Poesía costarricense: Rodrigo Zúñiga

Leemos poesía costarricense. Leemos poemas de Rodrigo Zúñiga (1982). Es autor de los poemarios Deshojar el reloj (EUNED, 2013), El otro Damián (EUNED, 2016) y Fueron todas las cosas (Valparaíso Ediciones, 2023).

 

 

 

Rodrigo Zúñiga (Pococí,​​ Costa Rica,​​ 1982)​​ es​​ psicólogo clínico y poeta. Participó del Círculo de Poetas Costarricenses (2003 a 2004) y fue miembro del Taller Literario Poiesis (2009 al 2014). En el 2013, su poemario Souvenirs y noticias de amor obtuvo el primer lugar en el Certamen Literario Brunca en su XXX Edición en el género de Poesía (UNA). Ha publicado los libros de poesía:​​ Deshojar el reloj​​ (EUNED, 2013),​​ El otro Damián​​ (EUNED, 2016) y​​ Fueron todas las cosas​​ (Valparaíso Ediciones, 2023).​​ 

 

 

 

 

 

Si la foto se quema es historia

 

Voy a decir esto ahora

y será la última vez que lo haga,​​ 

como prenderle fuego a una foto entre los dedos,​​ 

será la última vez que la vea

 

Porque una foto no es un recuerdo​​ 

ni mucho menos un pasado,​​ 

tan solo una historia​​ 

que se inventa instantáneamente​​ 

al rozar dos piedras al azar,

lo que suele recordarse es​​ 

un intento de un dibujo a escala,​​ 

tan inútil​​ 

como pegar un vaso de vidrio​​ 

que se cayó de las manos

 

Olvidar​​ 

es estar ciego, no por cuenta propia,​​ 

es estar ciego por aprendizaje,​​ 

por fraternidad;

los pasos del abandono no se pueden ver,

llegan y se van tan suavemente​​ 

que uno se restriega los ojos​​ 

y siente las cuencas vacías​​ 

 

Algunos lugares en los que estuve​​ 

han desaparecido conmigo,​​ 

quizás no me haya dado cuenta,​​ 

quizás me distrajo la vida,

como cuando alguien te saluda por tu nombre​​ 

y no sabés quién es,

así mismo una historia desconocida

reclama tu rostro y te negás tres veces

hasta sentir solo un dolor ajeno,​​ 

pero dolor al fin

 

Repito, los niños en la foto,​​ 

solos, a oscuras,​​ 

agarrados de la mano,

sentados en el sillón,​​ 

no somos nosotros​​ 

y, sin embargo,​​ 

 

esta impotencia

 

 

 

 

 

 

 

El hombre que no fui

Siempre fui malo en el fútbol,​​ 

era un jugador menos en la cancha,​​ 

digamos, como mirar a la nada en medio de todos,​​ 

una grieta en la pared, una ventana abierta,​​ 

era ir y venir desde los ojos del vacío

 

Nunca tuve tacos, nunca uniforme,​​ 

aunque anhelaba​​ la 10​​ más que nada en el mundo,​​ 

pero uno no calza lo que desea sino lo que es,

uno no escribe lo que quiere, sino lo que puede,​​ 

y mis posibilidades de gol​​ 

eran igual a cero

 

Aun así, soñaba con el gol, con el aplauso,​​ 

con el intercambio de camisas de admiración,​​ 

esperando el momento indicado

para tocar la gloria al fin,

pero hay que aceptar la realidad,

que por compasión mis amigos me elegían,​​ 

por compasión me colocaban adelante,​​ 

nada de correr por la banda​​ 

o defender al equipo como a una ciudad asediada,​​ 

no, era el ataque o, mejor dicho, la espera,​​ 

solo esperar el esférico y fusilar​​ 

con toda la niñez adentro—

 

Es poco lo que recuerdo ahora,​​ 

excepto que el juego es así,

no importa cuán adelante esté,​​ 

pateo al aire todavía y tropiezo​​ 

con el hombre que no fui

 

 

 

 

 

Esperar

 

Esperar,

el hombre solo sabe esperar,

anclado a un tiempo que no llega,

a una pared que no termina,

a una vida que no empieza

 

Aguarda

 

Como aquel​​ 

que para no naufragar más en la noche​​ 

deja solo un pie en el piso,​​ 

como decir,​​ 

un ojo abierto y el otro encendido en el sueño

 

Aguarda

 

Al igual que en los cuentos de aquel​​ ingenio,​​ 

a la orilla del río, se repite la misma historia:

el hombre con hambre esperando el hambre de un pez,

de la misma forma

que se abre tantas veces el refrigerador​​ 

para constatar​​ 

que aún no hay nada,​​ 

lo mismo que la última vez,​​ 

quizás,​​ 

en espera de lo inesperado,

quizás,​​ 

porque siempre se espera​​ 

en la dirección equivocada

 

Esperás la luz del día,​​ 

esperás una fecha, el autobús, el teléfono,

esperás​​ 

una llamada que nunca llega,

no importa la llamada, siempre es otro,

será alguna noticia,​​ 

el trabajo de tus sueños,

un premio o tan solo una estrella fugaz

 

El deseo se mueve de lugar

 

Esperás,​​ 

como cada día de tu infancia,

que el ruido del portón traiga

lo que el mismo ruido se llevó​​ 

 

Esperar ​​ 

es esperar que nada pase,

como quien huye de su propio caballo

montándolo al pelo​​ 

 

 

 

 

 

 

Lista de compras

Yo quería construir una casa,​​ 

algo que fuera mío, un patio, un perro,​​ 

un árbol de limón

 

Entonces me casé y tuve hijos, deudas, una carrera,

y estuvo bien

 

Después descubrí que el deseo

siempre está en otra parte,

y las dudas​​ 

me crecieron como una hiedra:

 

- Cuántos no se quedaron ahí,​​ 

marcharon

con el miedo amordazado como rehén

 

- Cuántos lo arriesgaron todo​​ 

y cantaron himnos de rebeldía,​​ 

libertad y honor

 

- Cuántos creyeron en la magia​​ 

y fueron tras de ella con la ilusión​​ 

de todo lo que es incierto

 

- Cuántos sacrificaron la estabilidad​​ 

y la permanencia por el estremecimiento ​​ 

que da el retrato del asombro

 

Mientras otros​​ 

no dejaron la dulce palmada de la certeza,​​ 

y fueron sensatos y felices para siempre​​ 

sin ningún terremoto bajo sus pies,​​ 

sin ningún delirio afuera del rostro,

haciendo frente a la cobardía de marcharse​​ 

frente a la cobardía de quedarse,

por costumbre, por los hijos, por lo que sea,

por apostar y soplar los dados,

entretanto aún​​ 

las llamas se desenredaban en los ojos de Nerón​​ 

 

Yo, desde esta felicidad,

los aplaudo de pie,​​ 

los admiro con tristeza,​​ 

algunos​​ 

 ​​​​ nos quedamos en el medio​​ 

–que no es ninguna parte–​​ 

 

mirando a cuántos

urdieron un plan y lo llevaron a cabo​​ 

cuando el momento justo llegó

 

 

 

 

 

 

 

Memento mori

 

Veamos,​​ 

Lenny tenía razón,

el mundo no desaparece​​ 

al cerrar los ojos,

y hay mundos y vidas​​ 

que aún existen

cuando atizamos el humo​​ 

que sale de los recuerdos

 

Hay verdades​​ 

que pedimos​​ 

que se acuerden​​ 

de nosotros,

y otras que ardan​​ 

por los bosques​​ 

del olvido​​ 

y no quede cicatriz;

pero es cierto,​​ 

uno finge, hace​​ 

lo que se puede,​​ 

para enfrentar a tientas

la sombra​​ 

de las bofetadas​​ 

que nos da el destino

 

Puede que sí,​​ 

que los hechos,​​ 

las pruebas sean​​ 

mejores bisagras​​ 

que la memoria,​​ 

sean el mejor bastón​​ 

en la oscuridad;​​ 

por eso, tomamos​​ 

y quemamos fotos,

escribimos​​ 

y tatuamos direcciones,​​ 

instrucciones​​ 

y poemas en la piel​​ 

para recordarnos​​ 

quiénes somos

y quiénes fuimos,

una vez que al pasado​​ 

se ha prendido fuego

 

Pero a qué precio,​​ 

Leonard,

a qué precio; nos hemos

estado mintiendo,​​ 

inventando a Sammy,​​ 

como yo a Lenny,​​ 

un hermano,​​ 

un padre no nacido

para correr y escondernos

en el propio itinerario​​ 

en que nos hemos​​ 

convertido

 

No se olvida​​ 

por repetición

 

Lenny tenía razón,​​ 

todos nos engañamos

y nos decimos​​ 

esa palabra justa​​ 

que sirve como​​ 

un pedazo de papel​​ 

a una mesa coja

 

 

 

 

 

 

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