Poesía ecuatoriana: Allan Coronel Salazar

Leemos poesía ecuatoriana. Leemos algunos textos de Allan Coronel Salazar. Estudió en la facultad de Comunicación Social de la Universidad Central del Ecuador, en la especialización de televisión. Graduado en la especialización de Guión en la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV), de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. Fue parte de los talleres literarios de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, bajo la dirección de Miguel Donoso Pareja. Ha publicado: Quito del Arrabal a la Paradoja. Antología de jóvenes escritores (1985); Alza la vista que no te veo los ojos antología personal de cuentos (1984); Un poco por no morir (2021); Luzbel bellísimo libre de toda culpa y Esperpentos que se encuentran en proceso de publicación. Además, escribe textos de crítica, relatos, guiones para cine y televisión, y poesía los cuales han sido consideradas en varias revistas nacionales e internacionales.

 

 

***

 

A decir del poeta ecuatoriano Vicente Robalino, en su texto “Una poética de lo grotesco”, sobre el libro “Lapsus At Eternum y 54 poemas que lo escoltan”, escrito por Allan Coronel Salazar y publicado en la colección “Flor de Ángel” de la editorial El Ángel Editor: desafía y cuestiona al lector con respecto a la aceptación de una realidad inamovible y de unos valores impuestos por una sociedad conformista y cómoda. Estos textos ponen en duda todo, desde la muerte, la vida, la memoria, Dios hasta las relaciones amorosas y afectivas, para finalmente convencernos de que lo único que nos pertenece es el olvido. Así, los diferentes personajes poemáticos, convertidos en fantasmas, deambulan por el espacio acompañados de su propia soledad o a veces de una ternura distanciada de la voz poética por la ironía, el sarcasmo y el humor negro. A continuación, una muestra de su poética:

 

 

 

Lapsus at eternum

 

Un convite de don Necrodes Littoralis
y su digna esposa Silpha Oscura
para catar las delicias gastronómicas
que nos preparan bajo tierra.

Amenizará la noche
una luz emanando gloriosa y viva
de un pozo séptico coqueto,
un perfume etéreo,
cortesía de una dracunculus vulgaris
o de la flor cadáver.

Cerrarán la velada:
un apretón de testes
                  con guantes de púas mascahuesos,
una caricia de cimitarra
                  en espalda expuesta
y una palabra suya,
            una palabra,
que eche sombras en la luz.

Nada que la mentira
no pueda de una vez por todas aclarar.

 

 

 

 

Habría que apedrear al ángel de la guarda

Necesito por la noche
                para el sueño
el maullido estruendoso de los gatos
una gota monótona en el lavamanos
peleas de borrachos en la esquina
ladridos de perros
peleando un hueso viejo
una escápula anudada en la garganta
               para invocar las pesadillas
una luz parpadeando en el lupanar de enfrente
              tras un visillo rosa
el crujir de los maderos
recordándome los tálamos
de una juventud que se me escapa

¿Es que alguien puede dormir en el silencio?

 

 

 

 

Solipsismo

 

Cuando muera,
Aníbal dejará de cruzar una y otra vez los Alpes,
Shahriar y Doniazade se quedarán sin noches,
y enmudecerá la música de Rinski-Kórsakov
contando sus historias.

Todo morirá conmigo:

la candidez en la risa de mi madre,
la elegancia del abuelo,
el ámbito total que ocupa mi hijo,
la poesía,
el pájaro negro en el tejado,
el perro y su mirada sabia,
los siete universos de Tarkovsky
los grabados de Blake
y un argentino que imagina a Dios frustrado
-como su rabino al mirar las taras de su Golem-.

La muerte de cada hombre es una extinción universal
todo se va con él, desmoronándose;
nada queda, ni siquiera un agujero negro.

Musitarán que me recuerdan
y que sigo vivo.
Les digo:
con mi aliento huyente,
morirán conmigo;
como expira todo,
cómo se deshace en polvo inane
el que ha ido clausurando el mundo
al cerrar por fin los ojos.

 

 

 

 

La túnica de dios

 

Le he visto a dios sus desnudeces,
su pellejo vacío y oxidado,
su escápula,
su cerviz,
sus costillas temblorosas
                la desnutrida convexidad del vientre
y un falo mustio bamboleando sin decoro.

Lo vi colocarse el manto
             -con refuerzos internos camufladosquiso
doblegar mi voluntad
con sus tablas de ley resquebrajadas;
mas,
           blandiéndolas por su cabeza,
el viento las deshizo
con un volar niño de termitas.

Lo veo ahora con las marañas blancas
enredadas en sus sienes,
los flacos y huesudos dedos
levantando una costra en la rodilla.
Prepara un ungüento para el pecho
y una bolsita caliente que colocará
            tembleante
a los pies de lecho.

 

 

 

 

Finales

 

tómame
has cresta de estas plumas secas
saca mi zumo de limón añejo
escupe las pepas
la corteza
toma de mí lo que aún funcione

la pólvora que quede
          la chispa
                         el oxígeno
vuélalos
              en un solo tiro de mosquete

podría darte aún
una flamita
              bajo control y regla
una lumbre escuálida
de agonía mal quemada

prefiero una explosión de pirotecnia
diez flacos segundos

efímeros
gloriosos
y finales.

 

 

 

La náusea del olvido

 

Siempre pensé que mientras alguien lo recordara
mi abuelo estaría parado en el pasillo
             tratando de ver la tele
tras la puerta del cuarto de mi tía
que, día tras día,
o noche tras noche
-la eternidad no da cuerda sus relojesella
le cerraría la puerta en las narices

se fueron hace rato sin curarse las heridas
sin tomar café de chuspa y reír de sus miserias
él sigue queriendo ver las noticias de las ocho,
ella está esperando su sombra en las paredes
para tirar el haladador y clausurar la entrada

yo los tengo ahí
reviviendo su pequeñez cada segundo
porque cada segundo los recuerdo

muchos de quienes atestiguaron
sus venganzas diminutas
han muerto
              han ido muriendo
              ¡cuánta poesía
              hay en la sentencia!

sobrevivimos pocos
¿serán libres la tía y el abuelo
cuando también nos alojemos en un nicho?
¿o, ahora que lo cuento,
los condeno a vivir su esclavitud por siempre?

¿cuál de nuestros asuntos sucios,
¿cuál de nuestras ruindades,
qué indigencia ética
de las muchas que nos aturden
nos obligará alguien
a repetir infatigables
hasta que la náusea del pasado
nos vomite en el olvido?

 

 

 

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