Tania Hernández Cervantes sobre Un recuento parcial de los incendios, de Mijail Lamas

Presentamos un breve recuento de lectura a cargo de Tania Hernández Cervantes acerca del más reciente libro del poeta Mijail Lamas, quien esta semana recibirá el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen 2023 en la categoría de poesía. El presente texto es sobre su antología personal, publicada por el Instituto Sinaloense de Cultura en su Serie ExLibris y que bajo el título Un recuento parcial de los incendios reúne poemas de diversos libros de Mijail Lamas publicados entre 2007 y 2017, es decir, una década de poesía.

 

 

 

Sobre Un recuento parcial de los incendios de Mijail Lamas

La lectura del más reciente libro de Mijaíl Lamas, un Un recuento parcial de los incendios, me incita a dar mi recuento de lectora. Al tener el título frente a mí, tuve la impresión de que el tema se centraría en el fuego, pero mientras recorría las páginas, advertí que era otro el lugar que éste ocupaba. Su lugar era el de un fuego consumado y una evidencia de vida. Entonces, la enunciación del incendio me evocó aquello que dice el poeta canadiense, Leonard Cohen: “Poetry is just the evidence of life. If your life is burning well, poetry is just the ash”.

El libro es una antología con poemas de las obras que el autor publicó en los diez años pasados, los cuales fueron: Cuaderno de Tyler Durden, Fundación de la casa, Contraverano, Trevas. Canción del navegante de sí mismo y, El canto y la piedra. En las siguientes líneas contaré lo que encontré entre las cenizas de cada uno de esos incendios.

Primer incendio: Cuaderno de Tyler Durden.

Vivir la juventud en el puente que lleva del S.XX al XXI, requería agallas. Agallas para vivir el enfado y desencanto de ese tiempo. Al joven Mijaíl, esas agallas se las dio la poesía. Así lo demuestra en su cuaderno de Tyler Durden.

Recordemos que Tyler Durden es un personaje deprimido, de la novela Fight Club, de Chuck Palahniuk, que David Fincher llevó a la pantalla grande en 1999. En español, la película se tituló tal cual, El Club de la Pelea. De modo que, desde el título, se nos anuncia que el poeta, como Durden, daría la pelea, no sabía muy bien por qué, pero la daría.

En este cuaderno, la voz del joven que enfrenta las temporadas de enfado infernal suena a irreverencia. Mijaíl Lamas, situado en el fin del siglo XX, sarcástico responde o dialoga con otro joven: Arthur Rimbaud, el poeta maldito de la Francia del siglo XIX, quien decía ya en su tiempo, “hay que ser absolutamente modernos”. En cambio, en este otro siglo, Lamas dice, “ser moderno es ser absolutamente vulgar”, “vivo en una época vulgar, en un tiempo sin brillo, de expresiones vulgares”. Estamos ante el poeta que increpa directamente lo que mira afuera, su mundo urbano, su entorno social.

En el Cuaderno de Tyler Durden, aparecen también sus primeras angustias ante el poema: “Todo poema es una bala que deja su fulgor en la imposible trama del cerebro”, y sigue más adelante, “Todo poema es una trampa, un desafío”.

Emergen también sus preguntas acerca del oficio de poeta, y las opciones de vida que tiene ante sí, entre las que se encuentra el desertar del oficio:


He tenido amigos de la fuga y el regreso,
Sin libros que devolver,
Sin consejos realmente valorados.
Quienes creyeron en la poesía y despertaron buscando trabajo
O renunciando a ello.


Advertimos el crepúsculo de la primera juventud cuando vemos a nuestros compañeros de generación marcharse del club de la pelea, o quedarse, ¿inicio de la madurez?

Madurar no es necesariamente envejecer, es reconocer el impulso de fundar, empezar, construir –incluso y con más fervor–, en el destierro y en ciudades desconocidas.

Segundo incendio: Fundación de la Casa.

Convertirse en hombre, hacer un hogar, aparecen como pasos necesarios para salvarse del vulgar bullicio. Así, Mijail Lamas nos habla en su libro Fundación de la Casa. Su casa puede ser la que hemos construido cualquiera de nosotros. Es en esta parte de su obra, que el poeta empieza a ensayar la mirada hacia el interior, como madurando hacia dentro de sí mismo.

En este episodio se reconoce la posesión del amor-fuerza para fundar la patria en la región de la intimidad; ahí donde se mira a detalle lo amado a través de los hábitos, pequeños movimientos y coreografías de lo cotidiano; dulce y amarga salvación del abismo de la calle y la ciudad donde se es más que nada, un anónimo migrante.

Tercer incendio: Contraverano.

La migración, junto al colapso ecológico, son dos de los fenómenos que encarnan la gran crisis actual de nuestro planeta. Y ello nos cuestiona desde lo más íntimo, nuestros más preciados arraigos. Ya no estamos en el lugar de aquello que nos daba una referencia a diario sobre nosotros mismos. Seres queridos y paisajes son referencias que, a la distancia, se acarician y repudian sin tapujos.

Las especies que cambian de ecosistema mutan. Lo mismo le ocurre al humano que migra de una ciudad a otra, de un país a otro. En los fragmentos del libro Contraverano, vemos esa mutación a flor de piel en el autor. También vemos la evolución del poeta, manifestada en el manejo del lenguaje, en la precisión con la que nombra lo que vive, lo que mira, lo que recuerda.

Contraverano, es el lugar donde bulle el que se va y ya no regresa, pero más aún las renuncias que ello implica.


De aquellos que me vieron ya nadie me recuerda,
A veces ni yo mismo alcanzo a recordarme.
Tal vez algún verano quemó todas las fotos
Y el sol dejó cenizas en lugar de recuerdos


Por eso en Contraverano, el poeta se instala como habitante de esta época donde quizá ya son más los que han migrado de su lugar de origen, que los que se han quedado siempre en él.

Migrar también es acercarse a la soledad más árida, por la distancia que guardamos de lo que nos describía y nos era familiar, y estar donde nadie sabe los hábitos del calor-calidez que nos rodeaba. Un calor que ya desconocemos, que nos cuesta creer que existe, pero que recordamos-creemos cuando un ser cercano y familiar nos cuenta hechos excéntricos que se viven casi a diario en aquel lugar.

Así suena cuando Mijail Lamas habla en un poema sobre su madre y ella le cuenta que hace tanto calor en la ciudad que él ha dejado, que se puede cocinar un huevo sobre la superficie de un auto.

Habla de la madre al teléfono, desde el lugar de sus recuerdos, enviando noticias de algo conocido. Pero también se cuentan hechos desgarradores, fatídicamente comunes y cotidianos de aquel lugar, en donde la violencia asesina a muchos jóvenes, sin más. Es en Contraverano, en donde Lamas mira adentro y afuera con gran equilibrio. Lo que viene después es el viaje hacia sí mismo.

Cuarto incendio: Trevas. Canción del navegante de sí mismo.

De la soledad al extravío, y de ahí a la agonía. Estos son temas que zarpan en Trevas. Canción del navegante de sí mismo.

Si un poema me parece que navega hasta alta mar en esta parte del poemario, es el de la Fiebre entre las sombras, donde hay un juego con el tiempo que se hace recuerdo, ¿acaso los recuerdos no hacen otra cosa que detener el tiempo presente? ¡Qué agónico extravío!


La fiebre entre las sombras
Va torciendo mi cuerpo,
Ya su densa marea
Va enfangando mis brazos
El aire de este cuarto es metal que se funde,
Que al respirar lastima mi garganta.
Y el recuerdo intacto,
Es el único,
El mismo:
El recuerdo cayendo
Como
Yo,
Detenido.


Pasada la travesía de Trevas, llegamos a la orilla de El Canto y la Piedra, el último incendio del autor, hasta el momento.

Quinto incendio: El Canto y la Piedra.

En este episodio aparecen las preocupaciones del autor por la poesía, pero ya no desde la angustia y la incertidumbre del joven del Cuaderno de Tyler Durden. Piensa la poesía a manera de dialogo con los dioses de los antiguos grecorromanos.

Pero la poesía, en tanto canto, lleva siempre el timbre de quien la entona. Un timbre único. El de Mijail Lamas es la irreverencia. En la segunda década del siglo XXI, Lamas pule su crítica tenaz a la sociedad en la que vive, pero ahora ya no dice ¡qué vulgar!, dice: Nevermind (ya no importa), pues, al fin y al cabo, él seguirá de pie nombrando cada cosa que ve, porque lo que verdaderamente importa para el poeta, según nos da a entender, es tener una piedra donde escribir, incluso, de cualquier cosa.

El libro Un recuento parcial de los incendios, del que he dado cuenta, es evidencia de que la mirada, sentimiento y pensamiento, arden en toda su extensión en Mijaíl Lamas y, cada vez que terminan sus incendios, nos entrega unas cenizas memorables.


Tania Hernández Cervantes

 

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