Teresa y el Perú en Abro el miedo (2023) por Julio Barco
La poesía peruana es un cúmulo de sentimientos que se desborda. El poeta peruano es más sentimiento que cerebro, pero cuando ambas se fusionan (corazón-mente) nacen los ríos más vigorosos. El poeta peruano nace, crece y vive con un dolor diario, con una maquina hecha contra el propio respirar. Este es un país que trabaja contra la vida del individuo, donde la poesía no existe ni como posibilidad, donde asesinan a indígenas, donde el derecho del consumidor es risible. En costa, ande y selva el poeta peruano respira contra el viento, un aire cargado de vidrios lilas, verdes, amarillos. En ese sentido, la poesía peruana tiene el poder de hablar de la condición política y social de su estado: el documentar esos instantes de crisis.
En este país llamado Perú, donde los incas perdieron el Tahuantinsuyo y construyeron Machu Picchu, existe Teresa Orbegoso y escribe con la realidad como astilla clavada en su corazón. Escribe en la primera persona, pero en la primera persona de los poetas, es decir, en aquel yo que nos pertenece a todos. Porque la otredad del poeta es la unidad del ser. Existe con su sílaba negra y herida, dorada y perfecta: que se cimbra y cruje como las alas de los gallinazos de Lima. Por esas dos razones —ser y escribir— existe este libro. Sin embargo, intuyo otra: el origen del dolor, que puede ser el origen de la escritura y de la herida y sus cicatrices: el cáncer.
En ese sentido, la poesía de Orbegoso respira una belleza singular. Le da voz al miedo, le da voz a lo que para muchos produce pánico: la multiplicación degenerada de células. Es un suceso especial en la poesía de nuestro país, porque conoce la tradición, sabe que existe Moro y Vallejo, sabe que existe Varela y la generación siguiente; todo ello, enriquece su propio sentir. Entendamos por tradición aquel fenómeno de diálogo entre autores vivos y muertos, donde las obras de uno cimentan la posibilidad de las otras, sea por negación o afirmación. En creatividad poética, se puede llegar por negación o afirmación a una verdad estética.
Sin embargo, ¿cómo hablar de belleza frente a la multiplicación de células en el cuerpo que buscan aniquilarte? Como en la alta poesía desgarrada de Varela, como en los versos de acero de Vallejo, como en el diamantina verso libre de Moro, Orbegoso encuentra en los sentimientos más exaltados, su liberación estética. Afirmarse mediante el verso, permite que cada palabra sea un testimonio. Y, al hondar en su dolor, encuentra el dolor de los otros:
Derrumbada la torre de Babel existe y
el once de septiembre existe
los incendiados de la guerra con Chile como limbos descoloridos
y también los seis estudiantes asesinados y los cuarenta y tres desaparecidos
de Ayotzinapa (pág. 78)
En este desgarrador documento poético, se funden las viejas enseñanzas del lenguaje más surrealista, pasando por la oscuridad de la poesía más moderna, mezclando las diversas historias de los países latinoamericanos (México, Chile, Argentina, etc), para dar forma a un singular movimiento de latidos: estamos frente a una obra estremecedora que consigue ubicarse como una de las mejores escritas en los últimos cincuenta años, al menos en el Perú.
Y lo es porque comprende bien cuál es el poder de la palabra, la energía que acumula, la libertad que posee frente a otras materias. Sí, es verdad, se puede dar testimonio de la muerte y la enfermedad desde una mirada clínica, o desde la estadística o bajo el filtro de la filosofía, sin embargo, la poesía, esa loca disidente, nos transmite los pelos y señales más profundos y palpitantes de la experiencia humana. Orbegoso vive en su lenguaje y su lenguaje es ella y ella es su dolor y su crisis. El otro yo, en su caso, es la voz del dolor, que es el dolor de todos. Esta singularidad, lejos de ser vanagloria de autor, es la conciencia de una pertenencia frente al lenguaje. La poesía peruana, en ese sentido, desde Trilce de Vallejo tiene, en ese diálogo interno, que es laberinto o sendero.
Conversar con uno mismo, con ese uno plural que reside en uno y en todos, es el diálogo eterno de la poesía. En ese sentido, podemos sospechar que cierta alquimia de la poesía es también el reconocimiento de uno mismo y su espacio, el espacio de lo sagrado y mundano, el espacio de la respiración, de diario ser y estar, del existir.
En esta ruta, vemos obras nucleares como Noches de adrenalina de Carmen Ollé donde explora la conciencia de una joven treintañera; o de María Emilia Cornejo que se presenta como "la chica mala de la historia". Y, en cierto sentido, la poesía de nuestro país (Beleván, Wong, Álvarez, Capristán, etc) tiene ese quehacer: volverse un espejo de un espacio socio-cultural donde "hablar" es sinónimo de no decir nada. En el Perú, donde los poetas se juegan la vida, la palabra no vale nada; la palabra fue mancillada por tantos políticos y charlatanes. La poesía es la palabra del mundo, en un país que dice mucho, pero habla hondamente poco. Es diálogo, es claridad.
Intuyo que es una realidad que se vive en todos los países de nuestro continente. Los poetas peruanos, los que llevan ese título en pleno siglo XXI, llevan un registro verbal que reproduce todo el sentir de una sociedad que busca su propia mística. Son, en esencia, una foto más de nuestro caótico continente. Ahora, la obra de Orbegoso es universal porque es peruana. Porque lo que se siente a este lado de Latinoamérica, lo sentimos todos en el Orbe. Incluso si leemos su anterior poemario, Perú (2016), vamos a encontrar una huella, un registro que toma raíces en la mezcla social, en la pobreza y crisis, para soltar un diálogo profundo entre los lenguajes, las cosas y los seres. Por eso, afirmo que la originalidad del libro también viene de una rica tradición. Existe Orbegoso porque existe Vallejo y la hermosa (y tristemente alegre) poesía peruana; y existe Orbegoso porque hay poesía latinoamericana, etc.
El humano al saber su final, al saberse finito, al saberse envuelto en una enfermedad, puede o callar o hablar. Teresa logra un libro, como dije, de una belleza singular. ¿Qué nos queda cuando sufrimos? Llorar a mares, a sangre, a sílaba. Llorar y escribir. Escribir y dejar un testimonio. Abrir un testimonio. Abrirlo.
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Teresa and Peru in "Abro el miedo" (2023) by Julio Barco
Peruvian poetry is an overflow of emotions. The Peruvian poet is more feeling than intellect, but when both combine (heart-mind), the most powerful rivers are born. The Peruvian poet is born, grows, and lives with daily pain, with a machine built against their own breathing. This is a country that works against the life of the individual, where poetry does not exist as a possibility, where indigenous people are murdered, and where consumer rights are laughable. In the coast, highlands, and jungle, the Peruvian poet breathes against the wind, an air filled with lilac, green, and yellow glass. In that sense, Peruvian poetry has the power to speak about the political and social condition of its state: documenting those moments of crisis.
In this country called Peru, where the Incas lost Tahuantinsuyo and built Machu Picchu, Teresa Orbegoso exists and writes with reality as a splinter lodged in her heart. She writes in the first person, but in the first person of poets, that is, in that "I" that belongs to all of us. Because the otherness of the poet is the unity of being. She exists with her black and wounded syllable, golden and perfect, which trembles and creaks like the wings of the Lima vultures. For these two reasons - being and writing - this book exists. However, I suspect another reason: the origin of pain, which can be the origin of writing and the wound and its scars: cancer.
In that sense, Orbegoso's poetry breathes a unique beauty. It gives voice to fear, gives voice to what for many people produces panic: the degenerative multiplication of cells. It is a special event in the poetry of our country because she knows the tradition, knows that Moro and Vallejo exist, knows that Varela and the next generation exist; all of this enriches her own feelings. Let us understand tradition as that phenomenon of dialogue between living and dead authors, where one's works lay the foundation for the possibility of others, whether through negation or affirmation. In poetic creativity, one can reach an aesthetic truth through negation or affirmation.
However, how can we speak of beauty in the face of the multiplication of cells in the body that seek to annihilate you? Like in the torn poetry of Varela, like in the steel verses of Vallejo, like in the glittering free verse of Moro, Orbegoso finds aesthetic liberation in the most exalted emotions. Affirming herself through verse allows each word to be a testimony. And, delving into her pain, she finds the pain of others:
The Tower of Babel collapsed and September eleventh exists the victims of the war with Chile as faded limbo and also the six murdered students and the forty-three disappeared from Ayotzinapa (p. 78)
In this heart-wrenching poetic document, the old teachings of the most surreal language merge with the darkness of the most modern poetry, mixing the diverse histories of Latin American countries (Mexico, Chile, Argentina, etc.) to shape a unique movement of heartbeats. We are facing a staggering work that manages to be one of the best written in the last fifty years, at least in Peru.
And it is because it understands well the power of words, the energy it accumulates, the freedom it possesses compared to other materials. Yes, it's true, it is possible to bear witness to death and illness from a clinical perspective, or through statistics or the filter of philosophy, however, poetry, that crazy dissident, transmits to us the deepest and most palpable signs of the human experience. Orbegoso lives in her language and her language is her, and she is her pain and crisis. The other self, in her case, is the voice of pain, which is the pain of all. This singularity, far from being an author's boast, is the awareness of belonging to language. Peruvian poetry, in that sense, since Vallejo's "Trilce," has, in that internal dialogue, which is a labyrinth or path.
Conversing with oneself, with that plural self that resides in oneself and in everyone, is the eternal dialogue of poetry. In that sense, we can suspect that a certain alchemy of poetry is also the recognition of oneself and one's space, the space of the sacred and the mundane, the space of breathing, of being and existing daily.
On this path, we see fundamental works like Carmen Ollé's "Noches de adrenalina," where she explores the consciousness of a young woman in her thirties; or María Emilia Cornejo, who presents herself as "the bad girl of history". And, in a certain sense, the poetry of our country (Beleván, Wong, Álvarez, Capristán, etc.) has that goal: to become a mirror of a socio-cultural space where "speaking" is synonymous with saying nothing. In Peru, where poets risk their lives, words are worthless; words have been tainted by so many politicians and charlatans. Poetry is the word of the world in a country that says a lot but speaks profoundly little. It is dialogue, it is clarity.
I suspect that this is a reality that is experienced in all countries of our continent. Peruvian poets, those who bear that title in the twenty-first century, carry a verbal register that reflects the entire essence of a society searching for its own mystique. They are, essentially, one more snapshot of our chaotic continent. Now, Orbegoso's work is universal because it is Peruvian. Because what is felt on this side of Latin America, we all feel in the World. Even if we read her previous poetry collection, "Perú" (2016), we will find a trace, a record that takes root in social mixing, in poverty and crisis, to release a profound dialogue between languages, things, and beings. For this reason, I affirm that the originality of the book also comes from a rich tradition. Orbegoso exists because Vallejo and the beautiful (and sadly joyful) Peruvian poetry exist; and Orbegoso exists because there is Latin American poetry, and so on.
When humans know their end, when they know they are finite, when they know they are enveloped in illness, they can either remain silent or speak. Teresa achieves a singularly beautiful book, as I said. What is left for us when we suffer? To cry oceans, to cry blood, to cry syllables. To cry and write. To write and leave a testimony. To open a testimony. To open it.
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Teresa Orbegoso (Lima-Perú, 1976). Poeta. Periodista cultural. Investigadora Social. Gestora cultural. Curadora. Licenciada en Periodismo por la Universidad Jaime Bausate y Mesa (Perú) y Magíster en Escritura Creativa por la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Argentina). Tiene un diplomado en Creatividad Publicitaria y estudios en Filosofía y Creación Musical: Artes Tradicionales y Nuevas Tecnologías. Ha recibido becas de la OEA, INDES BID y Fundación Tallberg para participar en diplomados y encuentros de líderes sociales organizados en Colombia, Estados Unidos y Suecia (2001-2006). Ha publicado los poemarios Yana wayra (Lima, Urbano Marginal, 2011), Mestiza (Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2012), La mujer bestia (Maldonado, Trópico Sur, 2014), Yuyachkani junto a la artista plástica Zenaida Cajahuaringa (Lima, La Purita Carne, 2015), Perú (Buenos Aires, Buenos Aires Poetry, 2016), Comas (Buenos Aires, Añosluz, 2018) y Abro el miedo (Lima, Hanan Harawi Editores, 2019). Este último libro fue nominado en 2019 al premio Luces del diario El Comercio en la categoría "Mejor poemario" en su natal Lima. En 2021 fue reeditado en Argentina por Las furias editora y seleccionado para competir por el Premio Nacional de Literatura en la categoría Poesía. En 2022 ganó los Estímulos Económicos del Ministerio de Cultura del Perú para presentar sus libros Perú y Abro el miedo en festivales de poesía en España. El libro Perú ha sido reeditado en México, Guatemala y Perú. Su obra ha sido incluida en diferentes investigaciones académicas en Chile, México, Estados Unidos y Suecia. Ha sido invitada a varios festivales de poesía en Hispanoamérica y su obra ha sido incluida en diferentes revistas virtuales alrededor del mundo. Antologías de Argentina, Chile, Colombia y Perú han tomado su obra como referente de la poesía contemporánea en América del Sur. En 2023 Abro el miedo será publicado en Estados Unidos y traducido al inglés por la editorial Dulzorada. Actualmente dirige la revista y editorial latinoamericana La Primera Vértebra y es responsable del área de Literatura de la Casa Cultural Trenzando Fuerzas – Espacio de Arte en Lima.