Jeanette Amit (1972) nació en Israel pero creció y vive en paz como costarricense. Desarrolló una formación académica y un quehacer profesional multidisciplinarios con una Licenciatura en Psicología, una Maestría en Literatura Latinoamericana y un Doctorado en Estudios de la Sociedad y la Cultura. Ha laborado como docente universitaria y editora académica. Autora de tres poemarios: Testigos del vértigo (Editorial Líneas Grises, 1997), Asedios de la luz (premiado por la Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2001) y La lucidez del cuerpo (Editorial Perro Azul, 2008), además de variados artículos académicos y el libro didáctico para educación universitaria en las humanidades Lenguaje y realidad social (primera edición 2014, segunda edición 2022). Su poesía ha sido publicada en antologías nacionales e internacionales, entre las que destacan las más recientes: la antología bilingüe (español-inglés) Women Poets of Costa Rica 1980-2020 (Editoriales Casasola y Uruk, 2021), y Manchas de rojo sobre fondo blanco y azul. Antología de poesía costarricense 1980-2020 (Editorial Perro Azul, 2022).
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Penélope no espera más
No esperaré ya más. Me voy.
Cruzaré el mar
haciendo de mi espalda otro navío
tejido por los hilos que me ataban a él.
¡Lo olvidaré! – lo olvido –
aunque me cueste el sitio preciso de mi cuerpo.
Quemo mi piel
y el año de la espera me abandona.
Pongo mis brazos sobre el canto del agua
deslizando mi altura
a lo largo del negro perfil que hace la noche.
¡Hacia Troya! – grito –
aunque nadie me escucha después de la marea.
Desato las amarras
y hundo el pecho entre las velas del aire.
¡Hacia Troya! – gritaré de nuevo –
armada hasta el delirio de mi boca,
afilada la sangre como lanza de fuego.
Porque también sostengo mis batallas.
Yo que soy esa bestia innecesaria de las horas.
También celo mi trono de silencios
y calzo soledades en los ojos
triturando más hilos que la muerte.
Me hundo en el mar.
Desnuda como han de desnudarse
las mujeres para entrar a las aguas.
Me lanzo sin barcos de madera,
sin muchedumbres, dioses ni caballos,
a través de las islas que rompen la distancia.
Entonces me dirán “Penélope la sabia”,
la marinera sola de su furia,
estratega de incendios,
vencedora con todos los conjuros
que se empozan clavados a la boca.
Y cantarán mi nombre
cuando se reúnan en el centro del fuego,
escribiendo mi historia con cuchillos de oro:
“Penélope no regresará más,
ya no puede esperar sobre sus huesos,
no hay tejido tal para la ausencia
y Troya es el destino de su cuerpo”.
Palabra de alquiler
Incompleta de pronto se alarga mi mirada
hasta tocar tu piel,
leal como una hoja que se deja escribir.
Voy cayendo
donde todos los rostros de tu rostro me miran
y cada uno es un trazo de mi nombre.
Caigo hasta la altura imprecisa
de una hora idéntica al destino,
de una palabra solo de alquiler,
de una casa robada,
de un quejido de animal en la lluvia
que viene del umbral de otro silencio
a sabotear mi intento de escribir,
a agujerear los muros que apenas me sostienen.
Gaia cósmica
Nadie la vio nacer
Viajera de una noche cósmica
sin edad
sin dioses
Como ave que vuela en su primer sueño
y no sabe parar
no duerme
Multiplicándose lasciva
desde la molécula más pequeña
Jugando con instrucciones del azar
canta sin revelar su ciencia
creyendo en los accidentes vitales
la mutación de las piedras
la sabiduría de las raíces
Fundó una dinastía de bestias prodigiosas
tripulantes que sostienen tensos
los hilos de la red
el trapecio y los anillos
mientras ella sigue en su órbita
donde espacio y tiempo se confunden
Maestra azul del equilibrio
volando de la vida al sueño
ahora y en la hora del abismo
Mira el rastro en espiral
que dibuja de memoria
Un universo desplegándose
La vida haciendo sonar
su trenza de huesos rotos
Su cuerpo es templo
abierto a todos los pecados
donde cada partícula
se gesta
existe
y se destruye
como un beso de la nada
Sin bendiciones ni condenas
Insensible a los naufragios
¡Nadie espere su compasión
en el hambre o la batalla!
Gaia cósmica
Solo sabe hacer apuestas desmedidas
mueve átomos y cordilleras
destila océanos
siembra desiertos
Respira la densidad del huracán
Su corazón quema cuando sangra
Su viaje no es el nuestro
cargado con edades y con dioses
Su tiempo no suma años
promesas ni destinos
indiferente ante el futuro
Paraíso en caída libre
tragándose cada estación como una espada
No sabe parar
No puede
No hay muerte después de la muerte
ni antes del sueño
Solo el vértigo
de la materia travistiéndose
desde los dinosaurios
hasta nuestro pan de cada día
Silencio
Con las duras uñas del topo
hurgo tierra abajo
en busca de silencio
Raíz viceral
en su apariencia inocua
de enjambre sin zumbidos
Tubérculo gris
que apenas parpadea
cuando lo añorás o te aterra
En complicidad con los insectos
con hambre
y los dedos sucios
callo para escuchar
su solitario madurar
sus historias sin memoria
su intrascendencia terrestre
Avanzo hacia el foso arcano
desde donde otea el miedo
buscando otro punto de vista
subterráneo e impuro
Sin los pies en la tierra
tener las uñas enterradas
Ser toda uñas
bajo el embrujo del silencio
un ángel de tinieblas
que finge ser yo misma
Escarbar entre piedras
hasta salir a algún abismo
a un tiempo sin bárbaros
a otra vida mineral
a otro lenguaje menos singular que el nuestro
Escribir es abrirse paso
en una cueva de ladrones
dejando atrás el ruido y
las luces que encandilan
confiando en que te asalten malos pensamientos
Enterrar el cuerpo entero
Palpar los mínimos brillos de lo oscuro
Abrazando la ceguera del topo
transito por esa realidad profunda
de mugres y de asombro
Atrás solo persiste el olor turbio
de aquello que pasó y se esfuma
mientras sobre el cuerpo y el polvo
algo impreciso se escribe
testigo fósil de otra vida
que en el silencio nos habita
Triviales como peces
Hoy saldrás del desierto y entrarás al mar
Hace tiempo que empezaste a oler
los signos de la muerte en el aire
el temblor de las cosas antes de quebrarse
Fuego negro en tus ojos
Un miedo tímido sonríe en tu boca
mientras la mano explora el filo del agua
(fiera acariciable como una promesa)
Sin nombre
vas a romper con tu bandera
quemar la casa hasta los huesos
La ciudad abandonada con nostalgia
Lo que queda del amor y el odio
lo llevas doblado en la chaqueta
Vas a apostar tu esperanza al extravío
Mundo abierto para fundar tu tribu
Campamento húmedo
de ángeles que flotan desnudos
dispuestos a perderlo todo
para aprender a respirar agua, algas, nada
Como siempre en lo incierto
todo choca y zozobra
hasta que solo existe el mar
Ahora es el agua oscureciéndose
Es tiempo de relámpagos
de dioses perversos
de enemigos ajenos
de fronteras
de luto
Todo es mar
en la honda tristeza del naufragio
cuando aquella promesa abre la boca
enseña sus dientes blancos
muerde
traga
escupe
Ahora sos vos reventando en las olas
hablando pura espuma
Ahora son ellos estrellándose contra las piedras
con esa percusión melódica
que da ritmo a lo efímero
que advierte la fragilidad de lo profundo
Ahí estás vos
como un puño derrotado en la arena
simple alegoría de los malaventurados
que viajan con solo una chaqueta
Ahora son miles los puños flotando en el agua
aferrados en silencio a su derrota
sin raíces
sin palabras
sin hambres ni sueños
triviales como peces
desprovistos de misterio