Luz Helena Cordero Villamizar (Bucaramanga, 1961) es poeta, narradora, cronista y ensayista. Su obra ha sido incluida en diversas antologías poéticas y de cuentos. Sus poemas se han traducido parcialmente al inglés, portugués, italiano y chino. Ha publicado los libros Ninguna parte también es un lugar (crónicas), 2024; Todavía nos queda la insolencia (cuentos), 2022; Unas cuantas tiernas imprecisiones (crónicas), 2022; Pliegos de cordel (poesía, ensayo y crónica), 2019; Eco de las sombras (poesía), 2018; Postal de la memoria (poesía antología personal), 2010; Por arte de palabras (poesía), 2009; Cielo ausente (poesía), 2001; El puente está quebrado (relatos), 1998; Canción para matar el miedo (cuentos), 1997; Óyeme con los ojos (poesía), 1996.Gran parte de su obra publicada, además de artículos y reseñas de libros que publica periódicamente, pueden consultarse en su página oficial: https://porartedepalabras.com/
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Por la acera de enfrente
Él recorre los ochenta. Lo tumbaría un soplo, pero lleva la sombra protectora. Son tantos años en los que ella le ha servido de escudo, de paraguas, de silla. Mujer lecho, mujer vasija, mujer agua y tormenta. Siglos procurando hacerlo vergonzosamente feliz.
Ella agota sus setenta. Ha renunciado a los tintes y en el dorso de sus manos tiene el mapa del tiempo, siluetas de madrugadas, gotas oscuras, sobresaltos. Es genuina su risa y la forma de mirarlo cuando él suelta el chiste que ella conoce hasta el hartazgo, o cuando narra sus hazañas, que son obras de dos.
Dicen que era esbelta y se enamoró de aquel hombre de talla baja, de dulces ademanes, tierno grillo de campo. Lo erigió como héroe y centro de su vida, encogió la voz y los deseos. Cabeza y cuerpo se le fueron inclinando hasta alcanzarlo. Hoy guarda la giba bajo la blusa, carga con la ausencia del cuello, sus manos bastones.
Tan dúctil, hecha toda a su medida, la jorobada del amor.
Cuento con gorrión para un niño de Gaza
Voy a contarte un cuento, niño triste de Gaza.
Trata de un mundo que no conoces.
Vivo en una casa con sol y muchas flores
y hace ya varios días dos gorriones anidan.
Los he visto llevar filamentos en sus picos, ración de raíces,
rastrojos, añicos de nada, hacia un lugar oculto del jardín.
Veo escaramuzas, rondas de dos en los helechos, el canto avizor,
la alerta ante el brillo del colibrí,
la alarma ante las zancas de la mirla,
contiendas por el verde, por el agua.
Algo sin importancia, nada digno de asombro.
Oigo ahora los chillidos,
el piar de los pichones cuando mamá se aproxima,
cuando va y viene del alimento a la espesura, a su refugio
donde aguardan sus picos un bocado de cielo.
Crecen mis ojos para verlos surgir, si el regalo es posible,
cuando estrenen sus plumas y sus alas.
Nada raro, niño, son pájaros corrientes,
surcan el aire y la ternura.
No es época para maravillarse con pájaros
— quizá ninguna lo ha sido—.
La pajarita busca alimento y regresa
mientras algo vuela sobre ti.
No son globos de colores, no,
son esos que impiden jugar, que no dejan reír
y cuando estallan, mamá desaparece.
No tienes tiempo para el miedo, menos para el dolor.
Desde el cielo alguien arruina tu canto.
En esta historia que sucede aquí,
las crías trinan, alborotan, sacuden las hojas
cuando tú ya no llevas voz y volaron tus manos.
Hay algo que no ajusta en la conciencia, niño,
no es época para maravillarse con pájaros
y aquí me duelo, me culpo
por cuidar un nido en mi jardín
mientras tú, globo desgarrado,
te hundes en la tierra.
Voy a contarte un cuento, niño triste de Gaza,
habla de un nido de gorriones,
trata de un mundo que nunca conociste.
25 de octubre de 2023
De lo imposible
El amigo desplomado en la acera
con mi nombre fracturado en su cuerpo
y yo tan viva para alcanzarlo
tan llena de voz para su tumba.
(Poemas del libro inédito “Jardín de azares”, 2024)