Poesía colombiana: Miguel Falquez-Certain

Leemos poesía colombiana. Leemos algunos textos de Miguel Falquez-Certain. Su libro más reciente es El héroe del sur (Editorial Uninorte, 2024).

 

 

 

Miguel Falquez-Certain​​ (Barranquilla, Colombia) ha​​ publicado cuentos, poemas, piezas de teatro, ensayos, traducciones y críticas literarias, teatrales y cinematográficas en Europa, Latinoamérica y los EE.UU. Su obra poética, dramática y narrativa ha sido distinguida con numerosos galardones.​​ Es autor de diez poemarios, seis piezas de teatro, dos novelas y tres libros de cuentos.​​ Licenciado en literaturas romances (Hunter College). Cursó estudios de doctorado en literatura comparada en​​ New York University.​​ Recientes publicaciones: el poemario​​ Hipótesis del sueño​​ (Nueva York​​ Poetry Press, 2019); la novela​​ La fugacidad del instante​​ (Bogotá: Escarabajo Editorial, 2020); el poemario​​ Prometeo encadenado/Prometheus Bound​​ (NYPP, 2022); y los libros de cuentos​​ Este aire impuro​​ (Buenos Aires: Abisinia Editorial, 2023) y​​ El héroe del sur​​ (Barranquilla: Editorial Uninorte, 2024). Vive en Manhattan donde se desempeña como traductor en cinco idiomas desde 1980.

 

 

 

 

 

 

***

 

 

 

 

 

El nombre de las cosas

 

Siempre existe algo que no marcha con la realidad de las cosas.

Si miras el ocaso y no comprendes el viaje que a punto estás

de emprender, tal vez sea necesario recoger tus pasos,

acaso recordar cómo era el cielo que se sumergía en el océano

como la tinta indómita de un pulpo desquiciado. No sientes

hoy en el recuerdo el grito ahogado del disturbio ni el reflujo

de un don inconfeso: comprendes la pluralidad de voces

y la marcha indefectible de tus jugos, o saltas o mueres

o vives o triunfas, pero el mundo allí continúa, ajeno en su

cercanía de abismos, con los ecos de múltiples ofertas

y las renuncias de canículas en los estertores de la cúspide,

o tal vez con el llanto incomprensible y hosco que hace posible,

finalmente, el conocimiento histórico de tu realidad.

Cada hecho es posible interpretarlo y reinterpretarlo

de múltiples maneras, porque es necesario que sepamos

lo que es la razón y cómo alcanzarla: la existencia subvierte

la verdad, ocultándola, desplazándola, suprimiéndola.

Sin embargo, no comprendes la acuciosidad de sus

desempeños (ese rito inveterado de su muda elocuencia)

ni los conflictos de los diversos significados.​​ 

      El mundo

ocupa los espacios de la mente: mi auténtico yo,

no puedo poseerlo, porque la realidad es presente

como transición. Estamos solos. En medio de la libertad

absoluta de la noche, en el gesto decidido de la desposesión,

en la ausencia irrecordable de ataduras, fetiches y estirpes,

el alba anuncia, en el incendio glacial de los arreboles,

el fin ineludible de nuestra larga noche y el inicio de la paz.

 

 

 

 

 

 

 

Hipótesis del sueño

 

And it came to pass, when he had made an end of speaking onto Saul, that the soul of Jonathan was knit with the soul of David, and Jonathan loved him as his own soul.

―First Samuel,​​ 18:1

 

Let him kiss me with the kisses of his mouth ― for thy love is better than wine.

―The Song of Songs,​​ 1:2

 

 

Sin embargo, nunca di cuenta cabal de tu total entrega. Después de todo fui yo quien buscó tu olor a musgo hasta encontrarte distraído junto al bar en las luces opalinas de la tarde. Estabas rodeado de turiferarios que me impedían acercarme; nuestros ojos se cruzaron con paciencia. Al inclinarme percibí los vellos de trigo que formaban abesanas en tu nuca, sentí la marejada de tu aliento, presentí una entrega. Nuestros labios nos mostraron el camino.

Una ruptura reciente me había vuelto vulnerable. Codiciaba tus besos, anhelaba tu cuerpo joven de caña dulce, aspiraba la fascinante sorrostrada de tu ingenua labia. Abandoné todo por tus labios. Con la resolana del verano golpeando las paredes, mordisqueé tus botones hasta arrancarlos y te encontré, sólido y perfecto, en el sudor alicorado de tus muslos, en la transpiración interna de tu ombligo: nos incorporamos en medio de las sábanas con los embates tercos de una lujuria pos­tergada, irguiéndonos en el ombú de aquella tarde irremediable.

La costumbre nos vuelve deleznables. Adocenado y pusilánime, prefiriendo lo seguro ante el azar de lo sublime, regresé al sendero tortuoso pero conocido, a la artritis complaciente del olvido.

Todo me ofreciste y, sin embargo, preferí los requilorios de una alianza insulsa. Un día codicié los besos de tu boca. Ya no existes. Vives en la hipótesis del sueño.

 

 

 

 

 

 

Habitación en la palabra

 

A Magdalena Araque

 

Digo topacio

y las plumas se me escapan

de los labios en la elipse

de la piedra.

Níspero en el aire,

punzante y acre,

en la pelusa de tu cuerpo.

Obsidiana congelada en tu corteza,

murmullos de mi aliento te despiertan,

en mi saliva te sorprendo;

no obstante el abandono de la ingle,

las sombras translúcidas y en el arco,

el gemido postergado; sin embargo,

el grito mudo; la palabra,

objeto del mundo,

pupila confundida sobre el iris

en los espasmos fugitivos

de tu cuerpo. El arco se recoge,

salta, flecha seminal en el vacío,

con la lengua aglifa

astucia de pezones que se alzan,

catapulta disuelta en la humedad

lluviosa, sudor plasmado en el desorden

de las sábanas, pero tu cuerpo

que fue cima, inánime ahora,

sima telúrica tan sólo, arco roto,

abandono en el calor

al otro lado del bosque​​ ―

de la vida.

 

 

 

 

 

 

 

Ego sum qui sum

 

 

However, if we do discover a complete theory [quantum theory of gravity], it should in time be understandable in broad principle by everyone, not just a few scientists. Then we shall all, philosophers, scientists, and just ordinary people, be able to take part in the discussion of the question of why it is that we and the universe exist. If we find the answer to that, it would be the ultimate triumph of human reason ― for then we would know the mind of God.

 ―Stephen W. Hawking, A Brief History of Time

 

 

De legalidad un día sentado en una butaca del Planetario a lo mejor te preguntas si la tortícolis que ahora te tortura no es más importante que los-grandes-interrogantes. A lo mejor quién sabe, quién evita un vidrio.

Alfa Centauro, la posibilidad de una cultura extraterrestre, los mensajes transmitidos en las ondas hertzianas a miles años-luz de distancia, todo te abruma el coco y te lo dices para tu coleto, vaya qué osadía aún creer que mi religión sea la verdadera, hoy en día, mire usted, la iglesia, la sinagoga y la mezquita, hace tiempo​​ que no nos tira una visita, vaya, vaya hombre, vaya, el mundo y su creación después de tantos cipotazos y agujeros negros, acaso llegaremos algún día a instalarnos en la mentalidad cosmogónica y verlo todo en panorámica y con sonido Dolby, viajar en rayos láser en reversa y percibir la​​ historia​​ sin tocarla, mejor dicho​​ sucediendo​​ (no la​​ his­toria”​​ de los vencedores), digo, dígole, es posible que enanitos, o seres marginales, hombrecitos verdes y todo el cachivache amontonado en los paquitos de la ficción científica no sean más que pamplinas, vaya usted a saber, a lo mejor el mundo lo inventaron los teúrgos, en todo caso Nietzsche, y si entendemos que la guerra genocida se identifica con el tiempo, y que estamos íngrimos-y-solos-en-esta-soledad-tan-sola, qué fenómeno, y que el infierno con que tantas veces te asustaron no es más que un embrollo de caninos, sólo entonces.

A lo mejor un día llegaremos a saber cómo es que funciona la mente de ese​​ Man.

 

 

 

 

 

 

 

Benny

 

 

On dirait que son phrasé accompagne au millimètre près les pas d’une danseuse étoile, dont les pointes rebondiraient sur les tambours.

―Gérard Arnaud

 

 De tus ancestros yoruba y congo, de su palen­que de esclavos, del olor del melado viene tu son. Cuando saliste de Santa Isabel de las Lajas, con el giro de la tómbola surgió tu encrucijada​​ ​​ el salto a México y tu fusión con Dámaso. Sus cobres seguían a Machito y tú en medio de ellos, con la boina hacia atrás bien enfundada​​ dejando ver tus cabellos apretados, tu tez canela, tu bigote perfectamente recortado, tu inmensa sonrisa blanca, tus cejas arqueadas, tu traje de pachuco y el eterno habano en los labios, entonabas tus canciones como sólo tú has podido hacerlo: no importaba que las letras fueran anodinas, tu voz suave, precisa, forjaba fuegos artificiales con las emociones y te burlabas entre dientes, parodiando el mundo con humor, saltando entre la música, frenético, elástico como un mimo, vertiginoso y, sin embargo, controlado, tu voz sedosa de tenor en medio de la percusión afrocubana,​​ “¿Y tú cómo estás? Encantado de la vida”, el mambo volviéndolas locas con la Banda Gigante, tus sílabas saltan, explotan y retumban suavemente en las notas que le siguen, Bárbaro del Ritmo, Benny, guaracheando con el bobo de la yuca, te vas pal pueblo porque hoy es tu día, los cobres de Dámaso estableciendo un diálogo con tus timbres inauditos, salta Benny, brinca, gira como un trompo, yoruba y congo cortando caña en el central, “No, Pérez Prado, que me provocas”,​​ te vas echando un pie por el campo,​​ moré-no​​ único, cántame a la vida, baila en el guateque, Benny, gira, gira, gira con la guajira en el tambor, tu voz se lanza ebria repiqueteando sobre los cueros, qué bárbara, Benny, vamos al vacilón, Benny, sigue para siempre con tu nota, Sonero Mayor.

 

 

 

 

 

 

 

Tánatos

 

Alud de turbaciones, tus visitaciones nocturnas

burilan el sofoco en la carne de lo incierto.

Prosigo con mi oficio alucinado, óbice de estirpes,

irrealizable tarea en la desmesura alimentada,

inconclusa maniobra, verbo oxidado, gesto trunco,

en la cuna aprendemos a temerte,

tú eres la certidumbre única,

terror irreversible, el mórbido placer

de lo finito. El artífice cincela el texto​​ 

franca conflagración, inusitado desafío​​ ―

tu saber se nutre en la paciencia de los ciclos,

autosuficiencia lúdica que pospone tu llegada,

no obstante tu presencia se permea por los intersticios

de la fábula​​ ―​​ nosotros somos el anverso de tu vida;

y la nuestra son los escaques blanquinegros

en donde juegas tu partida. Imaginamos tu rostro

siempre evasivo, multitud de máscaras que nunca

prefiguran tu rostro verdadero, nuestro afán es crear

una epidermis que nos nombre cuando tú nos clausures

todas las salidas. Tu triunfo es vencernos,​​ 

indudablemente, pero el nuestro

es encerrarte en la cuartilla.

 

 

 

 

 

 

Cadáveres exquisitos

 

 

(Carta a Verlaine)

 

Devant une neige un Être de Beauté de haute taille. Des sifflements de mort et des cercles de musique sourde font monter, s’élargir et trembler comme un spectre ce corps adoré; des blessures écarlates et noires éclatent dans les chairs superbes [...] Oh! nos os sont revêtus d’un nouveau corps amoureux. [...] O la face cendrée, l’écusson de crin, les bras de cristal! Le canon sur lequel je dois m’abattre à travers la mêlée des arbres et de l’air léger!

―Arthur Rimbaud, “Being Beauteous

 

 

Un pistoletazo habría de cancelar todas las posi­bilidades. Antes, en la cam­piña, soñaba con tu rostro griego como burilado en la cera mágica de un túmulo​​ ​​ parecías irreal aunque podía pasearme desnudo por los corredores de tu casa para siempre desembocar en tus brazos fuertes. Me alzabas en vilo y me sentabas sobre una mesa de roble y me mirabas lánguidamente, tratando de descifrar mis pensamientos en las llamas prusia de mis ojos. Me despertaba extasiado con el sabor de tus besos cerriles en mis labios.

Perseguí mi sueño hasta finalmente conocerte en medio de una turba que nunca enten­dió la necedad de mis empeños: eras diez años mayor que yo y el yunque de la fama te prodi­gaba sus apetecidas delicias. Aquello no fue óbice a nuestros desenfrenos y redescubrimos día a día nuestros cuerpos en una demencial lujuria que sólo ofrecía renovados retos.

El-mundo-nos-parecía-un-pañuelo en nuestro insaciable nomadismo, emborrachándonos en todas las cantinas y tabernas que nos topá­bamos por los caminos pol­vorientos del continente. La palabra y nuestros cuerpos eran los únicos requisitos. Tú creías en la música, en la obligación de un ritornelo. Yo, a veces, me despertaba en­lo­quecido en medio del desorden de las sábanas y despotricaba contra el mundo tratando de recuperar la cordura en las visiones pavorosas de mi infancia, en la iluminada necesidad del verbo. Tú insistías en creer que yo estaba poseído por el diablo.

Sin embargo, fuiste tú quien nunca pudo comprender mi condición de libertad, mi emancipación de tus requilorios burgueses. Mis orines en la mesa de la​​ élite​​ no fueron apreciados. Tus celos en verdad me tornaron monstruoso y mórbido. Aquel​​ pistoletazo puso término a lo que ya había muerto definitivamente en nuestros cuerpos.

 

 

 

 

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