Poesía ecuatoriana: Gabriela Vargas Aguirre

El poeta español Juan Domingo Aguilar está leyendo poesía ecuatoriana y comparte, en Círculo de Poesía, un dossier de autores a seguir: María Auxiliadora Balladares, Roy Sigüenza, Gabriela Vargas Aguirre, Juan José Rodinás y Kevin Cuadrado. Aquí leemos algunos textos de Gabriela Vargas Aguirre (Guayaquil, 1984). Mención en el V Premio Nacional de Poesía Joven Ileana Espinel Cedeño. Ha publicado La Ruta de la Ceniza (Ganadora de los Fondos Concursables del Ministerio de Cultura y Patrimonio, La Caída, 2017) y Lugares que no existen en las guías turísticas (II Premio Internacional de Poesía Vicente Huidobro, Valparaíso, 2021). Aparece en publicaciones y antologías como Memorias del Festival Internacional Desembarco Poético (Rastro de la Iguana; 2012, 2013, 2014), Bandada: Actualidad de la Poesía Ecuatoriana (Campaña de Lectura Eugenio Espejo; 2014), Mujeres que Hablan (Dirección de Cultura de Pichincha; 2015), Antología del Tea Party, Muestra Dinámica de Poesía Latinoamericana (Cinosargo; Chile 2016) y País imaginario. Escrituras y transtextos. Poesía latinoamericana 1980-1992 (Ay del seis; España 2018).

 

 

 

 

Rigor Mortis

 

He ordenado sistemáticamente las baldosas de la pared de enfrente. De sucia a limpia. De negra a verde. Porque aquí todo es verde o blanco, y el olor a enfermo persiste aun cuando limpian tres veces al día, tres personas diferentes.

He lavado mi cara por horas para borrar mis ojos ciegos, mis ojos que son tus ojos, para olvidar que parezco de cien años cuando los pájaros llegan del sur a cubrirnos con su polvo, olvidando cómo se vive y cómo se arde.

He ordenado sistemáticamente las hebras de tu cabello tieso, de grueso a fino, de negro a blanco. Porque aquí todo deja de ser tibio todo se vuelve ceniza cuando mi corazón es atravesado por el filo de un cincel que nos vuelve mansas piedras, solas, estatuas al pie de una cama, de cualquier cama, de cualquier calle, sistemáticamente olvidadas por Dios.

 

HORA DE MUERTE: 00:00:00

 

Casa vaciada

 

Hay un imperio que decae encima de las cosas, los espejos me siguen mientras pienso que el azul te viene mejor que el blanco, y que ahora que tus manos son simples tareas inconclusas, ahora que tu ropa sola sobre tu cama sola, mitad sueño mitad lecho se llena de aire, del relleno que llega de la calle, mientras de tus bolsillos salen tus amuletos muertos, empiezas a faltar.

De los cuerpos, de las casas, de las cosas muertas, sí, también sobre las cosas muertas se construyen nuevas rutas, nuevas pieles, toda la casa es un cuervo envejeciendo en la sombra, viendo cómo lenta, inexorablemente, desintegran sus alas.

Hay un imperio que decae encima de nosotros, los espejos me devuelven el miedo que revelan los rincones, los rincones me devuelven un nido de hilos tejidos por las arañas que encontraron el cadáver de tu sombra que quedó atrapado en los pasillos, dentro de la tina de baño, en medio tus canciones.

Rezas, nunca rezas, pero esta vez esperas que algo arriba levante tu cara al sol.

Rezas, nunca rezas, pero esta vez esperas que algo dentro tuyo engendre un corazón de tagua, para llenar el agujero que solo ves cuando estás sola.

Rezas, nunca rezas, porque la palabra salva y en mi lengua hay un tiro de gracia cuando digo: AMEN.

Entonces:

                 LA CASA SE VUELVE DE SAL CUANDO DIGO TU NOMBRE.

 

 

 

 

Reuniones familiares

 

Se ha hecho costumbre beber de todo vaso disponible,
pararse al espejo y tomar el primero del día,
Aferrarse a un muñeco fabricado con polvo,
con el que te sientes seguro, como si al tenerlo
obtuvieras las llaves para cerrar todas las puertas y no tener que salir.

Preparar otro, les digo, se ha vuelto costumbre
y hoy no usaré agua fría por si me quemo la garganta
cuando el vaso se llene de fuego.
Entonces dejaré el alcohol arder, me dejaré llevar
y el muñeco de polvo dibujará en mi brazo una línea irregular
me dejaré llevar, también querré un cigarro relleno de retazos,
las sobras de un velo azul, que se ha quedado en un descuido de mi madre.

Al quemar los hilos, se liberan, la liberan,
Entonces es ella llegando, la invito a pasar,
la miro llegando: camina muy lento hasta los perros.
Entonces por primera vez la invito conmigo a beber,
a cantar canciones viejas, a beber arrimadas al espejo.

Mi madre nos dejó como herencia cerca de mil vasos disponibles,
y con cada uno he matado a alguien distinto,
porque una herida es ninguna y para mí han de ser todas las balas.


Mi madre tendrá el único vaso que no se ha encendido,
el único vaso en el que no ha muerto alguno de mis peces
ahogándose en mis sueños etílicos.
Mi madre tendrá ese único vaso,
se sentará conmigo y no hablaremos nunca más del pasado.


Se ha hecho costumbre beber de todo vaso disponible.
Entonces , decir su nombre, dolerá mucho menos.
Entonces, tomaremos algo para herirnos,
y abrazarnos mientras nos hierve la lengua.

 

I


Una cama es también una prisión
o una caja de cartón que se lleva a cuestas.
Mi carnet de identidad dice que yo existo,
que soy un número comparable
con la cantidad de moscas que visten la naranja de mi plato.


Nos han dejado dormir junto a esta pared
que es también el final de un puente.
Una pared en la que se lee:
                                      NO ORINE AQUÍ, LO ESTAMOS FILMANDO.


Entonces en la filmación se vería:
perros que escoltan un camino de huesos,
zapatos como peces que saltan en un camión de basura
hombres que estiran las manos,
manos que buscan papel de arroz y lentejas,
una madre que llora cuando un niño pregunta:
¿por qué el frío es tan rudo con nosotros?


Nos han dejado
                                     AQUÍ,
                                     Con un golpe seco


haciendo en cada esquina
una película sobre un hombre que muere cubierto de azúcar.
Aquí, como un asunto pendiente:


Somos los números que despiertan
                                                          demasiado cerca del suelo. 

 

 

II

Mi carnet de identidad dice que soy una ciudadana
y en mis sueños mi familia llena la sala de espera
con tarjetas y globos en los que se lee:

 

                                     “Mejórate pronto”

 

Pero curarse de algo aquí es un ejercicio de agotamiento. 


Hay un paciente, por ejemplo,
que lleva 5 días frente a un anuncio de la administración,
que en letras grandes y rojas declara:

 

                                     “Por favor, haga silencio”.


Alguien ha reparado en el favor que se le pide
y ha empezado
repentinamente
a gritar.

 

 

 

III

Señora, su casa ha sido declarada en RUINAS
luego de que su pareja la demoliera a golpes.

A todos los que miran por las ventanas les digo:
en mi carnet de identidad soy los nombres
de miles de mujeres y niñas que una vez escaparon de la escuela;
que una vez quisimos escondernos bajo el agua
y, en el agua, pensar en lo hermoso que sería ver nadar un elefante;
que subimos el volumen de la radio para dibujar en secreto
el lugar donde nos tocaron nuestros tíos;
que bajamos el volumen de la radio para contarles a las niñas
por qué hay tantas velas encendidas en los altares;
que no pudimos guardar las manos,
no pudimos con las ganas de agarrar un cuchillo;
que ahora tendremos hijos en una celda
que es como un pedazo de carne y siempre sangra.
Estamos aquí, impregnadas por el olor de nuestra historia
por eso solas
por eso a tientas
sin dar un grito.

A todos los que miran por las ventanas les digo:
                                     Un día de estos su silencio matará al mío.

 

 

Batalla en la acera entre dos ejércitos de tapillas de cerveza

Tengo un niño en el espejo que dice: no tengo huesos.


Carga su luto en botellas, las guarda hasta llenar su mochila.


Dibuja un sombrero que es un pozo envuelto en papel periódico.

Corta el lazo, empuja a su padre a la mitad de una aguja,
y se lava el apellido en la orilla de algún mar hecho de charcos.

Niño sueña: su estómago es una pecera.
Llama, hace magia, colecciona animales solos.
Dirige, hace magia, recolecta pedazos, supera la sangre.

Entonces te presentas: caminas como un fantasma entre el velamen.
Construyes una cometa que al crecer se volverá la piel que acoge un hada triste.
Entonces:
yo veo un portal pequeño al fondo de un estrelladero,
donde se ha descosido los dedos y matado a sus mejores generales,
donde se ha comido un mapa en blanco para ganarse un puesto
junto a un árbol de alambres.
Niño y yo salvaremos un bosque de dientes de león,
que es también el parque donde un día estaremos.

 

Entonces sueño que le regalo la mitad de una caja.
Entonces, niño despierta
Mi niño nos viste para ir a la guerra.

 

¿Qué significa una puerta cerrada?

Mis amigos no me recibieron.
La noche es el centro y sus rejas caídas.
Las aceras son filos que defienden los portones
para no dejar que entremos,
para que no manchemos los muebles con nuestro polvo,
ni usemos —por pudor— los sanitarios o el agua de la cisterna.
Basta llevar en los dedos la luz de un fósforo
para, entonces, arrastrarnos a una escena callejera
en la que tarde o temprano,
un ciego sacará un cuchillo, romperá los focos,
y los fantasmas saldrán de los sacos del mercado
hasta que abran los almacenes
y nos recuerden cómo huele la ropa nueva.
La luz se vuelve una aguja que nos escribe un camino.
Los amigos son unos cuantos días en el calendario: estás sola.
Los amigos se dejan guiar por las veredas,
y, si acaso vives lejos, estás sola.
Si entre un montón de paja hallaras un hermano, éste se iría
y, entonces, apagaríamos la luz, haríamos una casita con las manos
para olvidar que una vez abrimos los ojos.

 

 

 

 

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