Novedades de el suri porfiado: Sophie Benicio

el suri porfiado, editorial argentina dirigida por Carlos Aldazábal, presenta sus novedades editoriales. Leemos aquí algunos textos del primer libro de Sophie Benicio (Buenos Aires, 1997), El cuerpo que me fue dado. Benicio es compositora musical y cantante. Trabaja como instructora vocal y directora en su academia de canto, Transformación Vocal.

 

 

 

 

 

 

LA DESTREZA

Dispraxia

 

Mi naturaleza torpe

guarda el secreto de la valentía:

 

la destreza que implica

dejarse caer

confundir vértigo

con carcajada.

 

 

 

 

 

 

 

GOTERAS

Alexitimia

 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ la mancha en la pared

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ por encima del revoque inconcluso

Gotea  ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ la canilla que tampoco alcanzo a reparar

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ en la mesada

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ la angustia bélica

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ de mis afectos sobre los días.

 

Plac

plac

plac, la presión

se acumula en el tanque

a punto de rebalsar;

 

pero no todo

contratiempo es disonancia:

 

quizá hoy sea ese día

en que al salir al jardín

una franja de resolana

se pose en esa esquina

cubierta de yuyo

 

y titile

en el rabillo del ojo

el pasmo:

 

habré encontrado la llave

para drenar el pecho.

 

 

 

 

 

 

 

Figura de origami:​​ Caja sensorial​​ redonda

 

Voy a plegar este poema

minuciosa y repetidamente, acariciando

sus límites hacia un centro posible.

 

Esta caja será

en los ojos de muchos

otro hueco

nimio por llenar;

 

pero su reborde,

contenedor, aunque sinuoso

mantendrá a salvo

ante el bullicio de estos días,

cinco tesoros que protejo:

 

silencio

en la complicidad

de suceder

junto a todo lo que sucede

a través de mí

 

aire en la mente

para que el tiempo

se imprima en mis ojos

con la sutileza

que asoma el revés de las cosas

 

espacio

bajo nubes

que adivinen mis formas

y las nombren

 

quietud

frente a un reflejo

que multiplique mis preguntas

 

una soledad

alimonada y serena,

como un instante

de presencia sin más.

 

 

 

 

 

 

 

 

Meltdown​​ y el árbol de mi patio

 

8AM

Amanecí junto al árbol

sus ramas desperezadas. Lo miro

anhelo ser suave

melodía que murmura

sencilla

como el haz que recubre

el borde dorado

de todas las cosas.

 

 

7PM

No distingo su faz ¿es hambre o sombra?

Once hileras de filosos dientes me amenazan.

Desgarrarán mis ojos

si lo miro demasiado. Desearía tiznarme

con polvo astilloso de sus raíces.

Y volverme noche.

Y desaparecer.

 

10PM

Solo puedo imaginar al árbol.

Mis párpados pesan

como dos bolsas de tiempo.

Oigo la voz de mi madre

y no puedo responder,

tengo la boca llena de arena.

Sostendría su mano

si supiera dónde están mis dedos:

no soy más

que un jamais vu.

 

 

4AM

Mientras el alba grafita sus brazos

sobre un cielo abandonado,

el viento se abalanza,

las hojas temblorosas

se esconden.

Siento con ellas el frío ¡me duelen los huesos!

Desearía abrazarlo con mis palmas húmedas,

enterrar en su tronco

una canción de cuna.

 

 

9AM

Sigue esperando detrás del vidrio,

sus hojas tendidas

como ropa que recién se lavó.

La lluvia lo empuja, se balancea

en danza resiliente.

Como él

soy vientre en zozobra o remanso.

Nada me quita

la belleza de habitar

el cuerpo que me fue dado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El ejercicio de habitar un cuerpo de mujer y autista

 

Crecer es habituarse

 

a jugar a las escondidas

de a una.

 

La decisión de esconderse

pocas veces lo es,

diminuta parte visible

de un aprendizaje involuntario;

 

la convicción de salir a la búsqueda

camino al espejo es

un desaprendizaje voluntario

 

y el regreso al lugar de origen

mientras la otra aún cuenta,

el triunfo en una batalla

tan incoherente como necesaria:

la conquista de un cuerpo que es propio.

 

Crecer es habitarse,

 

casa y desierto el mismo tejido. Órgano extenso

de historias, nuestras y prestadas,

cicatrices que nos “dejan

aprendizajes” vueltos hábito

vueltos hábitat.

 

¿Cómo frenar

lo que se hace instintivo

si el operador de su maquinaria

es un sonámbulo herido?

Bello sería

 

tener una respuesta, o al menos

la palabra precisa, cuyo brillo

en la punta de la lengua

aclarara un camino.

 

Estamos, mujeres autistas

en el borde de aquella vereda,

donde, con los pies plantados

en adoquines plenos de luz

descansaríamos en la tranquilidad

de ser un hogar perdurable.

 

Por eso

aunque nuestros pies hoy

solo atisben esa línea, no desoigo

el tierno placer que se asoma

desde la humildad

de esta incertidumbre compartida.

 

Estamos acá, pensando juntas

se escribe el poema.

 

 

 

 

 

 

 

 

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