José Javier Sánchez (Caracas, 1970) es poeta, docente, periodista, crítico literario y promotor de lectura. Egresado de la UNESR. Fundador de la Red de Escritores de Venezuela, de la Red de Escritores por el Alba y de la Red Nacional de Promotores de Lectura. Fundador y Coordinador del capítulo Caracas de la Escuela Nacional de Poesía Juan Calzadilla. Ha publicado Fragmentos para una memoria (2007), Una mirada por la décima urbana. Antología de decimistas urbanos (2008,) Hasta que el recuerdo lo permita (2009), Código Postal 1010 (2010), Cuatro gatos callejeros. Antología (2014), La calle. Una luz en el estribo (2020). Sus poemas han sido traducidos al árabe, al italiano y al portugués. Galardonado con la Bienal Nacional de Literatura Ramón Palomares (2023), Premio Nacional del Libro (2014).
Todos los poemas son del libro De ser lenguaje para no ser olvido, recientemente premiado en la Bienal Nacional de Literatura Ramón Palomares (2023).
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En mí
Dicen que mi padre murió
Dicen que sigue vivo
que lo vaya a buscar
que aún tiembla su voz por esos caminos
Cuando niño me senté a esperar a mi padre en la acera
Vi llegar un transatlántico al fondo de la calle
una tropa imperial
el circo de una feria
una carroza fúnebre
una procesión con nazarenos vírgenes y esclavos
Mi padre no llegaba
En esa acera comí los mangos más dulces
me bañé en fluviales aguaceros
que arrastraron árboles
ganado,
maquinaria pesada
que sepultaron a los músicos del pueblo
a una madre con sus siete hijos
que se llevaron las casas de mis amigos
y la estatua ecuestre de la plaza
El agua en esos días tenía el espíritu del azufre
A Dios no se le vio por esos tiempos
Él llegó después con los tractores
el agua potable y los enseres
Pero mi padre nada que aparecía
Mientras lo esperaba
mi madre me contó
que un día sin avisar
se le fue por esos caminos
y se cambió de rostro
Me dijo que antes
había cambiado de semblante varias veces
y de humor y de color y espíritu
Y yo salí a buscarlo
Me di a la calle junto a un grupo de amigos
fundamos una banda seca
un grupo de títeres con carromato
Aprendí a acampar en la montaña
a fumar cigarrillos
a entablillar fémures rotos
Conocí los misterios del rosario y el agua bendita
el lenguaje más allá de las palabras
que guardan ciertos libros
ciertas hierbas
y toda voz que reside en los astros
Un día llegué de visita a mi casa nuevamente
Llegaron dos muchachos a mi puerta
y en una bicicleta me invitaron a que los acompañara caminando
Iban en busca de su padre
que tenía la fama de los reyes
los músicos
y los pendencieros
Ellos deseaban encontrarlo
con la esperanza puesta en tener un cuarto lleno de juguetes
revólveres
cañas de pescar
una caja de acuarelas
y un canto de cumpleaños con su torta y sus velas
Yo deseaba verle el rostro a mi padre
escuchar su voz y desde él conocer a mis abuelos
Por ello traté de encontrarlo
entre la gente de los pueblos que fui atravesando
Lo imaginé con la sapiencia del boticario
con la fuerza del cabrestero
con la seriedad del cronista
con la belleza del músico
con el humor del señor del teatro
con el misterio del hombre que hablaba de la guerra
Mientras lo imaginaba lo extrañaba y lo esperaba
lloraba por su ausencia
Y mi padre no apareció
Regresé a mi casa y abracé a mi madre
Ella con su mirada me dijo Toma asiento
y me enseñó a elevar papagayos
a sembrar ají dulce
a vender loterías
me arropó con su cobija a mí y a mis hermanos
Ella a ratos era un hombre que se entraba a trompadas por nosotros
en las noches era la enfermera más tierna y el ángel de la guarda
Desde su templanza me hallé con la magia de otros universos
con seres de hablas distintas que bebían licores primitivos
comían hierbas milenarias
sanaban con palabras y signos grabados en la tierra
Conocí del Ifa y los fenómenos espirituales
del Ánima de Taguapire
de la valentía del Sagrado Corazón de Jesús
de Saibaba
Me interné en el Tai Chi
en sus misterios
Y la obsesión de encontrar a mi padre
se me fue diluyendo en mis caminos
y me entregué a la lucha de calle
con Chucho Carlitos Robinson y Melquiades.
El camino se me hizo más ancho y profundo
Un día me tocó ser padre
y encontré a mi padre sembrado en mí
Y supe que ese hombre que necesité
circuló siempre por mis venas
por mi miedo
por mi entereza
por la determinación de caminar a encontrarme con la vida
durante el tiempo que traté de hallarlo
Mi padre hoy vive en mí
Y yo me siembro
en el tiempo
y la vida
de mis hijos.
Casta Elena
Tú que ahora habitas del lado de la muerte
del lado del silencio que incendia cualquier bulla
del lado del dolor que crece en los costados
en la ingle
en el paladar
el grito
Tú que ahora eres flor silvestre que acompaña mis pasos
trino de pájaro salvaje en la mañana
neblina que espanta el smog de la ciudad
silencio que habita la calle los últimos minutos del domingo
sinsabor de la soledad que crece en mi garganta
Tú que insistes en huir de la torpeza de tu herencia
A ti que vi agonizar en una destartalada camilla del hospital público
que vi reverdecer ante mi horror reventando en los huesos
sangrando en las encías
pululando en el vientre
Tú a la que quise aferrar al salmo 91
a las plumas de un gallo
a la sangre de un ciervo
Tú que huiste de mis dedos como brisa finita
como hebra de cabello
como chispa de estrella
Tú a quien hicimos ceniza para no condenarnos a verte en un panteón silente
que te hiciste a la mar en nuestras manos
que navegaste en la playa
en mis lágrimas
y en la canción eterna de un cantor popular de franela de rayas
Tú la que aún no se hace espacio infinito en mis ausencias
a la que aún sueño viva y ebria riendo a carcajadas
viva y amorosa abrazando a los viejos
viva y solidaria dando cobijo al desamparo
al hambre
a la miseria
Presa fácil de todas las envidias
blindada en mil batallas en la calle
Guerrera en la pobreza
Coño e la madre nadie y no sea marico ninguno
Quiero librarte de mi dolor
de mi pena
de mi soledad y mi miedo
Quiero desaferrar tu recuerdo a esta pobre soledad que camina conmigo
Quiero que te me vayas de la melancolía
de la nostalgia
del llanto que no llora
Quiero que vueles libre hacia toda eternidad.
El paso por las constelaciones
bola de chimó bajo la lengua
diente de ajo en las faltriqueras
signo del café en fondo de peltre
establecen otras relaciones
con la creación
y la madre tierra
Tienes los signos
ellos las armas
y
la tierra
te reclama
Poema
Corazón vivo que late en la dermis y la epidermis
en cada órgano
en cada idea
Burbuja que se desprende en vuelo libre
se transforma experiencia
ritmo
y posee a la palabra
Cada verso
cada expresión humana,
cargada de la savia que conforma al lenguaje
y presenta al poeta
Lo no dicho
lo que brota en su gesto
en su sentido
su voz
su espíritu.
San Benito Blues
Ave callejera
nómada que pendula en la noche
pelambre gatuno que reinventa la ciudad
y busca un lugar que libre a su corazón del caos
Gira sobre un eje
desde el éxodo
en el tránsito al descampado
Lo ampara un cántico de Norah Jones y Charlie Parker
Toda la ciudad le florece en un pincel
en un verso
Ciudad que abdica al ciberespacio
y lo lanza a los suburbios
a reencontrarse con lo nocturno y lo humeante
con intensas pasiones
Un purgatorio
el hades
Allí dibuja calabozos
con carboncillo y tizones
robados a lobeznas
Autoexiliado en un cuartucho
en un banco de plaza
en el pavimento
en mansiones de grandes sastres
donde engulle espinazos de catacos que le sirven de cena al coronar el alba
Atienden a sus visitas
mendigos en caravanas
princesas fugadas de reinos mántricos
embajadores
fumones desquiciados
Pero él se sabe solo
aunque al abrir los ojos se contemple rodeado de gatas y roedores
San Benito Blues
el menor de los gatos
el Gran Gurú
sobreviviente de múltiples fracturas
arrollamientos
desalojos
destierros
abandonos e injurias
Gato de amores reales
maullido que condensa
un verso de Li Po
un Mantra
Somari primigenio
No hay oscuro rumor en sus lágrimas
Ni traición ni envidia
Sencillamente es un gato
Figura milenaria
que se sirvió de Emperadores Egipcios
y hoy finge ser simple mascota
Su poema es verdad
en toda batalla
Siempre victorioso
Príncipe de los mareos
Viajero en la nieve
Trazo colorido en el lienzo del horizonte
Caballito
a Luis Alberto Crespo
a Carlos Duque
a Marco Aurelio
El caballo que soy
galopa
sobre la errancia y la alegría
Siempre me quedará pequeña la sabana
A ratos me hago barco sobre todos los verdes
Bebo el agua del viento
Cubre la saciedad mi trote
cuando atravieso lontananzas
laberintos
y salidas sin calles empedradas
Soy yerto
Me acompaña una elegancia milenaria
como toda fantasía que se precia
fiel a los sueños de aquellos
que me hacen volar cual pájaro
por todos los territorios
buscando
liberarme del temor
que encierra el no hacer nada
Si estas crines hablaran
timón de soledades
bajo la mar inversa de los astros
lomo de cabalgatas
multiformes
de viajes al río por las tardes
de coqueteos afortunados y andar desnudo
de guerras civiles todo un siglo
de compañero insigne
Soy mi mejor amigo
Soy amigo del hombre
del silencio
y la noche
del amor
y la espada
Testimonio del viento