Mañana
Es de mañana, o es cualquier hora, o es de mañana.
Despiertas y sueñas que despiertas, y temes despertar
y entonces dices que tienes miedo de las cuerdas, miedo de las mujeres
con rostro de pájaro, y entonces sueñas
con tu padre
hablando idiomas de pájaro, bebiendo leche de ave.
Sueñas con tu padre en su juventud, con él
que en su juventud, no en un sueño,
te parió, y sueñas el sueño que soñaba tu padre.
Sueñas lo que te decía tu padre, que esto es un sueño que soñó un hombre muerto.
No crees, aunque te esfuerzas en creer
que esto es un sueño, solo un sueño, un sueño tuyo:
fue una vez el manillar de una bicicleta manteniendo su forma constreñida por la mano.
Ahora, gotea del vientre de tu padre.
Una vez fue un hijo que se negaba a ser parido.
Ahora es tú
que regresas arrastrándote hacia el manillar. Has soñado
todos los detalles como si fueran los dientes
que tu padre abandonó sobre la tierra, brillando
y riéndose de ti.
Así que no eres la muerte,
sino una faceta de la muerte: has soñado el sueño de tu muerte.
Atrás de las pestañas relampagueantes de un caballo
El sol emerge desde el este, iluminando
los dientes frontales de un caballo
y, dentro de sus ojos, a mis lágrimas.
Desde sus cavidades nasales, me escucho
disparar a los quince años , entre campos que ardían.
El caballo dobla su cabeza melancólica
entre la paja que se quiebra.
A medio enterrar, un caballo hace
que se vaya abriendo la maleza.
Bajo el rostro, medio muriendo y medio inclinándome,
para escuchar las lágrimas del caballo
que gotean dentro del bosque.
Arriba del caballo, mariposas
y un campo dorado están observando.
Hola. Encuentro al caballo, y su frente me toca,
me toca, y me toca por siempre.
Clac, clac. El caballo avanza
en busca de mi propia vida terrenal.
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