Dennis Ávila (Honduras, 1981). Una selección de sus primeros libros de poesía se reúne en la antología Geometría elemental (2014). En el año 2016, Ediciones Perro Azul (Costa Rica) publicó La infancia es una película de culto, reeditado en El Salvador, Puerto Rico y España. En el año 2017, Amargord Ediciones publicó Ropa Americana, reeditado en México y Jordania (traducido al árabe por los poetas Fakhry Ratrout y Najwan Darwish). En el año 2019, publicó Historia de la sed (Amargord Ediciones). Obtuvo el Premio Único en el Certamen de Cuento de la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán (2005. Su libro, Los excesos milenarios, obtuvo el Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador (España, 2020), publicado por las Ediciones de la Diputación de Salamanca y traducido al portugués por el poeta Leonam Cunha para el Centro de Estudios Ibéricos y Americanos de Salamanca. La Colección Primavera Poética publicó su antología Escuela de pájaros (Perú, 2020) y Ediciones La Chifurnia su antología Un sol que prometía amanecer (El Salvador, 2022).
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Resumen ejecutivo del Dark Side
Obi-Wan Kenobi desobedece a George Lucas:
en lugar de cerrar los ojos
y permitir que Darth Vader
lo pulverice
con su sable de luz,
se defiende.
Luke Skywalker, Chewie
y la Princesa Leia
palpitan ante el duelo.
Han Solo levanta las apuestas.
Arturito y Citripio se quitan los atuendos
para ver el combate
desde una posición
más humana que un disfraz.
Y cuando Obi-Wan y Darth Vader
dan la pelea del siglo
―en la que ponen atención
todas las galaxias―,
mi madre nos llama para ir a cenar.
Devolvemos los palos a sus escobas
y nos sentamos a la mesa,
llevando en nuestra respiración
el lado oscuro de La Fuerza.
Luces indefensas
Un niño que podría ser mi hijo
me habla de dinosaurios,
dice sus nombres, describe los tamaños,
en su relato los veo por aire, tierra y mar.
Hace bien: estudia la vida desde el principio,
tiene cuatro años y algo en su mirada
lamenta su extinción,
dentro de mí transcurre un largo minuto de silencio.
Quiero hablarle a su generación,
decirle que la vida es una máquina del tiempo,
a su lado habrá pasajeros dispuestos a hacer daño,
humanos poco humanos,
piezas que se sueltan para ocasionar los accidentes.
La vida puede ser una estación
que trasciende voces o dinosaurios,
y mientras no caiga
el meteorito sobre nosotros
es posible tomar la justicia en nuestras manos.
Me encantaría llevarlo al mar,
al agua donde mis padres
me entregaron el sol y la espuma,
olas que rompí sin saber
que aquel animal grande
podía ser cálido y juguetón,
peligroso y traicionero.
Sería bonito construir castillos de arena,
no importa que el mar se los lleve.
Junto a la mujer que sueña ser su madre
podríamos pintar un cuarto
con los colores que dicte su imaginación,
subirlo a un avión y conocer, juntos, la nieve,
abrazar su alegría en un museo
frente a los huesos de un tiranosaurio rex.
Hacer lo mismo
por la niña que escala muebles
como si fueran edificios,
por los hermanitos rescatados
desde el fondo de la basura,
por el bebé de ojos pequeños
y lágrimas grandes.
Veo a estos niños y pienso en el muchacho
que me extendió su mano en Ciudad Juárez,
en una voz bajo los escombros de Siria,
en un latido que pierde las luces en el Mediterráneo.
Un niño abre sus brazos
y me sopla al oído las alas de un pterodáctilo,
me gustaría contarle que a su edad
quise ser un astronauta
y llegué a la poesía.
No estamos lejos,
se dice que venimos de las estrellas
y volveremos a ellas,
sería hermoso despejar
el mar, la selva y el aire para sus dinosaurios.
Antes que el tiempo fuera el tiempo
existieron los niños y sus manos en la tierra,
antes que el día llegara a la noche
ya había un sol que prometía amanecer.