Poesía nicaragüense: Javier Padilla

Leemos poesía nicaragüense. Leemos algunos poemas de Javier Padilla (1987). Valparaíso Ediciones ha publicado su primer colección de poemas. Dodecadencias. Actualmente enseña en la Universidad Colgate en el estado de Nueva York.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Javier Padilla (1987) es poeta y escritor nicaragüense. Es profesor docente en el departamento de Inglés en la Universidad Colgate en el estado de Nueva York. Su proyecto investigativo actual--Poéticas revolucionarias: poesía decolonial y el tiempo libertario--analiza el protagonismo estético y sociopolítico de la poesía en tiempos de descolonización, liberación y revolución. Su poesía combina el legado de la poesía hispanoamericana, la literatura inglesa y la lengua y cultura nicaragüense de la posguerra en un experimento radical que interroga los límites del lenguaje. Dodecadencias (Valparaíso, 2023) es su primera colección de poemas. 

 

 

 

 

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Déjà vu​​ estalinista

 

que dice Charles Bernstein que si quiero darle un buen aparejo

a la situación no puedo redimirla, o más bien que no puedo

redimirme y en el proceso preconizar el proceso y que lo que no

se mediatiza en estos días cae más bien en pura psicología-moral

-in-odora-motora, pura modorra en la mazmorra hirviendo

y es que si el hombre no es posible mencionarlo porque hacerlo

caería uno en el juego y se olvidaría de todo el proceso cósmico​​ 

y de lo global de los chigüines con los drones y toda esa onda

y que tendría que decir que soy pequeño burgués y que en​​ 

mi memoria de la Colonia mi mamá: no, eso no, no ajustamos,

aunque esto es lo que diría el pequeño burgués porque el​​ 

pequeño burgués se suburbaniza y que

empieza uno a escribir mamarradas estilo Bécquer

que color y que la pena viene atada al pequeñoburguismo

pero también a la conciencia histórica como el ejército de un pueblo

luego que se cambia el nombre y es otro él que da la banda

para la alternancia como cuando en un motor uno cambia

de embrague y así es el motor de la historia, pero que el​​ 

problema empieza con estas hazañas y estos modelos

​​ y al proseguir así podemos obviar al fascista que vive dentro

de todos de los dos impulsos de querer ser todo con todos

y el del otro, de ponerme bien loco y a tirar cuetes

pero eso no, eso no, dice Charles Bernstein, no se puede​​ 

escribir de la coyuntura porque adentro lo que hay es la​​ 

misma basura de lo que uno critica y que los hombres que

cavilan en Moscú o en la loma de Tiscapa son como los

policías acostados:

 

​​ burum,​​ 

burum.

 

 

 

 

 

 

 

 

Enfermedades del Colágeno

 

sobre mis males: escribiría sobre la biblioteca de anatomía.​​ 

venía impresa en páginas de químico glose, no repelente al tacto,​​ 

pero susceptible a cambios drásticos en la iluminación

​​ dependiendo del cuarto donde se la hojeaba;

imágenes paralelas de hígados atravesados,​​ 

de abdómenes desenguaracados​​ 

separadores inoxidables

y corazones pasconeados:​​ 

el órgano sisto-diástolico de un congénere se veía ahora​​ 

seccionado de manera tal que se podían apreciar todos los ventrículos.​​ 

Persistía la manera patética en que palidecían los tejidos embalsamados

—mártir anónimo de las ciencias forenses—

luego de uno comparar la capacidad de la carne como diagrama didáctico​​ 

con el idealismo pictórico de las imágenes litográficas en paralelo,​​ 

aledañas a la mortificación, las venas liliputienses del occiso,​​ 

con la virilidad de aquellos canales azules y rojos; con la rigidez de aquellos cuellos​​ 

(amanerados​​ 

alargados)

de manera tan incómoda, de manera tan estirada​​ 

—con el espacio suficiente para uno presenciar sin necesidad de uno cercenarse—

aquellos ríos de tinta azul y roja que​​ ahora​​ me tocaba en la

garganta.

 

 

 

 

 

 

 

Villanella policostumbrista

 

Si pensás que yo—yo—
me voy a rebajar,

a seguir la moral ajena, 

atender el mandado de la esquina

o el​​ 
arrêté​​ grandilocuente del Coronel,
vos estás loco. 


Si pensás que me voy

a ir con​​ 
toda la modorra
posprandial, plomiza, pesada,

(como las tardes nubladas en El Crucero);

si pensás que voy a ir a trajinar hasta El Zumen

a conseguir el plycem y a cotizar el cagadero,

vos estás loco. 


Si pensás que voy a ir

con la sábana pegada a las pestañas

hasta Cosmapa, con el ceño oculto, 

como bestia de carga, con el arriero

embriagado primo de La Chenta

(dicen que a veces cae fatigado sobre la mierda)

vos estás loco. 


Mejor asomémonos 
allá donde El Pibe

que está bueno el jocote

son pocos los pescas

y dicen que hoy fluyen hasta las 15

los traguitos​​ 
de rigueur.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Epicrisis

 

Desde aquella única ventana​​ 

solo se divisaban​​ 

unos centímetros de playa.​​ 

 

La masa encefálica permanecía en la tolondra de su puercada,​​ 

animal estático-suspenso

—semblanza cefalorraquídea—

—otorrino-colono-rectal—​​ 

aborto-

sofrito-

pululando

mostrenco.

 

Sequitos en fatigas,​​ 

batas escarlatas—

juntábanse a veces,

voces apasillándose,​​ 

carcajadas ciegas,

jojocosas-estornudosas,​​ 

cacosmias que luego​​ 

luego venían adivinándose​​ 

en amontonamientos​​ 

aglutinadores

de los rendijoso—

corneas retinantes empecinándose

a medio espiarlo,

a dejarlo inscrito;​​ 

 

patológico en su serranía.​​ 

 

 

 

 

 

 

 

 

Chilero en el Sereno

 

El gesto más pequeño:

la casa a medio construir

las paredes sin repellar,

 

como las cavernas

con sus piedritas de cuarzo:

entre Escila y Caribdis.

 

Las botellas de Milca

sobre las paredes adobadas,

 

los ojos del garrobo que​​ 

apuntan hacia Acahualinca,

 

y yo,​​ 

 

perdido en el​​ Grand Tour

de lo auténtico:

 

lo antes referido,​​ 

el antecedente.

 

El colibrí preso de estas partes

que armado ronronea

y manosea con su pico

las buganvilias pizpiretas.​​ 

 

El interior ensangrentado

del helicóptero Soviético…

 

Así como el pie

más mínimo: el pie de una niña,​​ 

la mueca,​​ 

el destello,

lo que prosigue y prescribe,​​ 

a​​ grosso modo

la polifonía cognitiva

posterior al entendimiento.

 

 

 

 

 

 

 

Chinfonía

 

En mi vida los muebles me devoran,

solo, escribo intoxicado,

decorando todo mientras las paredes me destazan.

 

La sangre cuelga

como cuentas de un rosario

sobre mis nudillos.

 

Y mis ojos gastados

adornan la sobremesa,

la fiesta de las sillas;

el banquete del ropero.​​ 

 

Y que ya le dije a la

Aguedita

que no me espere

que tengo que​​ zurcir

un mantelito

con la piel dibujada

de mis yemas.​​ 

 

 

 

 

 

 

 

 

Modelo para el templo del Sol

 

Sátrapa ilustre​​ 

modelas tu plegaria como palabras desperdigadas formando una estructura vertical

lo cervical​​ 

—acumulándose hacia arriba—​​ 

para dejarte llevar hacia el núcleo óseo del trueno.

 

Palabras que vomitan y se instalan la una con la otra​​ 

como íntimo deslave que acarrea cráneos heces y desechos

—acumulándose hacia arriba—​​ 

haciéndose umbilicales​​ 

las uniones fetales entre los verbos.​​ 

 

Se amplían como cuerpos digitales

que van dejando el lastre de su metamorfosis.​​ 

 

No queda nada más que saludar al trueno que adentro

se enciende y se apaga, se apaga y se enciende, erupción de lo dicho,​​ 

desdichada magma,​​ 

desdichado plan para un templo.

 

 

 

 

 

 

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