Dinu Flămând: Premio Nuevo Siglo de Oro 2023

El poeta Dinu Flămând recibirá el Premio Nuevo Siglo de Oro este miércoles 22 de febrero a las 17:00 en Círculo de Poesía Libros, ubicada en Xicoténcatl 270, Del Carmen, Coyoacán. En la ceremonia de entrega estarán los poetas Mario Bojórquez y Alí Calderón. Este premio es un reconocimiento desde la lengua española a las aportaciones de un poeta a la poesía del mundo; en anteriores años lo han merecido poetas como Sujata Bhatt, Paul Muldoon, Duo Duo, Abdellatif Laâbi, Ko Un y Eduardo Lizalde. Dinu Flămând, conocido y publicado en el mundo hispano, pero también en Francia, Italia, Alemania, Portugal, República Checa, Grecia, entre otros países europeos, mereció en 2022 el Premio Mihai Eminescu. Círculo de Poesía publicó su libro El frío intermediario en 2016. El poema que leemos está incluido en Semillas de piedra. Poesía rumana contemporánea, traducido por Gabriela Căprăroiu.

 

 

 

Primavera en Praga

En agosto del 68 conocí a una mujer con sentido de la historia
daba de beber gratis a todo el mundo
en el bufé de la estación Sărățel, nudo de vías de ferrocarril en mi Transilvania.

El Ejército Rojo había entrado a liberar Praga de sus propias ilusiones
yo no tenía la más mínima idea de nada, era un estudiante de vacaciones
volvía
a casa con los amores enredados entre qué tal si hiciera
y qué tal si me atreviera a hacer.
Praga quedaba por ahí, en la Patagonia, mi alma habitaba en la nube
de mi propia confusión
ella lloraba.

Lloraba sin dar explicaciones e invitaba a copas
recordando tal vez el sabor de la leche quemada
que ya se había derramado antes
con la subida de la historia,
presintiendo que la guerra podría estallar
en cualquier momento porque la urticaria del poder había irritado de nuevo
al Kremlin
y desde la torreta de los tanques los soldados rojos vislumbraban de nuevo
Malá Strana.

Mientras tanto ese, el nuestro, gritaba en el altavoz de la estación
decía que algo inadmisible había ocurrido
y yo lo escuchaba por primera vez con un atisbo de atención
y me preguntaba qué dios de la comedia
soplaba patéticamente en su trompeta ceceante.

Aún circulaban por aquí locomotoras viejas
maniobraban la vaca de hierro hacia la bomba de agua
para que después de calmar su sed nosotros cambiáramos la vía.

Pero han transcurrido años antes de que pasemos a otra vía.

Transcurrió más tiempo todavía hasta que yo llegara a Praga
y palpara en una piedra
aquí en la Plaza de Wenceslao
la huella de Palach en autocombustión,
aquí, donde me encuentro ahora, aún más confundido al lado
de un Jan Hus moldeado en el bronce de su rebelión
y, sin embargo, sorprendido al constatar que el aire del comunismo
no había erosionado la insolente melancolía barroca
de la ciudad y que sus puentes siguen saltando
como canguros de una orilla a otra.

Voy contigo de la mano y en la imaginación,
hacia la casa de Holan de Campa, para acariciar los ojos de su efigie
en el muro, tal como él nos decía que debíamos frotar los ojos del dinero
cuando su mutismo inconsolable
atacaba a los transeúntes debajo del puente.

Te llamarás Gordana o Maria Maria
Oana Mihaela o Luniana,
es decir mujer-mujer, así como la oropéndola es oriolus oriolus,
hamletizando en torno a lo imposible, mientras yo
seguiré caminando cerca de ti
alejándome de toda oportunidad de estar cerca de ti.

Tengo que presentarte a Holan porque la primavera
se ha convertido de repente en milagro aquí en Praga
en mi recapitulación y mi andar titubeante hacia mi pasado
cuando me doy contra mis propios fantasmas
como sucede con los transeúntes del Puente Carlos
hacia donde el atardecer mira con insistencia desde las estatuas negras.

Mientras que las perlas de las cascadas del Valtava
prolongan la sonrisa luminosa de tu ojo derecho,
porque en el izquierdo habito yo sintiendo el temblor cálido
de tu hombro que se mueve, dócil, bajo la palma de mi mano.

Con una vara mágica convocas a Smetana
junto al mecer sonoro del río en las llanuras de Bohemia,
y una niebla invisible pasa por las esclusas de la tarde
de alma a alma y la misma levitación
nos sostiene en el aire sobre el Castillo
mientras yo sigo envejeciendo oscuro.

Y sigo poniendo en palabras
la indecisión de aquel que negocia sus emociones aun sabiendo
que sólo puede gastarlas,
sabiendo que tu belleza intangible tolera
como al indefinido y bastante ridículo exilio
mi andar que busca llevar el paso de tu andar
quedaremos sin una pizca de sabiduría
en esta subida repentina de pasión,
y sólo significará que debo estrecharle la mano
a la timidez nacida del pavor de mi concupiscencia.

No trataré de comprender lo que sucede en la mente del misterio
cuando está confiscado por el misticismo horoscópico
de las peluqueras
que sostienen que el destino traza semejantes encuentros
pero admiten —he aquí— que lo irracional
es mi amigo en esta súbita exaltación
y al que dentro de mí mismo se me opone no le queda más
que beber mi vino de mi copa
y pedir otra
aun cuando nada es gratis ya.

En tu nuca mis narices se estremecen, respiran ávidas
como las narices de un caballo en la avena
fotografiado por turistas
aquí en las calles del ocio crepuscular
y de repente me veo sumergirme en el vértigo de la cascada
ahogado por esta música irisada
y toda clase de preguntas me salen a borbotones por los ojos
por las orejas por las fisuras de los recuerdos: ¿cómo, cuándo y de dónde
se ha juntado todo y se ha ido todo en todo este tiempo?
y ¿por qué brillan aureolados por el efecto de la resignación
todos mis ímpetus de antes?
o ¿dónde estará el inicio del presente, para
fijar ahí de nuevo mi partida?

Y ubi sunt qui ante nos con los poros de su piel visitados por los poros
de mi piel cuando el sudor de mi palma navegaba
caliente en el sudor de otras palmas en aquellos veranos
cuando el ardor de mis emociones se mezclaba con el espejismo
de otras emociones de otras tardes infinitas
y ¿por qué algunas promesas increíbles
nos tiran del cuello para sacarnos de las cascadas donde
nos ahogamos
mientras del primer aliento una vez al aire
queda apenas la extraña alegría del semi-ahogo?

Sé que no puedo vender a nadie esta furia
ni puedo andar a galope río arriba
hacia los umbrales sonoros de las turbias emociones
desde el inicio de la emoción
si no existiera el misterio de la fotosíntesis que me convierte
en hoja absorbiendo la irradiación de tu luz
que inunda la primavera en Praga.

Por lo demás hacía mucho que por la diagonal de mi ojo cruzaba
una de aquellas puella defututa, sin que odi et amo consintiera
con todo el orgullo (fieri sentio) mostrándome altivo presente y vivo
en la plenitud de mis fuerzas ¡Valiente Catullus!

Y he visto que los apóstoles del reloj solar vacilaban en dar la hora,
o a mí me parecía que esperaban que pasáramos por allí para llevarnos
en el remolino del tiempo. Sin duda hay algo que me tira
ahora sobre estas aguas y Kafka me transporta
silbando en los hombros de su horrible estatua y parece que el Golem
me quiere hasta el dueño del Castillo me promete una audiencia para
explicarme que la postergación es un engañoso regalo del tiempo
y al final me empujará con sarcasmo
hacia la resignación puesto que de ninguna manera
mentula conatum Pipleum scandere montem…

Tal vez incluso mi amor áspero a tantas Lesbias gritó frente a la puerta
de las frustraciones indecentes
pero humilde y hasta manso me torna el aire de esta taberna
donde en mi mesa Holan y Catullus están contigo.

Por lo demás aun cerrados tus ojos brillan
jugando con los reflejos del río que corre en tu boca
y yo presiento que ocurre algo más que mi
involuntario intento de buscar en mi caja de metáforas
y prestidigitaciones de palabras aquellas que están al alcance
de un poeta hambriento mi caja de limpiabotas
que ya me ha ayudado antes a mendigar el amor
sólo hasta tener la sartén por el mango. No…

Pero ¿qué será esto? Y ¿de dónde esta invasión o la pérfida
espada del sudor frío en mi columna vertebral ardiente
y ¿por qué tiembla mi pierna en mi pie inmóvil?
y ¿por qué hago aspavientos con mis manos aun cuando mis hombros se han anquilosado?
¿por qué me veo intentando aprehender el sonido de este poema
como si quisiera atrapar moscas pero desmenuzándolo apenas
ausente entre mis dedos como un pedazo de pan
olvidado en la mesa por los que me precedieron?

¿Hay algo acaso que comprender? Cuando tu primavera está en Praga
tú también debes estar en Praga no dejes la ocasión
con la mano extendida y Kafka no escribirá las cartas
para tu Milena aun cuando frente a las instancias proletarias
él mismo te hubiese regalado en otro instante el absurdo
cuando tu afirmación había parecido también definitiva
en la colonia penitenciaria de una patria que fue…

Y si no puedes ver en los caprichos del destino el gran regalo
de una vida desesperada bebes el vino en vano
y en vano tomas la vía ferrocarril,
con o sin billete
y ahora en vano esperas pues pagarás lo justo para tranquilizarte
para saber que no quedas en deuda con la ilusión incluso de que en tu escroto
la estática electricidad hace que el músculo del batracio siga latiendo.

La primavera en Praga es una estación en sí
él te ayuda a comprender que se ha ido la primavera,
cuando las estaciones empiezan a ser sólo la repetición
de la rica inercia de vivir.
¿Pero después qué sigue?

¿Será la revelación de lo demasiado tarde? Aun si estallara
la guerra ahora (lo cual se vuelve posible otra vez si observamos
cuánto les pica el orgullo a los imbéciles que hemos elegido
para destruirlo todo electrocutados por sensaciones plácidas en
los huevos con su ego galvanizado) no me importaría…

Tomaría de nuevo el tren
sacaré la cabeza por la ventana miraré hacia donde nos dirigimos
más precavido esta vez iría con los ojos
casi cerrados sabiendo
que sólo escoria y humo expulsan las locomotoras del futuro
y mirando hacia adelante después de algún tiempo empiezas
a ver sólo aquello que se aleja de ti.

Y en la última estación los mismos ferroviarios torpes
colándose por las vías y balanceando sus faroles de luces oscuras,
siempre descontentos por nuestra presencia
rezongando como de costumbre
inspeccionando el mismo sistema de inexplicables cambios
sobre rieles rectos y curvos, con señales amarillas solo por ellos descifradas
ellos tan hábiles en catástrofes y desastres

ellos
ajetreando por nuestros carriles
por mi carril
mientras tú sigues diciéndome adiós con la mano…

 

También puedes leer