tarde
[sin lluvia

de no mojarte en los charcos
de aceptar la vida.

 

 

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