Natalia Schapiro vive en Buenos Aires. Psicoanalista. Asistió al taller literario de Laura Devetach y de Silvia Jurovietzky, actualmente cursa Artes de la Escritura (UNA). Algunos de sus libros son Lucía y la varita china, Cuentos callejeros, A la vuelta del mundo, A salto de cangurito, Diario de dragones, Una tertulia inolvidable, ¿Alguien anda ahí?, Dorotea cumple mil, 100% fútbol, Cumpleaños a golazos, Bosque cotidiano. Además de escribir, ama montañas y cheese cakes.
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A veces el amor anda mal repartido
como en superficies desniveladas
queda de un lado solo
si no hay pecho que lo reciba
va y vuelve
una carta rechazada
muerde la piel los huesos
el querer estancado
arde en la sangre.
El amor fue hecho para rodar.
Quitarse del cuerpo un amor
arrancar sus alas frescas
desgranar sobras resecas.
Siempre sangra el filo del adiós.
El amor entra por distintos atajos
una voz, una mirada, una sonrisa
se cuela por una fisura
y ya nada es igual.
Anida en nuestros cuencos
como el agua
no sale una vez que entró.
Puse una verdad sobre la mesa
harta de la danza de tules
y el juego se pinchó de golpe.
Una puede planear casa y jardín
en una pompa de jabón.
No sé si tengo que obligarme
a pensar otras cosas
sacudirme boca abajo
como un frasco de azúcar
hasta escupir los restos adheridos.
O quizás sin hacer
te vayas de mí
al estilo de los charcos de agua
en la vereda
que solos se van
respirando
hasta su extinción.
A veces las palabras
no son puentes
el misterio y sus noches
nos separan.
La oscuridad nos devora
a preguntas
creciendo en yuyos
el silencio envuelve al corazón
en un pañuelo
cielo sin estrellas.
Un desgarro de amor
es una quemadura
la piel duele con el aire
poco a poco sus hebras sanan
para ir por el mundo.
Me venía curando
pero escuché esa melodía
una navaja hermosa
otra vez en la piel.