Rodrigo Zúñiga (Pococí, Costa Rica, 1982) es psicólogo clínico y poeta. Participó del Círculo de Poetas Costarricenses (2003 a 2004) y fue miembro del Taller Literario Poiesis (2009 al 2014). En el 2013, su poemario Souvenirs y noticias de amor obtuvo el primer lugar en el Certamen Literario Brunca en su XXX Edición en el género de Poesía (UNA). Ha publicado los libros de poesía: Deshojar el reloj (EUNED, 2013), El otro Damián (EUNED, 2016) y Fueron todas las cosas (Valparaíso Ediciones, 2023).
Si la foto se quema es historia
Voy a decir esto ahora
y será la última vez que lo haga,
como prenderle fuego a una foto entre los dedos,
será la última vez que la vea
Porque una foto no es un recuerdo
ni mucho menos un pasado,
tan solo una historia
que se inventa instantáneamente
al rozar dos piedras al azar,
lo que suele recordarse es
un intento de un dibujo a escala,
tan inútil
como pegar un vaso de vidrio
que se cayó de las manos
Olvidar
es estar ciego, no por cuenta propia,
es estar ciego por aprendizaje,
por fraternidad;
los pasos del abandono no se pueden ver,
llegan y se van tan suavemente
que uno se restriega los ojos
y siente las cuencas vacías
Algunos lugares en los que estuve
han desaparecido conmigo,
quizás no me haya dado cuenta,
quizás me distrajo la vida,
como cuando alguien te saluda por tu nombre
y no sabés quién es,
así mismo una historia desconocida
reclama tu rostro y te negás tres veces
hasta sentir solo un dolor ajeno,
pero dolor al fin
Repito, los niños en la foto,
solos, a oscuras,
agarrados de la mano,
sentados en el sillón,
no somos nosotros
y, sin embargo,
esta impotencia
El hombre que no fui
Siempre fui malo en el fútbol,
era un jugador menos en la cancha,
digamos, como mirar a la nada en medio de todos,
una grieta en la pared, una ventana abierta,
era ir y venir desde los ojos del vacío
Nunca tuve tacos, nunca uniforme,
aunque anhelaba la 10 más que nada en el mundo,
pero uno no calza lo que desea sino lo que es,
uno no escribe lo que quiere, sino lo que puede,
y mis posibilidades de gol
eran igual a cero
Aun así, soñaba con el gol, con el aplauso,
con el intercambio de camisas de admiración,
esperando el momento indicado
para tocar la gloria al fin,
pero hay que aceptar la realidad,
que por compasión mis amigos me elegían,
por compasión me colocaban adelante,
nada de correr por la banda
o defender al equipo como a una ciudad asediada,
no, era el ataque o, mejor dicho, la espera,
solo esperar el esférico y fusilar
con toda la niñez adentro—
Es poco lo que recuerdo ahora,
excepto que el juego es así,
no importa cuán adelante esté,
pateo al aire todavía y tropiezo
con el hombre que no fui
Esperar
Esperar,
el hombre solo sabe esperar,
anclado a un tiempo que no llega,
a una pared que no termina,
a una vida que no empieza
Aguarda
Como aquel
que para no naufragar más en la noche
deja solo un pie en el piso,
como decir,
un ojo abierto y el otro encendido en el sueño
Aguarda
Al igual que en los cuentos de aquel ingenio,
a la orilla del río, se repite la misma historia:
el hombre con hambre esperando el hambre de un pez,
de la misma forma
que se abre tantas veces el refrigerador
para constatar
que aún no hay nada,
lo mismo que la última vez,
quizás,
en espera de lo inesperado,
quizás,
porque siempre se espera
en la dirección equivocada
Esperás la luz del día,
esperás una fecha, el autobús, el teléfono,
esperás
una llamada que nunca llega,
no importa la llamada, siempre es otro,
será alguna noticia,
el trabajo de tus sueños,
un premio o tan solo una estrella fugaz
El deseo se mueve de lugar
Esperás,
como cada día de tu infancia,
que el ruido del portón traiga
lo que el mismo ruido se llevó
Esperar
es esperar que nada pase,
como quien huye de su propio caballo
montándolo al pelo
Lista de compras
Yo quería construir una casa,
algo que fuera mío, un patio, un perro,
un árbol de limón
Entonces me casé y tuve hijos, deudas, una carrera,
y estuvo bien
Después descubrí que el deseo
siempre está en otra parte,
y las dudas
me crecieron como una hiedra:
- Cuántos no se quedaron ahí,
marcharon
con el miedo amordazado como rehén
- Cuántos lo arriesgaron todo
y cantaron himnos de rebeldía,
libertad y honor
- Cuántos creyeron en la magia
y fueron tras de ella con la ilusión
de todo lo que es incierto
- Cuántos sacrificaron la estabilidad
y la permanencia por el estremecimiento
que da el retrato del asombro
Mientras otros
no dejaron la dulce palmada de la certeza,
y fueron sensatos y felices para siempre
sin ningún terremoto bajo sus pies,
sin ningún delirio afuera del rostro,
haciendo frente a la cobardía de marcharse
frente a la cobardía de quedarse,
por costumbre, por los hijos, por lo que sea,
por apostar y soplar los dados,
entretanto aún
las llamas se desenredaban en los ojos de Nerón
Yo, desde esta felicidad,
los aplaudo de pie,
los admiro con tristeza,
algunos
nos quedamos en el medio
–que no es ninguna parte–
mirando a cuántos
urdieron un plan y lo llevaron a cabo
cuando el momento justo llegó
Memento mori
Veamos,
Lenny tenía razón,
el mundo no desaparece
al cerrar los ojos,
y hay mundos y vidas
que aún existen
cuando atizamos el humo
que sale de los recuerdos
Hay verdades
que pedimos
que se acuerden
de nosotros,
y otras que ardan
por los bosques
del olvido
y no quede cicatriz;
pero es cierto,
uno finge, hace
lo que se puede,
para enfrentar a tientas
la sombra
de las bofetadas
que nos da el destino
Puede que sí,
que los hechos,
las pruebas sean
mejores bisagras
que la memoria,
sean el mejor bastón
en la oscuridad;
por eso, tomamos
y quemamos fotos,
escribimos
y tatuamos direcciones,
instrucciones
y poemas en la piel
para recordarnos
quiénes somos
y quiénes fuimos,
una vez que al pasado
se ha prendido fuego
Pero a qué precio,
Leonard,
a qué precio; nos hemos
estado mintiendo,
inventando a Sammy,
como yo a Lenny,
un hermano,
un padre no nacido
para correr y escondernos
en el propio itinerario
en que nos hemos
convertido
No se olvida
por repetición
Lenny tenía razón,
todos nos engañamos
y nos decimos
esa palabra justa
que sirve como
un pedazo de papel
a una mesa coja