Nuestro editor, Mario Bojórquez, nos propone la lectura del poema El viaje definitivo de Juan Ramón Jiménez, poema esencial de nuestra tradición recuperado en la edición de Jesús García Sánchez para Visor Libros y Salvat Libros en su hermosa colección de poesía.
¿Qué hace a un poema ser valorado como esencial? Un poema se vuelve esencial cuando, en diversas circunstancias, ofrece a los posibles lectores la noción de presencia, cuando el drama personal se convierte, por la sensación de participar del destino del mundo, en universal. Es verdad que, aunque de modo marginal e inocuo, nuestro sentimiento de existencia personal se percibe como una pequeña llama del fuego total que anima a los seres. Este poema de Juan Ramón Jiménez, en su libro Poemas agrestes, es recordado por Don Juan Matus al final del relato que Don Genaro hace a Carlos Castaneda de su Viaje a Ixtlán:
Me recordó que una vez le había leído un poema y quiso que se lo recitará. Citó unas cuantas palabras y me acordé de haberle leído unos poemas de Juan Ramón Jiménez. El que tenía en mente se titulaba “El viaje definitivo”. Lo recité:
…Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostáljico…
Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.
—Ése es el sentimiento de que habla Genaro— dijo don Juan—. Para ser Brujo, hay que ser apasionado. Un hombre apasionado tiene posesiones en la tierra y cosas que le son queridas, aunque sea nada más que el camino por donde anda.
Lo que Genaro te dijo en su historia es precisamente eso. Genaro dejó su pasión en Ixtlán: su casa, su gente, todas las cosas que le importaban. Y ahora vaga al acaso por aquí y por allá cargado de sus sentimientos; y a veces como dice, está a punto de llegar a Ixtlán. Todos nosotros tenemos eso en común. Para Genaro es Ixtlán, para ti será Los Ángeles; para mí…”
No quise que don Juan me hablara de sí mismo. Hizo una pausa como si hubiera leído mi pensamiento.
Genaro suspiró y parafraseó los primeros versos del poema.
—Me fui. Y se quedaron los pájaros, cantando.