Poesía argentina: Silvia Castro

Leemos poesía argentina. Leemos algunos textos de Pisagua de Silvia Castro (Fiske Menuco, 1968). Vive en Buenos Aires desde 1993. Es poeta y fotógrafa. Libros de fotografía Anagramas, Sphera, Pehuén, Abra, Sin párpados, La soga de la ropa, Caja china, Dulce Aldea/Copahue (2005-2008),  Trenes (con Alberto Muñoz), El olor de las hormigas (con Yamil Dora) y Gamo (con Leandro Llull). Libros de poesía: La Selva Fría (En Danza, 2006), Tura / Poesía Rubik (El Suri, 2012), Isondú (El Suri, 2014), Puelches, (UNRN, 2018) y Pisagua, editado por La Gran Nilson en 2019 y en Chile por Editorial Navaja en 2021. Gestiona la Biblioteca Jardín de Gente en Abasto, Buenos Aires. Integró la organización del Festival Latinoamericano de Poesía en el Centro, en el Centro Cultural de la Cooperación. Colabora con diversas publicaciones literarias y de fotografía nacionales y del extranjero, como Op. Cit. (Arg.)., ÆREA (Chile) y Exit,(Canadá).

En la contratapa de la edición chilena de Pisagua, escrita por la poeta Fanny Campos Espinosa, se lee: 

En el desértico norte chileno conviven muchos muertos que han dejado diversas violencias estatales y políticas, la Guerra del Salitre, las represiones de las huelgas de los trabajadores de la minería, y los campos de concentración en  Pisagua para apresar a comunistas perseguidos por la ley maldita de González Videla en los años ’40, y en los 70’ s, en el cruel marco de la Dictadura cívico-militar liderada por Augusto Pinochet, donde fueron torturados partidarios del presidente Salvador Allende.

Desde que se descubrieron fosas comunes en Pisagua en los años ’90, éste pasó a ser uno de los lugares más emblemáticos de las violaciones de los DDHH en Chile y el mundo. A este “no lugar” que en aymara significa “tierra sin agua”, ha dedicado estos versos la autora Silvia Castro.

En 53 poemas, de una sutileza exquisita, Castro boceta los horrores vividos por quienes perdieron el cuerpo en Pisagua, ese no lugar que es “todo lo que se puede morir estando vivo / todo lo que se puede vivir estando muerto”, en el cual traicionar a los compañeros y “vivir no está en los planes de nadie”.

Silvia toma los ecos de todas aquellas valientes personas que se fueron sin delatar, en esta suerte de “palimpsesto solidario” de almas: “los caídos en la guerra / los caídos en las huelgas del Salitre / los caídos en las dictaduras”, invitándonos a aguzar el oído de la memoria colectiva, en un viaje por este desierto que vale la pena atravesar, caminando lentamente en este libro, de una belleza y profundidad conmovedora.

 

 

 

 

 

Pisagua 

 

cuesta hacer pie
la montaña cae

 
Rolling Stones
y gritos sin público

 
los pescadores callan
una canción no cuenta nada
a nadie

 
los niños saltan para ver más allá
el mar es una cama elástica

 
un ta te ti
de cruces
sin círculos

 
todos perdieron
el cuerpo
aquí

 

 

 

 

 
un campo de concentración no es un lugar

 
es todo lo que se puede morir estando vivo
todo lo que se puede vivir estando muerto

 

 

 

 
un reloj roto en una caleta

 
las rocas detienen el tiempo
Rolling Stones

 
aquí no se envejece
la muerte es prematura

 
en su incubadora
la muerte aprende a gritar

 
no se salva de sí misma
sigue creciendo
con buenos padres

 

 

 

 
la falta de lugar impone orden

 
brazos que tiemblan temblores de otros
pies que sostienen el sueño de otros
miembros atados a la corriente

 
dormir como un pez en su cardumen
impedir a toda costa que el llanto
propague la electricidad

 
las paredes se abren dos veces al día
para que entre y salga lo que falta y sobra

 
siete minutos de luz

 
lluvia
nunca

 

 

 

 

 
en el corral de pelícanos
las gargantas transforman en dulce
el agua salada

 
susurran en la noche
leyendas de Plinio

 
estos hombres harán con la sangre
hijos peores

 
las patas atadas
a las balas

 
todo el peso a la pluma
para que el plomo vuele

 

 

 

 
Pisagua en aymara
significa tierra sin agua

 
Tarapacá
ave que planea

 
en el calabozo
ya no quedan puertas ni ventanas

 
un cóndor vigila el lente de la cámara
posado en un dintel

 
no se espanta

 
se abre lentamente
entrega todo su plumaje desplegado
desafía la respiración del cristal

 

 

 

 
la ponzoña del hierro en la teta
a la que trepó la flor

 
hacer tiempo con lo que se inhume
los muertos son tesoros

 
hacer silencio con lo que se inhume
los muertos hablan

 
hacer brillar
el filo del oído que socaba

 
la mandíbula acunada en la escucha
como una caracola

 

 

 

 

 
corralitos de madera torneada
cunitas ladeadas por la tempestad
la arena crecida en altura
la montaña inminente

 

Rolling Stones

 
tumbas regadas por doquier
para avalanchas vencidos
por la multitud crustácea

 
desvencijada estirpe con más patas que tiempo
mueve las manecillas y hace la ola

 

 

 

 

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