Reseña de Malagua, de Ismael Romero

El poeta Víctor Munita Fritis reseña Malagua, el más reciente libro del poeta mexicano Ismael Romero.

 

 

 

APUNTES DEL LIBRO MALAGUA

Por​​ Víctor Munita Fritis

 

Si nada extraordinario sucede

la llama del quinqué se apaga

 

La memoria personal y familiar, al igual que el agua, son esenciales en nuestras vidas y también moran en nuestro interior; a la vez, se dice que la memoria del agua reside en sus partículas, las cuales poseen propiedades curativas. Asimismo, es un conocimiento popular que los ríos buscan su cauce, al igual que el mar y los lagos, que preservan el pasado humano y cultural de los pueblos.

En “Malagua”, publicado en 2024 por la editorial Lector Disléxico del editor nicaragüense Carlos M. Castro, el agua simboliza el peso de las historias personales dentro de un contexto más amplio. Es un viaje por la memoria y la microhistoria de quienes invocan tanto a sus muertos como a los vivos.

Ismael Romero nos invita a explorar en los versos de “Malagua” temas antiguos y contemporáneos, donde el espíritu humano merodea en la vida como en la muerte, en los sueños recordados por el autor. Utiliza la historia familiar de las zonas veracruzanas como un cauce para comprender la microhistoria humana, esa que a menudo nos negamos a sentir y contar.

 

Aquí espiamos a los muertos

los cuartos huelen a monte

cuando llegan en sus cajas de roble

vestidos de blanco

​​ libres de sal

peinados como en domingo

 

El libro blanco con detalles color café posee 78 páginas, con una ilustración en portada de la artista visual Lili Luna, llamada “El Navegante”. Presenta una sólida estructura de 27 poemas, separados por letras que van de la “a” hasta la “i”, en donde aparecen personajes humanos, animales de tierra, cielo y mar, y objetos de la naturaleza en el tránsito del tiempo.

Como un atento observador de la cruda realidad latinoamericana y mundial —no solo mexicana o centroamericana— y de sus recuerdos vistos cuando niño en la isla, donde las niñas​​ a los 12 son mujeres y a los 30 casi unas ancianas, que escuchan boleros viejos, más antiguos que un señor de la zona, donde los danzones suenan a medias en discos rayados.

El mismo autor explica en un apartado final llamado “Making of” que el libro fue inspirado en “Los boleros de Agustín Lara, Daniel Santos, Toña la Negra, las mujeres de pies descalzos y llenos de tierra que bailaban cumbias y danzones; Francisco Hernández, Kavafis, Sabines, Reynoso, El Gaviero de Mutis, Henry de Toulouse, Toledo y otros tantos, dando vueltas en el mismo reloj de arena una y otra vez”.

 

Aprendí

que al pescador más negro y viejo de la isla

lo apodaban magia blanca

que era capaz de remar a contracorriente

de los días

que fue el mejor en el buceo

a pulmón abierto…

 

No es solo tarea de la novela o la crónica revelar el valor de quienes sostienen a los pueblos; también es responsabilidad del poeta actual. Por tradición, el poeta fue un develador en verso del pasado, testigo de su presente y una voz del futuro, una alerta en algunos casos. Por ello, “Malagua” logra, a través de la fuerza de sus versos, hablar sobre el impacto de la historia personal, una pequeña patria que no es más que el barrio, la calle o el borde de una isla en la que desarrolló la infancia y la juventud en una narrativa mayor.

 

“Malagua”, de Ismael Romero, es un espacio donde se percibe el aliento de la existencia y la memoria de los lugares y momentos en el caudal de sus versos. Este libro transmite la presencia del ser como comunicador que observa y escribe la vida —la historia— sabiendo que el futuro es un ancla olvidada que se oxida.

 

 

 

 

POEMAS DEL LIBRO MALAGUA

 

a.

 

De viejas manos

tatuadas con espinas

de peces imposibles

aprendí a remendar atarrayas

carcomidas como los días

por la sal

 

a tejer hamacas para no soñar

a ras de suelo

a no temblar como las casas de palma

ante los truenos:

 

aprendí a remar antes de saber leer

a lanzar piedras a las nubes

y a recoger olas al pie de los mangles

 

Aprendí que la vida

te patea la boca

antes de poder nombrarla

 

que los cocuyos son estrellas

a tiro de mano

 

que las pandorgas tiñen de color al viento

y que los actos más grandes de magia

suceden antes de los trece

 

Aprendí que los sueños tenían en común

lo redondo de un balón

que para hacer porterías bastaban

dos ramas secas de café a los costados

y que el límite vertical lo marcaba el vuelo de las libélulas

 

que por las tardes había que arrebatarle

el campo de juego a las vacas

al pantano o a la lluvia

 

que el festejo de un gol

empezaba en nuestros ojos

y se extendía en una escandalera

de pericos que explotaba en los guayabos

 

que los perros con toda su flaqueza

nos acompañaban en la carrera

por las arenas calientes

a ladrido abierto

 

Aprendí

que en estas orillas no hay días de la semana

y el tiempo es una verdad que se disuelve

en el agua

 

y el agua

desde que nacemos

es una soga atada al cuello

 

Aprendí que a nuestra edad

tampoco dios

sabía leer

 

 

b.

 

Aprendí de hermanos

que nunca regresaron de la pesca

 

de historias de ahogados

que vagaban por las noches

cantando boleros de Agustín Lara

con cerveza en mano

 

Aprendí de hembras con ropajes blancos

que rezaban a medianoche

con los pechos y caderas rasgadas

 

por la pasión de algún demonio

que la mujer más querida en la isla

era una niña que aún no cumplía los quince

y ya conocía el amor de casi todos

aprendí su historia

 

que un atardecer su madre la amarró

a una palmera

y murmurándole una canción de cuna

le dijo adiós

mientras avanzaba a contra ola

para atarse

suavemente el agua al cuello

 

 

c.

 

Aprendimos

que aquí el café se bebe caliente

porque en boca te deja un sabor a niebla

que nace a ras de ola de río

a roca hecha polvo por quien acaricia un recuerdo

a días de espesa lluvia que se queda colgada

de los árboles

a varada canoa en esa línea del horizonte

a terroso fruto que se unta en las grietas de la lengua

sin azúcar

porque te sabe a cansancio de remar

a contracorriente de la muerte

a mar que se ha tragado la luna

a lágrima seca

a silla desierta alrededor de la mesa

a murmullo de lechuzas que repiten un nombre

a moho que ahoga los rostros de las fotografías en gris

a pan remojado

y a infancia

 

Amargo

como el sabor del beso inmaduro

como la mano que hurga con prisa

la vela que se enciende por ambos lados

la piel oscura que transpira humo

la madrugada que se abre como entrepierna

para dejar fluir la hora de la pleamar

 

Negro

como el sinfín de días que atraviesa por los ojos

de quien espera un milagro

 

 

 

PRIMER BARCO

a mi madre

 

Mi primer barco

fue una carta por ambos lados mal escrita

 

En la popa contaba a mi padre

que ya sabía bucear

que tenía un par de aletas de ranas color turquesa

que estar bajo agua

es como nadar en el vientre de mi madre

que sentía sus palabras

como la espuma que se hace nada

al atravesar la resaca

 

En la proa

escribía a mi madre

daba gracias por los nueve meses

pegado a su corazón

por elegir las orillas del mar para vivir

 

por su coraje y sus ojos inundados

en temporada de lluvias

por los ríos de nubes con sus andantes faunas

y el café negro de todos los días

 

Daba gracias por mis hermanos

y su paciencia

también por lo dulce de sus manos

si nuestros ojos se desbordaban en sal

 

por mostrarnos que el abracadabra

está en la lengua

aun cuando se vive con el agua al cuello

 

Aprendí

de sus labios

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ mi nombre

 

Ismael Romero, poeta nacido en Veracruz, estudió Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara. Su trabajo literario ha sido publicado en distintas revistas y antologías, entre las que destacan​​ Al Sur de la Palabra X​​ (Antología poética San Cristóbal de las Casas, Chiapas, 2016);​​ Cola de Tigre​​ (Luz Vesania, 2017) y​​ Biombo de Movimiento de poesía mexicana​​ (Cisnegro, CDMX), entre otras. Su libro​​ Malagua fue publicado este 2024​​ por la editorial Lector Disléxico.

 

Víctor Munita Fritis.​​ Nació en Copiapó, Chile, y reside en México. Estudió Edu. en Historia y Geografía, y guion. Sus libros incluyen: “México, paisaje de Copiapó”, “La Patria Asignada” y “Libro de Asistencia”, publicado por la UANL. Fue coordinador de publicaciones en la Editorial U. de Atacama (2017-2019) y es miembro de la Soc. de Escritores de Chile. Ha representado a Chile en ferias internacionales como Guadalajara y Lima. Recibió la Beca de Creación Literaria de Chile en 2018 y reconocido por “Zapatitos con Sangre” en 2017, además de obtener beca para talleres en novela breve por la Secretaría de Cultura de Jalisco y la Medalla Pedro León Gallo al Mérito Cultural de Atacama-Chile en 2022.

 

 

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