La palabra como el más poderoso talismán
(Talismanes para la fuga. Edda Armas. Vaso Roto. 2022)
Pareciera que este libro se hubiese escrito en trance, como si la poeta estuviera poseída por ese estado del que nos hablara Hélène Cixous en su ensayo La llegada a la escritura cuando afirma: “¡Escribir me atraviesa! Escribir me agarra, del lado del diafragma, entre el vientre y el pecho, un soplo dilata mis pulmones y yo dejo de respirar”. Y esa fuerza que llega y necesita ser cantada era, además, para la ensayista francesa “una fuerza alegre”, pero también podría ser, como afirma Amalia Iglesias en su lúcido prólogo, un talismán, un fetiche, un quitamiedos. El talismán que invoca y atrae la gracia, otorga poderes mágicos porque su aura protectora se escribe como sortilegio y ritual para ahuyentar a la muerte; su poder es escudo frente al desaliento, consuelo para los afligidos.
Imaginamos pues a la poeta Edda Armas “posesa del nenúfar”, una noche de luna menguante, atravesada por ese duende del que García Lorca nos hablara en aquella famosa conferencia. Y la vemos ante el acto de la escritura, en ese estado en el que se está lista para escribir “al dictado”, para escuchar. La poeta sabe oír. Aquí se trata de la escucha porque lo sagrado carece de materia, lo sabemos, y es neuma, soplo, sonidos… Lo dice una de las citas de Elkin Restrepo que inician la obra: “pero un día, el menos esperado, el talismán perdido aparece y la palabra el giro, el acento que hacía falta llega y, una vez más, la música que oyes te salva.
Esas palabras, esa música que esconden las palabras son correspondencias ocultas que existen en el universo y que en silencio se tejen, ese tejido-texto que como apunta Iglesias es hilo de Ariadna que atraviesa sus versos para no perderse. Y son esas palabras que hay que rescatar y traerlas a la página.
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En toda poesía hay, o debiera haber, cuestionamiento, esa pregunta que es el interrogante sobre la existencia y cuya respuesta no existe. Y así se inicia este libro. Con la cuestión nada complaciente sobre dónde queda lo perpetuo, o ese lugar habitable. Porque quizás de eso se trate la escritura, de darnos las coordenadas para la búsqueda de ese lugar donde poder vivir: esa ciudad, dice la poeta, donde sobrevivir a tu propio exilio.
Empezando por el primer poema, “Uno x siete”, este ya nos sitúa ante una poética del enigma, una poesía de imágenes febriles que escapan de la jaula de los significados y tensan el lenguaje con continuos quiebres de la lógica. Combinaciones de palabras que nos provocan un extrañamiento que no soltaremos ya, como el final del poema De vuelta a la estación, que nos apela con esta pregunta: ¿Astilla o Aullido?
En la primera parte los poemas responden a ese “dictado” y predomina la metáfora de lo cerrado, de lo místico. Hay un mensaje que la poeta descifra, misteriosos juegos de palabas para que se abra la puerta de ese espacio colmado, o espacio que hubiese que colmar de un sentido o un humanismo necesario.
En este sentido, destacamos el texto Tejiendo la alfombra, en el que se podría inferir una suerte de poética con la identificación de la escritura con la acción de tejer. Esto se ve en la imagen de “esas manos que tejan sin reloj” o esa referencia a tejernos en silencio en la terca travesía del entendimiento que nos acerca. Una poesía de una vitalísima humanidad, o de un vital humanismo, que nos lleva del misterio a la belleza y de la belleza a lo más humano como la necesidad de escucha, de acercamiento.
En estos textos, por lo tanto, podemos ver que subyace la idea de la poesía como vía para escapar de la barbarie, para convocar a la esperanza, para llevar a cabo esa misión que debiera ser mandato de todo escribiente, en palabras de Martin Heidegger: prestar atención al rastro de los dioses huidos. En esta escritura más que dioses huidos, Armas es notaria de lo sagrado que palpita en lo cotidiano del mundo, además de aquello que dijeron antes y está en la memoria colectiva, y lo que se debe decir como verdad que nos constituye. Porque entrelazar vidas sin miedo, es misión del árbol, también de la escritura, y para ello armarse con el propio poema como símbolo. Y porque vivimos en tiempos de penuria y necesitamos más que nunca una razón poética (a la manera de María Zambrano), una palabra despojada de lo utilitario para penetrar hacia la tierra buscando eso que permanece y que nos pueda hermanar verdaderamente.
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Otro de los hallazgos que encontramos en esta obra es la mirada sobre las mujeres como depositarias de eso que palpita y que es origen. Ya Julia Kristeva en su obra Lo sagrado femenino hacía referencia a esta idea. En el poema Danza en el templo son las mujeres quienes “abren ventanas del templo al desterrado”. Las mujeres además tocan, rezan y son la levadura. Y nos preguntamos si quizás resulte más propio para las féminas entrar en ese mundo “sagrado”, o así se podría deducir de estos poemas. Desde la abuela del poema Amatista, que abre la segunda parte, o las poetas y artistas que acompañan a Edda Armas en su viaje: Remedios Varo, Olga Orozco o Margarita Minerva Villarreal.
Lo femenino y el arte como salvación, aunque quizás sean sinónimos de la “creación como salvación”. En este sentido, y como respuesta al verso que dice “debe de existir un lugar amable /como promesa para la humanidad”, la poeta responde: el jardín de Monet, Chagall o el azul añil… La pintura, el color, la belleza son esos talismanes. Cierto surrealismo con la presencia de Remedios Varo y su talismán. La fe en las piedras, la numerología (en el poemario hay varios ejemplos de combinaciones mágicas), las cartas del tarot… pero sobre todo la fe en la palabra. Creo en la palabra clavada en la piedra, afirma Armas. La palabra como el más poderoso talismán.
María García Zambrano
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De Talismanes para la fuga / Edda Armas
Uno x siete
Apuntalados y disonantes
no hallamos lugar ni uno ni otro.
Uno x siete. Otro x siete = 7 x 7
Al mover el pecho con el corazón
hacia la tierra buscando lo perpetuo.
Pero ¿dónde queda ese lugar?
Tala y siembra, ausculta las consecuencias
con la urgencia de un lugar habitable.
Son aves las que caen, cuando uno
cae.
La octava
Eres tú y no el péndulo el marcador del reloj
El que pausadamente registra la suave armonía
El tic-tac oscilante cuando despliegas brazos o
piernas del tronco con orejas, ojos, nuca y manos
braceada la hora para tomar decisiones
la boca abierta y jadeante en busca de razones
El aire azul, al insistir permanecer en esta tierra.
Correspondencia del arriba y el abajo en esta vida,
una razón digerida en amanecida inquietud
en la otra ciudad, donde has ido a parar
esa otra, siendo parte carnal de la diáspora, esa
otra con más sal que azúcar,
donde sobrevivirás,
a tu propio exilio.
Tejiendo la alfombra
Todo en blanco y negro, siendo sombra y siendo luz
de los canutillos del aire. Hilos de nudos. Manos que
tejan sin reloj que controlen el pulso paciente a cada
tejedor que desenrolla las madejas de múltiples tonos
en la terca travesía del entendimiento que nos acerca.
En silencio nos tejemos. Mano y mano desde la aguja
se hila y se va en el aire de la seda, soplado hacer del
tejedor al darle contorneadas finas formas el tramado
que texturiza la ira y la nostalgia sin treguas al alma,
armando la alfombra real con nudos de lo extraviado.
Renuncias y caídas. Mantras. Vuelos y concentración.
El nudo ocupa el lugar del hilo en el alma al tensarse.
Flotantes, de la línea de arabescos se sujetan las aldeas.
Danza en el templo
Las mujeres frotan las puntas armoniosas
de sus dedos templadores. Con la pelvis
replican el origen nuclear que es la danza.
Amanecen de lluvia con la cábala a favor.
Aquilatan y alinean su respiración aulladora.
Punto y coma aletean en la mariposa azul
que posa abierta en sus cuarteadas manos.
Torre del agua. Salitre del día. Pan de ángel.
Las mujeres tocan, rezan, son la levadura.
Abren ventanas del templo al desterrado.
La quietud corona luz sobre sus cabezas.
13 en el Tíbet
¿Podría compaginar con el cosmos
el pulso de 13 mujeres que danzan
sobre las arenas silentes del Tíbet?
Paso 1, 2, 3 hasta templar el 13.
Aullido de lobo blanco. Anclajes.
Giro de la prisa vivida
con pasos en la transparencia
sobre los surcos inmensurables
de la espiral, oleaje-mantra-sol.
Carruajes que insuflan el dolor
padecido en ahondada soledad.
Con hélices batientes engranan
armoniosas sonoridades del arpa
en colmado espacio de encierro.
Levitación
Levitar entre dos lenguas
al no comprender la palabra
que entre la nada y la resaca
hace abismo cuando escribes.
Piel eterna de lo áspero,
cuando lo no manifiesto
insufla descarnadamente al verbo
para que el alma reconquiste
el acento que le da sentido
y dimensión a nuestra lengua,
posesa del nenúfar mercurial.
O-j-o-Tres
Lengua, digo. Caligrafía de lo que somos.
Narrar el presente violento. Boca de aire.
Ejercicios de equilibrio en la cuerda floja.
Nada frena. El ojo indaga. Aflora. Pita.
Aquí somos sahumerio de lo escindido.
Somos lo que somos al deshilvanarnos.
Rotos. Dolidos pulsamos tonos graves.
Blancos y grises jalados jirones de soledad.
Orilla donde cavas y hallas las claves para
juntar los tornillos con sus tuercas al
recomponer la partitura del grito, al fin sin
cerrojos vamos sobre los pasos errantes.
Alistados para el aullido colectivo
usando el altavoz.
Creo en la palabra clavada en la tierra.
La que desenmascara mentiras,
la lengua que las desata.
Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad
Átalas a tu cuello
Escríbelas en la tabla de tu corazón;
y hallarás gracia y buena opinión
Ante los ojos de Dios y de los hombres.
(Proverbios. 3. 4)
Talismán Amatista
Tu correo-e llega en la mañana de un frío lunes.
Sí el otro te piensa, si el otro algo envía, te salva.
Resonancias. Otro día para vivir y agradecerlo.
Espirales. Dar, sin sospechar ni temer a las horas.
La amatista conmigo. Es piedra preciosa, decía
mi abuela Amanda., color vino cortado con agua.
Un cuarzo violeta: dicen color del apóstol Judas.
El cielo se viste de amatista veteado por el frío.
Envuelta de atardeceres pienso en mis ausentes.
Verbos y andanzas, consagraciones en solitario.
Proviniendo de ti, al proverbio que me enviaste,
de talismán lo escribo en la tabla de mi corazón.
Talismán Minerva Margarita Villarreal
A la orilla profusa del abismo
sostiene mi mano la tuya,
desde el cielo caen las palabras
de arena que auxilian los días.
Regresan a casa con voz de viento
las escucho cada tarde.
Escritas en papel carbón
viajan conmigo y
al trasluz las leo
a la hora de las tribulaciones.
Al alba los capullos despiertan
las palabras de mi madre:
Bajan de las cimas doradas del perdón
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Así fue que sus palabras
bajaban de sus alas
No pude detenerme en ellas
No eran el Credo ni el Ave María
ni el Padre nuestro con que iniciábamos
la oración al Santísimo
No venían a anidar en la memoria
ni en la repetición
No tenían letras
Eran flujos corrientes
que en el desierto alzan remolinos
y mis pies levantan
y me llevan
MMV
Talismán Remedios Varo
Una porción de sueños en pedazo de papel de seda, algo
de lavanda triturada, 9 ramas de tomillo, polvos de incienso,
pizca de sales, 4 granos dorados, 1 chorrito de cera virgen,
hilo de limbo, 3 gotas de Mercurio, pelos de gato negro,
½ vaso de agua del río Orinoco, 2 huesos de alas de pollo,
7 espinas del erizo, 1 trébol tomado en el cerro Ávila,
1 araña seca, 9 gotas de miel de mastranto, ralladura de jabón
azul Las Llaves, pizca de cáscara de limón, 13 gotas de agua
de mar Caribe, algo de penca de Sábila, 7 pétalos de rosa,
los nombres de tus ancestros y el de tu santo protector,
escritos como oración con buril en un papel carbón.
Colocas todo en una olla de peltre azul en noche de luna
nueva, lo mezclas con cuchara larga de palo a ritmo lento
susurrando palabras afectivas a tu gusto, repítelas bajito.
Una vez que solidifique viertes la mezcla en dos saquitos
negros, a los que le coserás los bordes con hilo plateado,
dejándoles unas hebras sueltas para amarrártelos uno en
cada tobillo, justo antes de partir.
(En el apuro de partir,
puedes tramarlo mentalmente, pero eso sí, con fe).
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Edda Armas es poeta. Psicóloga social egresada por la Universidad Central de Venezuela. Coordinadora de talleres independientes de creación poética. Desde 2015, dirige la colección de poesía venezolana Dcir ediciones. Autora de 18 títulos publicados desde 1975, los más recientes: Talismanes para la fuga (Madrid, 2022), Fruta hendida (Madrid, 2019), Manos (Bogotá, 2019), A la hora del grillo (Quito, 2017). En 2019, Editorial Pre-Textos editó su investigación antológica Nubes. Poesía hispanoamericana donde reúne 291 autores de 17 países. Su obra ha merecido: Premio Municipal de Poesía 1995 “Alcaldía de Caracas” por Sable; Premio “XIV Bienal Internacional de Poesía J.A. Ramos Sucre, 2002” por En bicicleta, y “Orden Alejo Zuloaga / Universidad de Carabobo” por su obra literaria y aporte al país como gestora cultural. Figura en antologías de España, Italia, Francia, Colombia, Perú y Ecuador. Ha participado en festivales poéticos en Europa y América. Es la primera autora venezolana en el catálogo de poesía de Vaso Roto con su poemario Talismanes para la fuga.