Sobre la poesía de Edda Armas. Texto de María García Zambrano

María García Zambrano reseña Talismanes para la fuga (Vaso Roto, 2022), el libro más reciente de la poeta venezolana Edda Armas (Caracas, 1955). Armas ha publicado dieciocho libros desde 1975. María García Zambrano es autora del poemario Esta ira (Vaso Roto, 2023).

 

 

 

 

 

 

La palabra como el más poderoso talismán

(Talismanes para la fuga. Edda Armas. Vaso Roto.​​ 2022)

 

Pareciera que este libro se hubiese​​ escrito en trance, como si la poeta estuviera​​ poseída por​​ ese estado​​ del​​ que nos hablara Hélène Cixous en su ensayo​​ La llegada a la escritura​​ cuando afirma: “¡Escribir me atraviesa! Escribir me agarra, del lado del diafragma, entre el vientre y el pecho, un soplo dilata mis pulmones y yo dejo de respirar”. Y esa fuerza que llega y necesita ser cantada era, además, para la ensayista francesa “una fuerza alegre”, pero también podría ser, como afirma Amalia Iglesias en su lúcido prólogo,​​ un talismán, un fetiche, un quitamiedos. El talismán que invoca y atrae la gracia, otorga poderes mágicos porque su aura protectora se escribe como sortilegio y ritual para ahuyentar a la muerte; su poder es escudo frente al desaliento, consuelo para los afligidos.

Imaginamos​​ pues​​ a la poeta Edda Armas “posesa del nenúfar”, una noche de luna menguante, atravesada por ese​​ duende​​ del que García Lorca nos hablara en aquella famosa conferencia.​​ Y la vemos ante el acto de la escritura,​​ en ese estado en el que se está lista para​​ escribir “al dictado”, para​​ escuchar.​​ La poeta sabe oír.​​ Aquí​​ se trata de la escucha​​ porque lo sagrado carece de materia, lo sabemos, y es neuma, soplo, sonidos…​​ Lo dice una de las citas​​ de Elkin Restrepo​​ que inician la obra: “pero un día, el menos esperado, el talismán perdido aparece y la palabra el giro, el acento que hacía falta llega y, una vez más, la música que oyes te salva.

Esas palabras, esa música que esconden las palabras son​​ correspondencias ocultas que existen en el universo y que en silencio se tejen, ese tejido-texto que como apunta Iglesias es hilo de Ariadna que atraviesa sus versos para no perderse.​​ Y son esas palabras que hay que rescatar y traerlas a la página.

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En toda poesía hay, o debiera haber,​​ cuestionamiento,​​ esa​​ pregunta que es el interrogante sobre la existencia​​ y cuya respuesta no existe. Y​​ así se inicia este libro.​​ Con la cuestión​​ nada complaciente​​ sobre dónde queda lo perpetuo, o ese lugar habitable. Porque​​ quizás​​ de eso se trate la escritura, de darnos las coordenadas para​​ la búsqueda de ese​​ lugar donde poder vivir: esa ciudad, dice la poeta, donde sobrevivir a tu propio exilio.

Empezando por el​​ primer poema, “Uno x siete”,​​ este ya​​ nos sitúa ante una poética del enigma, una poesía de imágenes febriles que escapan de la jaula de los significados​​ y tensan el lenguaje con​​ continuos​​ quiebres​​ de la lógica. Combinaciones de palabras que nos provocan un extrañamiento que no soltaremos ya, como el final del poema​​ De vuelta a la estación,​​ que nos apela​​ con esta pregunta:​​ ¿Astilla o Aullido?

En la primera parte​​ los poemas​​ responden a ese​​ “dictado”​​ y predomina​​ la​​ metáfora de lo cerrado, de lo místico. Hay un mensaje que la poeta descifra,​​ misteriosos​​ juegos de palabas para que se abra la puerta de ese espacio colmado, o espacio que hubiese que colmar de un sentido o un humanismo necesario.

En este sentido, destacamos el texto​​ Tejiendo la alfombra,​​ en el que se podría inferir una suerte de poética con la identificación de la escritura con la acción de tejer.​​ Esto se ve en la imagen de “esas manos que tejan sin reloj​​ o esa referencia a tejernos en silencio en la terca travesía del entendimiento que nos acerca. Una poesía de una vitalísima humanidad, o de un vital humanismo, que​​ nos lleva del misterio a la belleza y de la belleza a lo​​ más​​ humano como​​ la​​ necesidad de escucha, de acercamiento. ​​ 

En estos textos, por lo tanto, podemos ver que subyace la idea de la poesía como vía para escapar de la barbarie, para convocar​​ a​​ la esperanza, para llevar a cabo esa misión que debiera ser mandato de todo escribiente, en palabras de Martin Heidegger:​​ prestar atención al rastro de los dioses huidos.​​ En esta escritura más que dioses huidos, Armas es notaria de lo sagrado que palpita en lo cotidiano del mundo, además de aquello que dijeron antes​​ y está en la memoria colectiva,​​ y lo que se debe decir​​ como verdad que nos constituye. Porque entrelazar vidas sin miedo, es misión del árbol, también de la escritura, y para ello armarse con el propio poema como símbolo. Y​​ porque vivimos en tiempos de penuria y necesitamos más que nunca una razón poética (a la manera de​​ María Zambrano), una palabra despojada de lo utilitario para penetrar hacia la tierra buscando eso que permanece y que nos​​ pueda​​ hermanar​​ verdaderamente.

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Otro de los hallazgos que encontramos en esta obra es la mirada sobre las mujeres​​ como depositarias​​ de​​ eso que palpita​​ y que es origen. Ya Julia Kristeva en su obra Lo sagrado femenino hacía referencia​​ a esta idea.​​ En el poema​​ Danza en el templo​​ son​​ las mujeres​​ ​​ quienes “abren ventanas del templo​​ al desterrado”.​​ Las mujeres además tocan, rezan y son la levadura.​​ Y nos preguntamos si quizás resulte más propio​​ para las féminas entrar en ese mundo “sagrado”,​​ o así se podría deducir de estos poemas.​​ Desde la abuela del poema Amatista, que abre la segunda parte, o las poetas y artistas que acompañan a Edda Armas en su viaje: Remedios Varo, Olga Orozco o Margarita Minerva Villarreal.​​ 

Lo femenino y el arte como salvación,​​ aunque​​ quizás sean sinónimos de la “creación como salvación”. En este sentido, y​​ como respuesta al verso​​ que dice “debe​​ de existir un lugar amable /como promesa para la humanidad”, la poeta​​ responde:​​ el jardín de Monet, Chagall o el azul añil…​​ La pintura, el color, la belleza son esos talismanes. Cierto surrealismo con la presencia de Remedios Varo​​ y su talismán. La fe en​​ las piedras, la numerología​​ (en el poemario hay varios​​ ejemplos​​ de combinaciones​​ mágicas),​​ las cartas del tarot… pero sobre todo​​ la fe​​ en​​ la palabra.​​ Creo en la palabra clavada en la piedra,​​ afirma​​ Armas. La palabra como el más poderoso talismán.​​ 

 

María García Zambrano

 

 

 

 

 

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De​​ Talismanes para la fuga /​​ Edda Armas

 

 

 

 

Uno x siete

 

Apuntalados y disonantes​​ 

no hallamos lugar ni uno ni otro.

Uno x siete. Otro x siete =​​ 7 x 7

 

Al mover el pecho con el corazón​​ 

hacia la tierra buscando lo perpetuo.

Pero ¿dónde queda ese lugar?

 

Tala y siembra, ausculta las consecuencias​​ 

con la urgencia de un lugar habitable. ​​ 

Son aves las que caen, cuando uno​​ 

cae.

 

 

 

 

 

 

 

La octava

 

Eres tú y no el péndulo el marcador del reloj

El que pausadamente registra la suave armonía

El tic-tac oscilante cuando despliegas brazos o​​ 

piernas del tronco con orejas, ojos, nuca y manos​​ 

braceada la hora para tomar decisiones​​ 

la boca abierta y jadeante en busca de razones​​ 

El aire azul, al insistir permanecer en esta tierra.​​ 

 

Correspondencia del arriba y el abajo en esta vida,​​ 

una razón digerida en amanecida inquietud

en la otra ciudad, donde has ido a parar

esa otra, siendo parte carnal de la diáspora, esa

otra con más sal que azúcar,

 

donde sobrevivirás,​​ 

a tu propio exilio. ​​ 

 

 

 

 

 

 

 

Tejiendo la alfombra

 

Todo en blanco y negro, siendo sombra y siendo luz ​​ 

de los canutillos del aire. Hilos de nudos. Manos que

tejan sin reloj que controlen el pulso paciente a cada

tejedor que desenrolla las madejas de múltiples tonos

en la terca travesía del entendimiento que nos acerca. ​​ 

En silencio nos tejemos. Mano y mano desde la aguja​​ 

se hila y se va en el aire de la seda, soplado hacer del​​ 

tejedor al darle contorneadas finas formas el tramado​​ 

que texturiza la ira y la nostalgia sin treguas al alma,

armando la alfombra real con nudos de lo extraviado.​​ 

Renuncias y caídas. Mantras. Vuelos y concentración.

El nudo ocupa el lugar del hilo en el alma al tensarse.​​ 

Flotantes, de la línea de arabescos se sujetan las aldeas.

 

 

 

 

 

 

​​ 

Danza en el templo

 

Las mujeres frotan las puntas armoniosas

de sus dedos templadores. Con la pelvis

replican el origen nuclear que es la danza.

Amanecen de lluvia con la cábala a favor.  ​​​​ 

Aquilatan y alinean su respiración aulladora.  ​​​​ 

Punto y coma aletean en la mariposa azul

que posa abierta en sus cuarteadas manos.​​ 

Torre del agua. Salitre del día. Pan de ángel.

Las mujeres tocan, rezan, son la levadura.

Abren ventanas del templo al desterrado.

La quietud corona luz sobre sus cabezas.​​ 

 

 

 

 

 

 

 

13 en el Tíbet

 

¿Podría compaginar con el cosmos​​ 

el pulso de 13 mujeres que danzan

sobre las arenas silentes del​​ Tíbet?

Paso 1, 2, 3 hasta templar el 13.

Aullido de lobo blanco. Anclajes.​​ 

  ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ Giro de la prisa vivida​​ 

con pasos en la transparencia

sobre los surcos inmensurables​​ 

de la espiral, oleaje-mantra-sol.​​ 

Carruajes que insuflan el dolor

padecido en ahondada soledad.

Con hélices batientes engranan

armoniosas sonoridades del arpa​​ 

en colmado espacio de encierro. ​​ 

 

 

 

 

 

 

 

Levitación

 

Levitar entre dos lenguas

al no comprender la palabra​​ 

que entre​​ la nada y la resaca

hace​​ abismo​​ cuando​​ escribes.

 

Piel eterna de lo áspero, ​​ 

cuando lo no manifiesto​​ 

insufla descarnadamente​​ al verbo

para que el alma reconquiste

el acento que le da sentido​​ 

y dimensión a nuestra lengua,

 

posesa del nenúfar mercurial.​​ 

 

 

 

 

 

 

 

O-j-o-Tres

 

Lengua, digo. Caligrafía de lo que somos. ​​ 

Narrar el presente violento. Boca de aire.

Ejercicios de equilibrio en la cuerda floja. ​​ 

Nada frena. El ojo indaga. Aflora. Pita.

Aquí somos sahumerio de lo escindido.​​ 

Somos lo que somos al deshilvanarnos.​​ 

Rotos. Dolidos pulsamos tonos graves.

Blancos y grises jalados jirones de soledad.​​ 

Orilla donde cavas y hallas las claves para

juntar los tornillos con sus tuercas al

recomponer la partitura del grito, al fin sin​​ 

cerrojos vamos sobre los pasos errantes.​​ 

Alistados para el aullido colectivo​​ 

usando el altavoz.​​ 

Creo en la palabra clavada en la tierra.  ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ 

La que desenmascara mentiras,​​ 

la lengua que las desata.

 

 

 

 

 

 

   Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad

   Átalas a tu cuello

   Escríbelas en la tabla de tu corazón;

   y hallarás gracia y buena opinión

   Ante los ojos de Dios y de los hombres.

  ​​ ​​ ​​​​ (Proverbios. 3. 4)

 

 

 

Talismán Amatista

 

Tu correo-e llega en la mañana de un frío lunes.

Sí el otro te piensa, si el otro algo envía, te salva.

Resonancias. Otro día para vivir y agradecerlo.​​ 

Espirales. Dar, sin sospechar ni temer a las horas.​​ 

La amatista conmigo. Es piedra preciosa, decía

mi abuela Amanda., color vino cortado con agua.​​ 

Un cuarzo violeta: dicen color del apóstol Judas.​​ 

El cielo se viste de amatista veteado por el frío.​​ 

Envuelta de atardeceres pienso en mis ausentes.

Verbos y andanzas, consagraciones en solitario.​​ 

Proviniendo de ti, al proverbio que me enviaste,​​ 

de talismán lo escribo en la tabla de mi corazón.

 

 

 

 

 

 

 

Talismán Minerva Margarita Villarreal

 

  

A la orilla profusa del abismo​​ 

sostiene mi mano la tuya,​​ 

desde el cielo caen las palabras​​ 

de arena que auxilian los días.

Regresan a casa con voz de viento

las escucho cada tarde.

Escritas en papel carbón

viajan conmigo y​​ 

al trasluz las leo​​ 

a la hora de las tribulaciones.​​ 

 

 

 

Al alba los capullos despiertan

  las palabras de mi madre:

  Bajan de las cimas doradas del perdón

 

  

 

Así fue que sus palabras

bajaban de sus alas

  No pude detenerme en ellas

  No eran el Credo ni el Ave María

  ni el Padre nuestro con que iniciábamos​​ 

   ​​ ​​ ​​​​ la oración al Santísimo

  No venían a anidar en la memoria​​ 

   ​​ ​​ ​​​​ ni en la repetición​​ 

  No tenían letras

  Eran flujos  ​​ ​​ ​​ ​​​​ corrientes

  que en el desierto alzan remolinos

  y mis pies levantan

  y me llevan

 

  MMV

  

  

 

 

 

 

 

Talismán Remedios Varo

 

Una porción de sueños en pedazo de papel de seda, algo

de lavanda triturada, 9 ramas de tomillo, polvos de incienso,​​ 

pizca de sales, 4 granos dorados, 1 chorrito de cera virgen,​​ 

hilo de limbo, 3 gotas de Mercurio, pelos de gato negro,

½ vaso de agua del río Orinoco, 2 huesos de alas de pollo,

7 espinas del erizo, 1 trébol tomado en el cerro Ávila,​​ 

1 araña seca, 9 gotas de miel de mastranto, ralladura de jabón​​ 

azul​​ Las Llaves, pizca de cáscara de limón, 13 gotas de agua​​ 

de mar Caribe, algo de penca de Sábila, 7 pétalos de rosa,​​ 

los nombres de tus ancestros y el de tu santo protector,​​ 

escritos como oración con buril en un papel carbón. ​​ 

Colocas todo en una olla de peltre azul en noche de luna​​ 

nueva, lo mezclas con cuchara larga de palo a ritmo lento

susurrando palabras afectivas a tu gusto, repítelas bajito.​​ 

Una vez que solidifique viertes la mezcla en dos saquitos​​ 

negros, a los que le coserás los bordes con hilo plateado,​​ 

dejándoles unas hebras sueltas para amarrártelos uno en​​ 

cada tobillo, justo antes de partir.​​ 

       ​​ ​​​​ 

    (En el apuro de partir,​​ 

 puedes tramarlo mentalmente, pero eso sí, con​​ fe).​​ 

 

 

 

 

 

 

***

 

 

 

Edda Armas​​ es​​ poeta. Psicóloga social egresada por la Universidad Central de Venezuela. Coordinadora de talleres independientes de creación poética. Desde 2015, dirige la colección de poesía venezolana Dcir ediciones. Autora de 18 títulos publicados desde 1975, los más recientes:​​ Talismanes para la fuga​​ (Madrid, 2022),​​ Fruta hendida​​ (Madrid, 2019), Manos​​ (Bogotá, 2019),​​ A la hora del grillo​​ (Quito, 2017). En 2019, Editorial Pre-Textos editó su investigación antológica​​ Nubes. Poesía hispanoamericana​​ donde reúne 291 autores de 17 países. Su obra ha merecido: Premio Municipal de Poesía 1995 “Alcaldía de Caracas” por​​ Sable;​​ Premio “XIV Bienal Internacional de Poesía J.A. Ramos Sucre, 2002” por​​ En bicicleta, y “Orden Alejo Zuloaga / Universidad de Carabobo” por su obra literaria y aporte al país como gestora cultural. Figura en antologías de España, Italia, Francia, Colombia, Perú y Ecuador. Ha participado en festivales poéticos en Europa y América. Es la primera autora venezolana en el catálogo de poesía de Vaso Roto con su poemario​​ Talismanes para la fuga.​​ 

 

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