Leemos poesía de Nicaragua. Leemos a la poeta Francely Saharith Navarro Hernández (Managua, 1994). Licenciada en Filología y Comunicación. Con estudios en derechos humanos y cultura de paz. Ha sido periodista y editora en diario La Prensa/Periódico Hoy. En 2020 ganó X Certamen Literario Ipso promovido por Editorial EquiZZero con su libro de cuentos, Historias dispersas. En 2021 publicó su primer poemario Llanto de estrellas con Ediciones Kuélap de Lima, Perú. Ese mismo año participó en la Antología del Bicentenario de Centroamérica, de Ayame Editorial. En 2022 fue seleccionada para ser parte de la antología Los pájaros cantan de noche, de Editorial Tácna. Actualmente reside en Managua, es parte de Laboratorio de Novela Nicaragua 2022-2023. Es activista y defensora de derechos humanos.
CONTRALUZ
Después del amor suenan las piedras
y el río corre anunciando una verdad:
no perdura el sueño, la noche,
los pies se bifurcan y jamás vuelven al centro,
cuando las serpientes acariciaron los caireles del caos,
que no fue más que la vida jugosa en su miseria,
abierta hacia un destino que termina
con noches a solas y un mal poema.
Acaba la música irritante de los espacios soñados,
el más allá de una casa erigida con promesas,
los vasos y platos que cargarían las mentiras
después de una tarde multiplicando fuerzas
para morir por horas frente a la calle
que no recuerda a sus errantes.
Así viene y va el futuro,
orquestado por la ira propia,
pendiente de los saltos,
porque siempre está el deseo
de hacer nuevas todas las cosas.
ETERNA
Voy a cerrar la puerta del cuarto por un tiempo,
ahora mi mama ocupa la casa y ya no necesito
ser humana. Fin.
Aquí seré escamas de pescado esparcidas por el suelo,
una manta de algodón olorosa a formalina,
una telaraña en la pared o una sombra de conejo,
seré polvillo,
gotera,
una canasta de ropa blanca con olor a moho,
seré cualquier cosa en este espacio pequeño,
donde no alcanzan más de cero
y menos que nada.
Y desde la ventana,
si es que me quedan ojos después de un siglo,
podré verla tomando las riendas de mis muertes,
regando mis destinos,
cocinando siempre lo mismo por si decido salir
a cortar estrellas,
por si todas mis partes se unen
para salvarme.
Ella sabe que no nací ni envejecí bien,
que al final me oculté de los niños y sus preguntas,
niños crueles, ladrones de soledad,
que después de enterrar al último perro,
busqué acuarios a la vuelta de la esquina
y jamás aparecieron…
que hui de las palabras y las reuniones,
despejando cementerios e iglesias de mi presencia,
cada vez más,
cada vez más conflictiva y más rugosa,
malvivida…
Ya la puerta está cerrada, aquí está ella,
desde ahora ocupa la casa que soy,
como si yo no fuera un monstruo.
BROTE
El ardor llega de repente a la herida,
un orificio hondo que habla
cosas terribles sobre el amor.
Se desata la espuma y los líquidos
emanan de cualquier recuerdo,
y se sienten las tragedias más cercanas
y el frío de los muertos próximos
dentro de las celdas estrechas,
y mi brazo que no alcanza la ventana,
se congela en torniquete de terror,
veo daños irreparables a un corazón,
una colina inmensa de sueños dormidos,
quiero mirar más allá de los nubarrones
y los escalofríos matutinos,
más allá de la necesidad y de esta casa sola
que ahora tiene raíces y espejos manchados.
Ya la maleza entró por la puerta y avanza
hacia esta herida que cultiva llanto,
puedo ver brotes de selvas enanas en mi alma
creo que llegaré verde y habitada a mi despedida,
verde y habitada.
INDIFERENCIA
Tengo mal de ojo,
ya no puedo hacerles felices,
ni siquiera cuando aseguro poder.
No me crean, no dejen de buscar a sus dioses,
y eviten preguntarme si hay sombras
detrás de sus puertas o si
les amarraron los párpados a las mejillas.
Eviten hablarme
ni siquiera para recordar que ofrecí
mi corazón o mi esperanza.
Ya no creo que pueda hacerse nada
respecto a sus vidas o la mía,
que el río rompa todas mis palabras
junto con las piedras.
No hay nada que decir.
FUGA
Esta casa.
No la quiero más.
No quiero sus cimientos descalcificados,
sin el abrazo de la tierra y las cigarras.
Si la miro fijamente veo los vacíos de
mi ascendencia animal que anduvo
durante siglos a rastras por el mundo,
cuerpos desconocidos y apaleados por la noche.
Han sido grandes las caídas
con los miles de ojos agrietados
que decoran el suelo,
con los escasos besos
de una mujer que tuvo mi boca
y caminó con mis pies hacia el desangre,
hacia los confites de un súcubo que sigue
llorando amargamente en la cocina,
después de tanto pedir amor.
Un día quise habitar, aún entre
las multitudes que azotan estas paredes,
paredes adoloridas, sudorosas, quísticas,
llenas de miedo por la violencia oculta en sus memorias,
las guerras, las balas, las banderas y los presos,
los niños desnutridos de alguna tatarabuela,
un sobrino pequeño que se ahogó en navidad,
placentas, abortos, fluidos, pus,
mis padres en sus primeras noches juntos,
sus vidas, sus muertes en vida, sus muertes.
Mi historia.
Inhalando y exhalando sus pieles todo el tiempo,
con la carga de sus sueños incumplidos,
sus deudas con los dioses y los árboles, los caracoles,
el agua, los pájaros, los cristales rotos, las calalas,
mis jóvenes ancestras desterradas
por ser sabias, por ser cítricas.
Es mi último paseo por esta casa.
se deshace en mis manos abiertas de adioses,
no hay espacio más espeso que este baño
de venas rotas hacia el descanso.
LARVA
Quien podrá descubrir mi secreto,
mi navaja de hoja dulce
que ha de perforar los surcos de tu confianza,
el rastro de los silencios y pensamientos
que me apartarán de tu vida
antes que canten tres gallos
en la madrugada de mis años.
Quién podrá verme estallando en risas
después de beberme el trago amargo de tu abandono,
bailando sobre el cadáver de las horas a solas,
QUIÉN, quien podrá decir que soy una sombra alegre,
de esas que pasean por las calles vestidas de amarillo,
liviana como susurros y buenas noticias,
adornada de soledad y muerte vecina.
CUCHILLOS LARGOS
He visto:
un poro abierto por donde grita el cielo,
y entona su “BASTA” hasta dormir a los hombres.
Su voz es clara:
que tiemblen todos, que los mate el vértigo,
que se afane el tiempo en cortarles las ganas,
mientras caen tinajas con tierra a la tierra,
quiero ver orificios en estas carnes malvas,
futuros destaces,
masas,
tardes rojas,
parca,
fin que les aguarda…
¡BALA! ¡CORTE! ¡MUERTE! ¡MEMORIA!
¿Y la esperanza? ¿Y el terruño?
Ya no vuelan los riscos y la caída es perenne.
salven a la niña, sálvela quien salva
de los cuchillos largos, de la piedra quemada.
ABSTRACCIÓN
Aquí está la prueba de mi vida y la sal.
Los barcos están en la carretera,
los perros ladran, los años pesan,
la carga corta espaldas de luz,
mis flores,
debajo del mundo y sobre temblores
que sostienen todo, incluso la noche,
trémulas mariposas que aguardan la muerte, la madrugada,
aquellos espejos de una mujer inundada, damnificada,
lejos de la mala hora, en silencio, casi ciega,
con las piernas frente al sol, sola.
Alguien pregunta por Dios,
que es ella misma y su cabeza no se mueve,
no palpita la tierra, los otros ya no existen.
DESARRAIGO
Estoy cubierta de invisibilidades,
quien quiera hable por mí
palabras redondas,
no tengo boca,
no quiero dientes,
ni siquiera la fe,
que me recuerde que estoy viva,
honda como los océanos
y esperando por alguien,
tal vez al hombre empapado
de feminidad que saltó y
sigue cayendo por el vacío.
Aquí estoy robando aire,
que lo sepan las vecinas,
las que brincan desde sus ventanas
para sentir mi caída,
la de siempre,
la de toda la vida,
mientras tomo fotografías a media luz
y anhelo salvarme de esta casa,
donde se seca Dulcinea,
sola de aguas,
donde no hay razones para
sacar la bicicleta y llegar rápido
a esas manos, que no existen…
Quien quiera viva por mí
una vida larga y llena de esquinas,
no tengo país,
no quiero raíces.
RESPUESTA
Bajo tierra,
lamiendo mi silencio,
alumbrándome,
mientras las cigarras
preparan mi destino,
no los hombres,
los que dicen:
“que la entreguen”,
“que la quemen”,
“no la nombren”,
los profetas bajo la nieve.
Ya no importa esta escafandra de huesos,
bajo tierra no me hieren sus piedras,
sus guerras por olvidar mi nombre,
sus besos de lanza y polvareda.
Estoy sola, bajo tierra,
llena de raíces,
lamiendo mi silencio…
DESPIERTA
Es bueno saberlo.
Estoy despierta.
Inclino la cabeza, la alzo,
me arqueo,
sostengo con fuerza su cuerpo,
doy pasos hacia atrás y hacia adelante
en una peligrosa danza,
brinco, arrugo la cara, levanto la voz,
enseño los dientes, contengo el aire,
exhalo, lloro, la puerta está cerca.
La puerta está cerca.
Estoy despierta.
Derramo palabras cítricas
sobre la mañana, me niego a calmarme,
apagar mi lucha, dejarme convencer.
Huelo el abismo, la sal, las cenizas,
me dejo ver.
Despierta.
Quemándome en la habitación,
cambiando, sintiéndome vasta,
verde, amarilla, resistente en mi talón,
estirando los dedos y las piernas,
marcando el centro, el espacio,
los úteros tristes de mis mujeres,
mis muertas, el umbral.
No estoy dormida.
Aparezco, solo aparezco,
después del martirio con la casa vacía,
afuera me buscan: no estoy para nadie.
No estoy dormida.