Poesía nicaragüense: Maynor Xavier Cruz

Leemos poesía nicaragüense en el marco del dossier que prepara Victor Ruiz. Leemos algunos textos de Maynor Xavier Cruz (1988). Es poeta, editor y novelista. Licenciado en Comunicación Social. Ha publicado dos novelas: Palpitaciones (2015) y La perseguidora (2017), también el libro de minificciones Mitomanías (2022). Es administrador del blog de reseñas literarias el-viejo-librero.com

 

 

 

 

 

No, señorita

 

No, señorita, dije, no pretenda convencerme que estoy muerto, los muertos pierden su tacto y yo siento su mano de fantasma que me toca.
No, señorita, dije, deje de cortar mi cuerpo, el corazón que busca está en mi casa. No remueva mis órganos, la bala que busca acarició el cerebro de mi sombra y dejó que la hemorragia formara una tierna laguna de pólvora.
Siga señorita, dije, cierre mi abdomen, esa cicatriz es un ciempiés que me abraza.
Siga señorita, dije, sé que usted me dejará descansar en esta plancha.

 

 

 

 

UN PUÑAL es un corazón desnudo,
tocalo
miralo a los ojos
sentí su reclamo
cuando se hunde en tus venas
míralo sonreír cuando beba de tu sangre
el corazón de una daga se alimenta de tu sangre
dale de comer.

 

 

 

 

Informe sobre los cuchillos

 

Sobre el fuego
todo cuchillo
es un ángel dormido.

Sobre el agua
es el ombligo de una rosa.

Sobre el aire
es un cementerio de caricias.

Sobre la luz
es un policía de silencio.

 

 

 

Cuchillos come carne

 

Porque todo poema es un cadáver
he aquí mi culpa:
Somos dioses disléxicos que aprendimos comernos el frío.
Todo cuchillo es una coincidencia de humo
toda mano es una sombra de miedo.
Este cuchillo abre la boca.

EL CARNICERO ES UN CIRUJANO frustrado al que odian los forenses
Sabe que desmembrar es un oficio incomprendido,
su relación con los animales
no es más que un ritual mágico y sangriento
para liberarlos del desprecio.
El carnicero es un artista
apenas comprendido por su esposa,
a quien sueña que en algún momento deberá tener los cortes exactos
cuando decida que él la libere de este mundo.
La esposa del carnicero supone de las fantasías de su marido,
por ello le esconde los cuchillos cuando ella decide dormirse. 
El carnicero odia más a los humanos que a los animales
aunque ama a su esposa,
a quien no le confiesa que sabe dónde esconde los cuchillos.

 

 

 

Revelación mitológica

Cualquier cuchillo
es un beso de un cancerbero.

 

 

 

 

Los gatos

 

Los gatos le temen
a las cocinas por la noche
creen que en algún momento
alguien despertará con el aliento
el sueño de un cuchillo.

 

 

 

 

Nocturno 1

 

Los perros
saben de fracasos
cuando le ladran a la luna

 

 

 

 

 

la ciudad

 

Caen las horas en mi dibujo `
cae despacio el sueño en mí
y esta ciudad no me conoce.   

 

 

 

 

Vestido

 

                   S i

             hay

            un

           zi

         per

           en

                 tu

                      es

                       pal

                     da,

              yo

           lo

          ba

          jo

 

 

 

 

Nos gustan las mujeres que se masturban

a Y.

Nos gustan las mujeres que se masturban porque no necesitan de nosotros para ser felices.

Nos gusta verlas dedicadas a sí mismas, como unas niñas que juegan a la felicidad infinita. El infinito es el lugar al que llegan cuando la humedad indica que el trabajo está hecho; un desmayo sería la mejor muerte después de haber conquistado la tierra explorada.

Una mujer masturbándose es un pájaro que se lanza al vacío porque sabe que recobrará el vuelo antes de tocar el suelo. El riesgo y el tiempo hacen de su travesía un viaje a un lugar donde no hay regreso.

Nos gusta verlas en una entrega de sus dedos, elementos de placer. Dedos y labios siendo amantes. Dedos y labios amándose en las noches, despacio, en silencio.

Hay ciertos dedos que nacieron para ser cleptómanos del pudor, para ser eutanásicos, para cooperar con el cariño que necesita el pubis ante el S.O.S lanzado minutos atrás. Ante un llamado, cumplen su misión de salvavidas. El tacto es un lenguaje que sabe consolarlas. Es el amante compacto que gustoso espera su turno.

Nos gustan las mujeres que se masturban porque han comprendido que pueden estar solas y hacer de su ritual nocturno una danza tímida y coqueta hasta que termine la canción silenciosa que se han inventado para ese momento.

Nos gustan las mujeres que se masturban porque hacen del insomnio un motivo para empezar a autocomplacerse. El insomnio sabe que ellas necesitan esa electricidad entre las piernas antes de dormirse, ese cerrar de ojos mientras visualizan al escogido para este arte amatorio, para ese auto obsequio.

Nos gusta el gesto de su rostro complacido. Y la sonrisa de satisfacción.

No es una simple masturbación, es un tributo al dios del sexo, que sabe que la cama no se inventó solo para dormir.

Ellas no saben lo que ocurrirá mañana, sí que esta noche tienen cita con un par de falanges fieles que emularán al amor faltante, o solo darán la dosis que necesitan como desestrés, como preámbulo del sueño.

Nos gustan las mujeres que se masturban porque han aprendido que la piel es una fiesta, y ellas la disfrutan mientras dura.

 

 

 

 

 

Nos gustan las mujeres pelo corto

 a Deysi

Nos gustan las mujeres pelo corto porque nos ofrecen un cráneo y no un corazón; el corazón lo han dejado en dos cubos de hielo y han escondido el vaso.

Nos gusta Andrey Hepburn como ícono de ellas a mediados del siglo XX, antes que nos conquistara a finales del mismo una morena de nombre Halle Berry.

Nos gustan las mujeres pelo corto porque han tejido su cabeza con una tela que apenas las cubre del frío, así como aquellas que se tatuaron el cuerpo para no sentirse solas.

Nos gusta Laura Carrington interpretando a una ciega en «Hello» de Lionel Richie en 1984.

También nos gusta Mía Farrow interpretando a Carolina en «Sentencia para un dandy» y Natalie Portman sacrificándose a rape en «V de Vendetta».

Nos gustan las mujeres pelo corto porque han olvidado los peines así como a los amantes y nos hacen hundirnos en un mar de gasolina y desde lejos encienden un cigarro en señal de despedida.

 

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