Poesía siria: Akram Alkatreb

Leemos poesía siria. Leemos a Akram Alkatreb (Salamiah, Siria, 1966). Poeta, periodista y crítico de arte. Reside en la ciudad de Nueva Jersey, Estados Unidos. Escribe y publica artículos en la prensa literaria árabe desde principios de los años noventa. Tiene seis libros de poesía publicados:”Aro tu voz con una flauta”, Damasco 1995.”Minorías del deseo”, Beirut – Damasco 1998.”Clavado en el sueño como un hijo único”, Beirut,2003. “Poemas de América”, Beirut, 2007. “El país secreto”, Beirut, 2013. “Bodas Espartanas”(Antología poética traducida al español por Rifaat Atfé), Colección Casa de Poesía del Festival de Poesía de Costa Rica, San José, 2014. “El libro del ahogado”, La haya, 2016. Ha participado en diversas actividades literarias dentro de Siria y en otros países como Estados Unidos, Francia, Costa Rica y Guatemala.

 

 

 

 

 

La casa

 

No me olvidé de la casa
Quedó igual, con las paredes que tenían restos de cal.
Incluso los sonidos que salían de los baúles,
Y los suspiros misteriosos, y la ternura que rompe,
que se caen sobre el banquillo,
Entonces se convierten en un papel amarillo
que mi madre barre al amanecer

 

 

 

 

Moriremos de algo más

 

¿Quién me hará volver a aquellos días que me precedieron hacia los valles?
Los estantes que dejé al oeste de Damasco,
¿y el pelo al que me dirigía con el ojo vendado?
Todo es posible frente al espejo.
Después de escribir estos poemas sobre la vida que llevamos sigilosamente,
prendiste fuego a mi cuerpo con el tuyo bajo los árboles de Bab Sharqi.
Por eso, cada vez que entro al jardín,
o paso frente a una casa,
detecto tu olor
arrastrado a tu vientre.
Toco los pétalos de tu ombligo, y entre tus piernas puedo
vislumbrar la leche del arrepentimiento.
Y la Vía Láctea se extendía hasta la curva de la espalda.
Me escondí en él
porque casa no tengo.
Me llaman el pobre que duerme solo
mientras traga el veneno,
y porque él sabe lo que pasó de repente,
se disculpará por todo el pasado,
por la ceguera en los catálogos de libros,
de la imagen más clara posible de tu vulva dibujada
en los Rollos del Mar Muerto.
Y como los reyes arrojan volúmenes de dolor al fuego,
te dejé mi corazón en minutos,
luego me caí desde la ventana de la casa que da a un río.
La mano del herido puede que sea el amanecer,
la cosa a la que nos aferramos:
la foto del hijo en la pared,
la única corteza que queda entre nosotros.
Quiero tocarte
para saber lo que sucede en la metáfora
Y descubrir que el amor es inútil
El aire que respiramos lo llevas al hombro todo el día,
cada noche evoco las calles a las que siempre volvemos.
Le tengo miedo a la guerra; aunque pare
su olor seguirá saliendo de nuestra ropa colgada de los techos.
Mis miedos iluminan tu cuerpo
y la boca se hace añicos en el suelo como el último de los sultanes.
Tu cuerpo entero es una ciudad extinguida en el desierto de Libia,
me recuerda a las montañas que escalé cuando era niño.
Desde tu pelvis saltan sabuesos.
Suspiramos con las cicatrices:
un llanto muy claro por la noche,
como una silla vacía en una cafetería,
como una mancha de sangre en el borde de una almohada.
Tómalo,
duerme en él,
y escóndelo debajo de tu ropa.
Que caiga por el precipicio
con estas heridas abiertas
desataremos al prisionero

 

 

 

 

El Pasado

 

El pasado parece un hombre que acaba de escapar
de la prisión y está fuera de la vista:
es el espejo que se resquebraja lentamente ante nosotros.

 

 

 

 

El traductor de nostalgias

 

Estoy tratando de deshacerme de toda esa tontería llamada “nostalgia”.
Sin embargo, de repente salta como una cucaracha debajo de la cama.

 

 

 

 

Mueblería

 

Tu cuerpo en la puerta de casa
una ligereza sin igual
con iluminación en la cara hecha de ladrillos.
La calle no ha cambiado mucho,
la dejé hace veinte años.
Los rostros también te resultarán difíciles de identificar:
parecen un viento que circula por la inmensidad de los pueblos vacíos.
La barra de tiempo se detiene repentinamente,
y la vida necesaria no se puede fijar de ninguna manera.
Ese olor humano que queda en la ropa,
las voces que llevabas contigo,
como las marcas grabadas en los troncos de los árboles.
Qué sabiduría en todo este dolor.
Y encuentras los mismos muebles:
sofá, mesa de madera, sillas,
reloj de pared, anteojos de padre
y libros dispuestos en los estantes.
La predestinación es todo lo que queda en la casa.
Y esa cicatriz en el azulejo.
Como tranquilidad, las recamaras frías requieren formas
para recordar un pasado que huele a lugares desiertos.
Y toda esta vida corriendo detrás de ella y te arrepientes.

 

 

 

 

 

 

 

 

Traducción: Amal Fares /  Ortografía y edición: Alberto Gómez Font

Amal Fares es escritora y traductora, nacida en siria 1982. vivió 18 años en Venezuela, y actualmente reside en los Estados Unidos. Tiene la capacidad de traducir audio y textos del idioma español.  Estudiante de Artes y Humanidades en la universidad de Monroe Rochester, Ny https://www.monroecc.edu/:  Miembro de ATA la Asociación Americana de Traductores. Miembro de la Asociación de Escritores de Siria. Obras publicadas: Las mutaciones de Jorge comensal 2020_ novela, Conversaciones anunciadas 2018- entrevistas. Carta a Stalin de Fernando Arrabal 2020. Los mandamientos 2021. dirección: Rochester, Nueva York. 

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Alberto Gómez Font: (Barcelona, 1955) actualmente reside en Madrid, España. Es filólogo y lingüista español que también se ha destacado como corrector y profesor. Fue director del Instituto Cervantes de Rabat (Marruecos) de 2012 a 2014. Asimismo, desde el 2005 hasta el 2012 fue coordinador general de la Fundación del Español Urgente (Fundéu). Es académico correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. https://es.wikipedia.org/wiki/Alberto_G%C3%B3mez_Font

 

 

 

 

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